Proceso Histórico de la Real Ciudad de Santa Inés de Cumaná. SOMOS CUMANÁ





Proceso Histórico de la Real Ciudad de Santa Inés de Cumaná.

    Pbro. Dr. Alexander Rafael Castro Moreno.


Según las Fuentes.

LA CIUDAD EN LOS ARCHIVOS HISTÓRICOS.

Para poder entender la Historia de Cumaná, debemos ir a las fuentes, especialmente a los documentos antiguos que atestiguan los sucesos que realmente acaecidos.

Al igual que ha sucedido en toda Latinoamérica, en Venezuela y en Cumaná, se impuso la historia creada por los vencedores, que ha creado una gran cantidad de mitos, fábulas e historietas, que han desvirtuado la realidad del pasado, debido a la falta de sentido crítico-científico, y por el poco acceso a los documentos originales.

Hay gran desconocimiento de los documentos originales, especialmente del Archivo General de Indias en Sevilla, que posee el mayor cúmulo documental sobre la Historia de Cumaná, al que por estar tan distante, ha sido difícil de acceder.

En el Archivo Secreto Vaticano hay poca información. Hay más información en el Archivo General de la Compañía de Jesús en Roma, especialmente de documentación oficial, expedientes y cédulas reales, concernientes a Cumaná y sus gobernantes, iniciando por Diego Fernández de Serpa. Igualmente los Archivos Generales de las Ordenes Franciscana y de Predicadores.

En los Archivos Históricos Nacionales de República Dominicana, Colombia, Puerto Rico y México, se conservan un importante número de documentos, correspondientes a Cumaná, cuando dependía de la autoridad de la Capitanía General de Santo Domingo, o de los Virreinatos de Santa Fe y Nueva España, aunque hay que reconocer, que sus copias u originales se encuentran en Sevilla.

En la documentación del primer siglo de vida de la ciudad, prevalecen los de tipo eclesiástico, debido a que el territorio de la Provincia, y luego de la Capitanía General de Nueva Andalucía, y de la ciudad de Cumaná, dependieron del Obispado de San Juan Baptista de Puerto Rico; en el Archivo de esa Arquidiócesis, se encuentra mucha documentación, desde los inicios hasta 1790.

El nutrido Archivo colonial-eclesiástico de Cumaná, y de 1790 a 1922, fue trasladado a Angostura, hoy Ciudad Bolívar, y allí podemos encontrar mucha información sobre la ciudad.

El Archivo de la Arquidiócesis de Cumaná, es desconocido para los estudiosos, y posee información privilegiada, partiendo del año 1922, aunque debería conservar mucha documentación antigua.

 El Archivo eclesiástico de mejor acceso en Cumaná, es el que pertenece a la Parroquia Santa Inés.

Desde el traslado de la ciudad en 1582, hasta nuestros días, posee muchos documentos originales e informes que luego fueron enviados a Sevilla, no solo de Cumaná, si no de otras poblaciones; es notable la cantidad de documentos que han desaparecido en el transcurso del tiempo, por indebida manipulación, desconocimiento y descuido, aunque actualmente se hace lo posible por mantenerlo. En los casos anteriores, muchos o todos de los documentos se conservan en Sevilla.

El Archivo más interesante para los estudiosos de la ciudad, sobre importantes hechos ocurridos durante el largo período hispánico y en el republicano, es el Archivo General del Estado Sucre, aunque lamentablemente, una inmensa cantidad de éstos se han trasladado hasta Caracas, y el resto se encuentra en condiciones poco deseables para el estudio.

Muchos particulares poseen documentación escrita y gráfica, muy importante para el conocimiento de la historia cumanesa, que no es accesible a los estudiosos y al público en general.

También carecemos de unos intensivos trabajos arqueológicos, que nos develen muchas incógnitas sobre nuestro pasado. Presentamos imágenes de las Colecciones Zenaida Varela Mago (CZVM) y Luis Espín (CLE).
Según la correspondencia de los Padres Fray Pedro de Córdoba y Fray Antonio de Montesinos, conservada en los archivos de la Orden de Predicadores, de las Actas Capitulares de la Orden Franciscana Observante del siglo XVI, la correspondencia del Cardenal Francisco Ximenes de Cisneros, la obra de Fray Bartolomé de las Casas, las Actas de Visita Pastoral de los Obispos de Puerto Rico de 1576 a 1790, en los siguientes documentos del Archivo General de Indias: la Sección de Contaduría-Serie 15-Papeles pertenecientes a la Provincia de Cumaná 1538-1762 (Legajos 1646-1662), correspondencias, documentos varios, Cédulas Reales, Cuentas y otros en Indiferente General Legajos 414 al 429, Libro 6, Audiencia de Santo Domingo Tomos I al XIX, Audiencia de Caracas Tomos 2-A, 2-B, Legajos 4 al 12 y 22.


PROCESO FUNDACIONAL DE LA CIUDAD.

En 1514, Fray Pedro de Córdoba[1], superior de los padres dominicos de Indias, pidió apoyo a los misioneros castellanos que tenían conventos en la Isla Española, para participar en la misión en la Costa de las Perlas, encomendada por el Rey Fernando el Católico[2], pero no se entusiasmaron, sólo se unieron los padres franciscanos observantes picardos, que se encontraban en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, esperando órdenes reales para poder pasar a la Costa de Paria, a misionar; estos religiosos provenían de la ciudad de Amiens (Francia), y formaban parte de varias provincias galas de esa Orden mendicante. Los dirigía el Padre Fray Johannes de Gars.

 El 09-07-1515, trataron de partir, para fundar dos pueblos de misión con autoridad real y parroquia eclesiástica, en territorio de nación Waykerí, donde muchos eran cristianos y habían pedido atención pastoral. Debido a una tormenta, decidieron esperar y partir  el 08-08-1515.

Los frailes viajaron en la nave del comerciante genovés don Giacomo di Castiglione,  hasta la Península de Araia, y el día 15, Fray Johannes de Gars, y sus hermanos de comunidad, cruzaron el Golfo de Cumaná, y con la autoridad que les daba las Cédulas Reales, que les había suministrado Fray Pedro de Córdoba, fundaron el pueblo de San Francisco de Cumaná, en la ribera oriental del Río Cumaná, a unos 250 mts., al sur de la desembocadura.

Fray Johannes fue su fundador, gobernador y párroco. Le acompañaban los siguientes sacerdotes: Fray Jean de Flamigi, Fray Remy du Faulx (delegado provincial), Fray Jacob de Hermigi, Fray Richard Gani de Manupresa, Fray Jacob Scott, Fray Nicola di Desiderio, y Fray Juan de Guadalajara (traductor)[3].

Había allí un poblado Waykerí pre-existente, y se construyeron: convento, Iglesia Parroquial, escuela con Internado para 40 niños nobles y viviendas para los naturales. Había otro poblado indígena en la ensenada del Golfo al lado de la boca del río, en la Punta de Santa María.

En 1516, estaban en la Casa de Contratación de Sevilla, los padres franciscanos observantes: Fray Remy du Faulx y Fray Jean de Vallonis, con 14 religiosos que habían traído de Francia e Inglaterra, cedidos por la Orden al Cardenal Francisco Ximenes de Cisneros, en el Capítulo General de Ruán, el 11-05-1516, para asentarse en San Francisco, y convertir a los nativos donde no había población, y construir una Iglesia y una escuela en el poblado Waykerí de Santa María[4].
En 1519, por problemas de contrabando de maíz y esclavismo, los Tagares de Maracapana (Guanta), destruyen la Misión de Santa Fe de Chechrebiche o Chiribichi, y martirizan brutalmente a dos sacerdotes dominicos [5].

En 1520, el Papa León X, erige la Diócesis de Paria, con Sede en la Iglesia Parroquial  de San Francisco de Cumaná, y nombra como obispo al Capellán  de don Carlos I, el Pbro. don Pier Barvier, el cual, cuando conoció del martirio de los dominicos, se atemorizó y nunca tomó posesión de la Diócesis[6].

La Real Audiencia de Santo Domingo, envió a don Gonzalo de Ocampo, en diciembre de 1520, para castigar el homicidio de los frailes dominicos de Santa Fe.

 En enero de 1521, Ocampo llegó a San Francisco, instaló el tribunal, se persiguió y castigó cruelmente a los Tagares culpables. Ocampo fundó la ciudad de Nueva Toledo, a media legua al sur de la desembocadura del río, como refuerzo de Santiago de Nueva Cádiz.

Al regresar Ocampo a La Española, sus colonos, muy disgustados, se marcharon a San Francisco o Cubagua, y desapareció Nueva Toledo, a los tres meses de fundada[7].

El Bachiller don Bartholomé de las Casas, visitó en 1522, a los franciscanos observantes del pueblo de San Francisco, y compartió con ellos su  proyecto de defensa de los indígenas[8]. Había viviendo en el poblado, más de 100 castellanos, sin contar a los nativos.

 En 1522, al partir Las Casas, debido a los abusos de algunos castellanos de Cubagua, los Tagares de Maracapana  unidos a otras tribus, se alzaron nuevamente en armas y atacaron al pueblo de San Francisco. Varios castellanos mueren, y el lego Fray Dionigi, es martirizado varios días después[9].

En enero de 1523, bajo órdenes de la Real Audiencia de Santo Domingo, don Giacomo di Castiglione, es enviado a reprimir a los indígenas alzados de la región de Maracapana.

 Luego del acto judicial, en los predios inmediatos del pueblo de  San Francisco, Castiglione fundó la nueva ciudad de Córdoba, que se fundió con el pueblo de San Francisco, que él había restaurado[10].

Castiglione construyó la fortaleza de Santa Cruz de la Vista, en la desembocadura del río Cumaná[11].

En 1528 la Iglesia Parroquial cambia de denominación a: Nuestra Señora del Carmen, dependiente del Obispado de San Juan Baptista de Puerto Rico[12], y era  regentada por los padres franciscanos observantes[13].  

El 28-11-1530, la Real Audiencia de Santo Domingo,  informó al Rey don Carlos I, que en la región de Cumaná hubo un terremoto con maremoto, que  causó ruina en la fortaleza y en la ciudad de Nueva Córdoba[14].

De 1531 a 1548, hay documentación sobre la vida y obras realizadas en la ciudad, especialmente de la parte comercial y gubernamental[15].

La Provincia de Nueva Andalucía, se crea en 1536, su capital, Nueva Córdoba de Cumaná, dependiente de la Real Audiencia de Santo Domingo[16].

En carta que el Tesorero Real, don Francisco de Castellanos, envió al Rey, el 04-03-1537, le notifica que el padre Fray François de Vatrience, Padre Provincial de la Orden Franciscana Observante, visitó las ciudades de Santiago de Nueva Cádiz y Nueva Córdoba, para visitar  los frailes de su Orden; el Padre DE Gars, aún es el párroco[17]. Se repara en 1548, el techo de madera y tejas de la Iglesia Parroquial[18].

El 01-02-1562, el Pbro. Fray Francisco de Montesinos, con autoridad civil real, erigió el Real Cabildo en la ciudad de Nueva Córdoba[19].

Para crecentar la población de la ciudad, envió al  Padre Fray Álvaro de Castro, párroco, para que trasladara hasta la ciudad, a los colonos del pueblo de San Juan de Macarapana, que no querían vivir allí y también a los castellanos que tenían haciendas y a los indios Waykeríes y Brasiles de los alrededores[20].

El 24-11-1569, ante el Real Cabildo de la ciudad, los oficiales reales, eclesiásticos y vecinos, se leen las Cédulas Reales presentadas por el vecino de la ciudad: don Diego Gonzalo García Fernández (Hernández) de Serpa, que trajo de Castilla, donde era nombrado por su Majestad, Capitán General de la nueva Capitanía General de la Nueva Andalucía, y la ciudad de Nueva Córdoba, toma la dignidad de Capital, con el nombre de: Cumaná, aunque se le siguió llamando de la manera antigua.

Se aumenta la población de la ciudad con los colonos que trajo de Castilla[21]. Con Serpa llegaron los padres franciscanos observantes: Fray Luis Diosdado y Fray Miguel Diosdado, para atender la Iglesia Parroquial[22].

En 1572, según la tradición, unos nativos atacaron la ciudad, los vecinos se encomendaron a Santa Inés Romana, cuya fiesta se celebraba ese día, de hacerla Patrona con voto solemne del Real Cabildo, si los protegía; hubo un eclipse lunar total, en medio de la batalla, y debido al temor que les causó el fenómeno celeste, los nativos se retiraron asustados, y el voto fue cumplido[23].

El 16-10-1574, el Rey don Phelipe II, le concede al Obispado de Puerto Rico, la autoridad oficial sobre la ciudad de Nueva Córdoba[24].

En el año 1579, el obispo don Diego de Salamanca visitó a la ciudad de Nueva Córdoba[25]; ese año, el capitán don Pedro García Camacho, inició el traslado de la ciudad a un lugar más propicio.

El 05-01-1583, García le comunicó al Rey, que ya había trasladado la ciudad, más al interior, en un lugar protegido entre la serranía y el río, con todo el vecindario, la Iglesia Parroquial, Cabildo y los Despachos Reales, donde actualmente se encuentra el Centro Histórico, en el antiguo Barrio de Santo Domingo[26].


LA CIUDAD  DE LOS SIGLOS XVII y XVIII (1588-1799).

FINALES SIGLO XVI.

El Rey, el 18-10-1588, da la ayuda económica para reparaciones en la Iglesia Parroquial[27]. En 1589, la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, construyó su Ermita, al pié de la Eminencia de San Antonio de Padua[28]. El 03-07-1591, el Rey Phelipe II,  le otorgó el Título Real de Ciudad a Nueva Córdoba, y le concedió Escudo Real de Armas, además de todos los privilegios que esto implicaba para la ciudad, gracias al empeño y esfuerzos de don Juan López, miembro del Real Cabildo[29].
En 1592, los padres dominicos fundan el Convento de San Antonio de Padua, “intra muros”, al pié del cerro del Calvario[30]. En 1594, los padres franciscanos conventuales sin autorización real, por la prohibición que pesaba sobre ellos, fundan el Monasterio de Nuestra Señora de las Aguas Santas, “extra muros”, al pié del cerro de San Justo[31], al poco tiempo, éstos aceptan la Reforma y pasan a ser Observantes.
El 24-06-1595, la flota inglesa de sir Walter Raleigh,  invade Nueva Córdoba y es repelido por El Gobernador de Cumaná don Francisco de Vides y los vecinos, San Juan Bautista es proclamado Patrono de la ciudad[32]. A partir del año 1600, la ciudad inicia a desarrollarse en lo económico, social y cultural. Las familias antiguas y las traídas por Serpa, constituyeron la base fundamental de la clase aristocrática.
Los Oficiales Reales, escribieron al Rey, el 20-05-1611, comunicándole que las casas de la Caja Real, se desplomaron; el Rey les ayudó[33]. Hacia 1615, se construye la Ermita del Dulce Nombre de Jesús, de los padres dominicos[34]. El Gobernador don Juan de Haro, en 1616, da relación de que el pueblo Waykerí de Nuestra Señora del Socorro de los Cerritos, existía desde principios de siglo y era Parroquia[35]. En 1621, la ciudad pidió a S. M., que le ayudase para poder terminar las casas del Cabildo, la Cárcel y la Carnicería[36]; desde ese año hasta 1631, el ingeniero Giovanni Battista Antonelli,  vivió en la ciudad y dirigía las obras de la Fuerza de Santiago del Arroyo de Araia[37].


Siglo XVII.

El 23-06-1637, el Gobernador de Cumaná y los Oficiales Reales escriben al Rey don Phelipe IV, pidiéndole ayuda para reconstruir la Iglesia Parroquial, porque quedó muy dañada por el terremoto de 1629 y se desplomó la torre[38]. En 1645, el obispo don Damián López de Haro, notifica al Rey, que el pueblo Waykerí de Nuestra Señora de Altagracia, era Parroquia y existía hacía más de 20 años[39]. En 1641, se autorizada restauración del Monasterio de la ciudad, de los franciscanos observantes.
Don Gaspar de Hoyo, escribió al Rey, el 10-07-1649, informándole que don Francisco de Vivero había construido el castillo San Antonio de Padua, en una colina del centro de la ciudad[40]. A partir del 08-05-1656, se les encomienda a los franciscanos del monasterio de la ciudad, dirigir las Misiones de La Purísima Concepción de Nuestra Señora de Píritu, en Nueva Cataluña[41].
Los capuchinos  fundan el Convento de San Diego de Alcalá, por Cédula Real del 04-09-1657, fundan e inician las Misiones de Santa Cruz de Cumaná, en la Provincia de Cumaná y en Nueva Cantabria[42].  En esos años, se inicia la elaboración en la ciudad, de mobiliario y objetos de arte para las iglesias de las nuevas misiones. El 10-04-1666, cinco caciques chaymas, enviaron una carta en su lengua, al Papa Alejandro VII (“Mapanone Patre…”.), prestándole obediencia y alabando el trabajo de los misioneros capuchinos[43]. El Capitán General don Sancho Fernández de Angulo, comunica al Rey, el 19-09-1671, que la fuerza de Santa Cathalina de Alexandría se encontraba en ruinas y que había construido al lado de la Iglesia Parroquial, un castillo en honor de Santa María de la Cabeza[44].
El 04-06-1672, la Junta de Guerra de Indias, decidió enviar un ingeniero a la ciudad, para evaluar el fuerte de Santa María de la Cabeza, y la ruina en que estaban los fuertes de San Antonio de Padua y Santa Cathalina de Alexandría[45]. En 1681, se notifica al Rey, que el maestro de albañilería y cantería, don Diego Matheo, se encargaría de la construcción de la nueva fortaleza de San Antonio de la Eminencia, las obras se iniciaron el 28-11-1682 y culminaron en 1689[46]. El Capitán General don Juan de Padilla Guardiola y Guzmán, informó a S. M., el 25-02-1682,  que se había allanado completamente un cerro que tenía al sur el Castillo Santa María de la Cabeza, para darle mayor seguridad[47]. El terremoto del 04-05-1684 de mayo, destruyó la Casa de los Gobernadores, se desplomó lo que quedaba del viejo Castillo San Antonio, y causó daños al Castillo Santa María de la Cabeza y a la Iglesia de Nuestra Señora Rosario, de los padres dominicos[48]. El Gobernador don Gaspar del Hoyo Solórzano, escribió a S. M., el 10-07-1694, de lo pernicioso que era en la ciudad y la Provincia, el aguardiente de caña de azúcar llamado Tacire[49].


Siglo XVIII.

 El 20-05-1701, el Gobernador don Joseph Ramírez de Arellano le escribe al Rey don Phelipe V de Borbón, informándole que ya estaba terminada la construcción de la nueva iglesia de Nuestra Señora del Rosario[50]. El 21-05-1701, Ramírez le informó a S. M.,  que había gran necesidad de desviar el río Manzanares, que atraviesa la ciudad, para poder así, evitar las inundaciones[51]. El 16-06-1702, el Gobernador comunicó a S. M., que había construido el Reducto de San Joseph en el Barrio Chiclana[52]. El Rey don Phelipe V, agradeció el 03-02-1710, al Gobernador don Alberto de Bertodano, por haber reconstruido la Iglesia Parroquial, y haber colocado el Santísimo Sacramento, el Domingo de Ramos del año anterior de 1709[53].
El misionero capuchino de Cumaná, Fray Lorenzo de Zaragoza, el 31-07-1725, el Real Consejo de Indias, aprobó la publicación del libro de “Doctrina Cristiana en Lengua Chayma”[54]. En 1727, en la sacristía de la iglesia parroquial, el Pbro. don Phelipe Martínez, funda la Cátedra de Gramática Latina[55]. El Obispo don Francisco Pérez Lozano, decide en 1741, la erección canónica y concede renta para el sostenimiento del docente de la Escuela de Gramática y Latín, en la Casa Parroquial[56]. La Real Cédula del 04 de abril de 1744, ordena la construcción de la casa del Ayuntamiento de la ciudad[57].
En 1751, se encuentra en la ciudad el botánico Pedro Loefling. En 1752, el Obispo don Francisco Julián Antolino erige el Real Colegio Seminario Tridentino Santa Inés[58], con rentas directas de la Corona, con sede en el Convento de San Antonio de Padua, de los padres dominicos[59]. El Capitán General Gual y Pueyo, hizo la Visita General en 1754[60]. El Gobernador don Matheo Gual y Pueyo, escribe el 04-10-1756, comunicando que bajo sus providencias se ha hecho un camino Real entre las ciudades de Santa Inés de Cumaná y San Christóbal de los Cumanagotos, que atravesaba toda la serranía de Santa Fe, habiéndose concluido también el nuevo edificio del Real Cabildo, con la cárcel en sus instalaciones [61].
El 24-12-1759, la Cátedra de Gramática Latina, adquiere carácter Real, que concede el  Rey don Carlos III[62]. En el año 1761, Capitán General Don Joseph de Diguja y Villagómez, hizo Visita General de Nueva Andalucía[63]. En 1764, fuerte epidemia de viruelas que causó muchas muertes[64]. En 1765 el Hospital Santa Inés era deficiente para acoger a los enfermos[65]. El Capitán General  don Pedro Joseph de Urrutia Ramírez de Guzmán, comunica al Rey el 03-06-1766, que había concluido la construcción del puente sobre el río Manzanares, que une esa ciudad con el pueblo de Nuestra Señora de Altagracia[66]. El 21-10 hubo un gran terremoto que dejó maltrecha la ciudad[67]. Las obras de la nueva Iglesia Parroquial se iniciaron en 1767, en la nueva Plaza Mayor, en el Barrio de El Toporo, al frente del nuevo Cabildo[68].
En 1769, Pbro. Br. don Blas de Rivera Serrano, funda las cátedras universitarias de Filosofía y Teología Moral[69]. El 30-09-1771, el Gobernador don Pedro Joseph de Urrutia y  el Pbro. don Antonio Patricio de Alcalá y Centeno, proceden a trasladar el pueblo de indios Waykeríes de Nuestra Señora de Altagracia, en el Salado, hasta el frente del puente, y se procedió a construir una nueva iglesia parroquial, terminada en 1774[70]; El Pbro. Dr. don Sebastián Joseph de Conde, pidió licencia al Rey don Carlos III, para construir la Iglesia de la Divina Pastora en el Barrio de Chiclana[71], en 1775, ese año el Pbro. Fray Christóbal de Quesada y Arias, funda el Convento de Nuestra Señora de la Merced[72].
Por Real Cédula de 08-09-1777, se separan las provincias de Venezuela, Cumaná, Guayana, Maracaibo, Margarita y Trinidad, del Virreinato de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada y son agregadas a la nueva Capitanía General de Venezuela, Don Máximo du Boucher pasa a ser el primer Gobernador Intendente de Cumaná. Construye la Residencia de los Gobernadores[73]. Doña María de Alcalá en 1778, funda la Escuela para Niños[74]. El 20-09-1782, el Rey decidió establecer como fundación Real las clases mayores (universitarias) del Real Colegio Seminario[75]. El Pbro. don Antonio Patricio de Alcalá y Centeno, fundó en ese año, el Hospital de Nuestra Señora de la Caridad, para los pobres e indios trabajadores, en una casa de su propiedad que fue adaptada por el ingeniero don Casimiro Izaba[76]. Por Orden Real del 26-01-1786, fue comprado el palacio de don Juan Joseph Castro, vecino a la Ermita del Carmen, para sede del Real Seminario Conciliar[77]; entre ese año y 1788, estuvo en la ciudad el botánico austríaco Nicolás Joseph Jacquin. A partir del 20-05-1790, Cumaná pasa a formar parte de la Diócesis de Santo Thomé de Goaiana[78]. El Pbro. don Francisco Joseph García del Águila, en 1791, eligió como sede de la capellanía castrense, a la Ermita de Nuestra Señora del Carmen[79]. El Gobernador don Vicente Emparan y Orbe, informa a S. M. en 1793, que inicia una serie de obras públicas en la ciudad, entre ellas la Real Aduana y reforzamiento del puente, y construcción edificios públicos e iglesias, y restaurando el Palacio de Gobierno[80].
El 08-09-1794, la Divina Pastora de las Almas es declarada Co-Patrona de la ciudad[81]. En 1795 se construye el nuevo edificio del Hospital, el Padre Alcalá dona su hacienda y capilla, para hospicio a los capuchinos[82], y el 03-02, nace Antonio Joseph de Sucre. Cédula Real del 27-05-1797, para continuar las obras de la Iglesia Parroquial y se encarga al ingeniero don Casimiro Izaba[83]. El 16-07-1799, llegan a la ciudad Alexander Von Humboldt y Aimé Bompland y se concluye la Iglesia de la Divina Pastora[84].


LA CIUDAD EN LOS SIGLOS XIX Y XX. 

Existe una gran cantidad de textos publicados, que tratan la Historia de Cumaná. No existe un compendio de datos, ni unidad de criterio en conceptos fundamentales, la información se nota desordenada en algunos casos y la falta de conocimiento de las fuentes. Se nota una fuerte tendencia a repetir lo que otros han dicho antes y  algo de descuido en la investigación.
Son textos básicos para el entendimiento de la historia cumanesa: Historia de la Nueva Andalucía, de Antonio Caulín; El Consectario de la Ciudad de Cumaná, del Pbro. Antonio Patricio de Alcalá y Pedro Elías Marcano; Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, del Pbro. José Antonio Ramos Martínez y Fray Cayetano de Carrocera; Orígenes Históricos de la Ciudad de Cumaná, e Historia de las Fortificaciones de Cumaná de José Mercedes Gómez; Historia de la Provincia de Cumaná, de Francisco Javier Yanes y José Mercedes Gómez; datos para la Historia de la Educación en el Oriente de Venezuela, de Manuel Peñalver Gómez; Periódicos y Revistas de Cumaná, de Ignacio Rodríguez Mejías, Evocaciones y Recuerdos, y Cumaneses Ilustres de Alberto Sanabria, La Evangelización del Oriente de Venezuela y Constituciones Pastorales de los Obispos de Puerto Rico, de Fray Álvaro de Huerga, El Colegio Nacional de Cumaná 1834-1857, de José Millán, La Casa de Sucre, de Emanuele Amodio, y otros de publicación pasada o reciente.
De estos textos podemos presentar la Historia de Cumaná desde el 1800 hasta la segunda mitad del siglo XX.


SIGLO XIX.

En 1800 llega a la ciudad el estudioso francés François Depons. Don Manuel Joseph de Cajigal, es Gobernador Capitán General Intendente de la Nueva Andalucía en 1804; se revitaliza la autonomía de la Capitanía General, que había sido suspendida en 1777. El 27-04-1810, la ciudad reclamó los derechos de Fernando VII y la independencia del colonialismo francés, el Real Cabildo asume la responsabilidad y pide la renuncia al Capitán General Eusebio Escudero, que es deportado; toman el poder: Vicente de Sucre y el Dr. José María Vargas.
En 1811, la Junta Suprema de Gobierno de Cumaná, la presidía Vicente de Sucre y Urbaneja, el Pbro. Diego Bottino y Joseph Leonardo Alcalá, y se crea la Provincia De Cumaná, republicana. Las imprentas son traídas por Manuel Joseph  y Francisco Esteban Ribas, y ese año aparecen  los periódicos: El Patriota Venezolano y El Patriota Cumanés.
El 11-05-1812, el Poder Legislativo decreta que el Real Monasterio de Nuestra Señora de las Aguas Santas, será sede de la Universidad de Cumaná, su rector será el Dr. Mariano de la Cova. La Junta Suprema de Gobierno de Cumaná, ese año, estaba presidida por Joseph Miguel Alcalá, Vicente de Sucre y Joseph Ramírez.
En agosto, Nueva Andalucía vuelve al poder realista. Al caer de la I República, asume como Gobernador del régimen francés, Emeterio Ureña, que trató benévolamente a los  patriotas. Ureña fue denunciado ante Monteverde, y éste, envió a Francisco Javier Cervériz, que brutalmente persiguió y torturó a los presuntos patriotas.
Ureña protestó y no fue escuchado en sus reclamos, lo cual le valió ser desautorizado.
El 03-08-1813, Joseph Francisco Bermúdez invade la ciudad, para liberarla. En 1814, los cumaneses se unen a los venezolanos para luchar en común por la independencia, bajo el liderazgo de Simón Bolívar. Llegan a la ciudad muchos desplazados, huyendo de Santiago de León de Caracas, por temor a las represalias de las tropas imperialistas.
El 25-08-1814, llega Bolívar a la ciudad y parte el día siguiente, con Santiago Mariño. Joseph Thomás Boves, vence a Manuel Piar en la Sabana del Salado, toma la ciudad y el 16-10-1814, realiza una terrible masacre, aún dentro de los lugares de culto, donde los desmanes alcanzaron un grotesco nivel. Juan Cini, fue el último Gobernador del régimen francés. Thomás de Cires, fue el primer Gobernador de la restauración monárquica española, desde agosto y demolió el Barrio de Chiclana con la Basílica de la Divina Pastora, y muchas residencias de patriotas. El Estado republicano de Cumaná, se crea el 28-05-1817, y cambia a Provincia de Cumaná (republicana), el 16-10-1817. Entre 1817 y 1821, los líderes patriotas: Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez, Antonio José de Sucre y Rafael Urdaneta, trataron de liberar la ciudad, de los realistas. En 1821, Bolívar asignó a Bermúdez la labor de liberar a Cumaná. El 16-10-1821, vence Bermúdez y capitula el último Gobernador hispano, Joseph Caturla, en la Casa Fuerte, sellándose la independencia de la Nueva Andalucía.
Uniéndose a la República de Colombia. Fue nombrado nuevo Gobernador de Cumaná, Diego de Vallenilla y en octubre, asumió la Gobernación, el Lic. Joseph Grau. 
En esos años aparecen los periódicos: El Indicador del Orinoco, El Argos, El Republicano de Cumaná y El Centinela de la Libertad. Se crea el Departamento del Orinoco con capital en Cumaná, su Gobernador es José Francisco Bermúdez. Luego se crea el Departamento Maturín con capital en Cumaná.
En 1823, el vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, decreta el Colegio Nacional de Cumaná, de estudios superiores. En 1825, llega un grupo de inmigrantes escoceses.
 En 1827, Miguel de la Torre, Gobernador Puerto Rico, envía fuerzas realistas para retomar a Cumaná, pero es rechazado contundentemente.
 Hacia 1828, aparecen los periódicos: El Cacolín Solitario y El Amigo del Pueblo. La Provincia de Cumaná, se crea el 13-01-1830, con Cumaná como capital, y aparecen los periódicos: El Sol y La Trompeta. En 1831, llegan los inmigrantes canarios.
Páez suprime los fueros eclesiástico y militar, son expropiados los bienes eclesiásticos de la ciudad; en diciembre es asesinado Bermúdez frente a su casa, en la calle San Carlos. Entre 1832 y 1848, llega a la ciudad un numeroso grupo de inmigrantes italianos, corsos, neogranadinos, ingleses y alemanes. José Antonio Páez, decreta nuevamente el Colegio Nacional de Cumaná el 28-02-1834, y nombra como rector a Andrés Level de Goda; se clausura el Real Seminario Santa Inés y es reabierto en Puerto España.
En 1835 aparece: La Revista Oriental; Cumaná proclama a Monagas como  jefe supremo y rechaza a Vargas como presidente. La Capitanía General de Nueva Andalucía y la Provincia de Cumaná, son reconocidas por la Reina Isabel II, y por el Gobierno Español, como independientes de su autoridad, el 26-03-1845. La Escuela de Medicina de Cumaná es creada en 1850, y sobresale el científico-profesor Luis Daniel Beauperthuy. El 15-07-1853, un terremoto destruye algunos edificios de la ciudad, cesa la Universidad y sólo prevalece la educación media, dirigida por el historiador Pbro. José Antonio Ramos Martínez y el Dr. José Silverio González Varela. Llegan emigrantes italianos, corsos, españoles, ingleses, portugueses y alemanes. Se crea la nueva Provincia De Cumaná el 23-04-1856, con Cumaná como capital. La Gaceta Oficial Nº 57 del año 1857, informa que el Dr. Beauperthuy ha descubierto en sus investigaciones en Cumaná, al agente trasmisor de la fiebre amarilla.
El Estado Cumaná se crea el 14-08-1859, El Estado Nueva Andalucía el 27-12-1863, el Estado Cumaná el 22-04-1864, el Estado Nueva Andalucía el 01-12-1864 y el Estado Cumaná el 12-05-1869, siempre Cumaná es la capital. Comienzan a llegar grupos de libaneses y sirios.
Durante esa segunda mitad del siglo XIX, se publican los siguientes periódicos: El Manzanares, La Penca, El Correo, El Anticorreo, La Mosca, El Torrente, El Republicano, El Teléfono, El Meteoro, El Independiente, El Cumanés, El Látigo, El Tribuno, El Mentor, La Federación y El Independiente.
Se crea el Gran Estado de Oriente el 30-04-1879. El Estado Bermúdez es creado el 27-04-1881. Se crea la Sociedad de Historia de Cumaná y la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión. 
Luego surgen las publicaciones: El Álbum Lírico, La Poliantea, La Instrucción Pública, La Escuela Normal y la Voz del Patriotismo; también los siguientes periódicos: El Cumanés, El Doctrinario, La Libertad, La Mayoría y El Hijo del Pueblo.
Llegan muchos emigrantes de las Antillas, en especial de Puerto Rico; siguen llegando inmigrantes europeos, especialmente italianos, corsos y españoles.
El Estado Sucre se crea el 09-12-1898, y El Estado Cumaná se crea el 28-10-1899, ambas entidades con capital en Cumaná.
A principios del nuevo siglo aparecen las revistas literarias y culturales: Broches de Flores, Pléyades, Pluma y Tinta, Anales Patrios y Arte y Ciencia, también son publicados los siguientes periódicos: La Voz de Oriente, El Yunque, El Satiricón, El Regional, Uno y Catorce, y La Constitución.


SIGLO XX.

El nuevo Estado Sucre es del 29-03-1901. El Estado Bermúdez se crea el 27-04-1904, con sede de facto en Cumaná..
          A partir de 1908, llega muchos inmigrantes a la ciudad, hasta finales de los años 80, especialmente: italianos, españoles, colombianos, portugueses, libaneses y   norteamericanos. El Estado Sucre es decretado el 05-08-1909, y pasa a depender directamente del Ejecutivo Nacional de los Estados Unidos de Venezuela.
Durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, se publicaron los periódicos El Heraldo y El Renacimiento, y las revistas: Memorias de la Junta de Historia, Patria y Raza, Arte y Ciencia, El Iris, Ritmo e Ideas, Prometeo y Orión; también se publicaron periódicos de tipo cultural: A Águila, El Asteroide, Ecos de Sucre, Lucifer, Lumen y Filarecio.
A partir de 1920, se inicia la llegada de inmigrantes anglo-francoparlantes, desplazados de las Antillas, a las periferias de la ciudad.
El 12-10-1922 se crea la Diócesis de Cumaná y su primer Obispo es el Siervo de Dios, Mons. Sixto Ramón Sosa Díaz, luego llega a la ciudad para encargarse del Hospital Alcalá, la Beata Candelaria de San José.
El 17-01-1929, un fuerte terremoto sacude la ciudad y causa destrozos, las víctimas fatales son pocas; se desploman la Catedral, el Teatro de la Opera y el Museo Sucre, entre otros tantos edificios.
En 1930 es inaugurado el nuevo Palacio de Gobierno y el Parque Bolívar, después de demoler las edificaciones pre-existentes en ambas cuadras. En 1935, la Federación de Estudiantes de Venezuela en Cumaná, publican los periódicos: Patria y La Voz del estudiante.
En 1936 se crea el Liceo Antonio José de Sucre, cambiándole la denominación al Colegio Nacional de Cumaná. El 31-01-1940, muere en el Colegio del Carmen, la Beata Candelaria de San José. El 03-02-1945, para el 150 aniversario de nacimiento de Sucre, el presidente Isaías Medina Angarita inaugura una serie de edificaciones monumentales en toda la ciudad.
La Junta de Gobierno que presidió Edgard Sanabria, creó por decreto la Universidad de Oriente en Cumaná, el 21-10-1958. Se funda el Museo Antonio José de Sucre Gran Mariscal de Ayacucho, en 1974.


LA CIUDAD DE CUMANÁ. EQUIPAMIENTOS.

Los primeros servicios que tenemos en la ciudad, se presentan en los que prestaban los frailes franciscanos observantes a partir de 1515. Ellos construyen un Monasterio que los albergaba como vivienda y donde poder colocar todos sus enseres y materiales de trabajo.
Construyeron un horno para fabricar cal, y poder dar mayor resistencia a las construcciones que debían edificar. Se levantó una Iglesia con calidad de ser Parroquial bajo el patrocinio de San Francisco, lo cual quiere decir, que desde un principio no era de medidas reducidas, debido a que desde entonces había rumores, que según diligencias del Rey Fernando el Católico, y después según disposiciones del Cardenal Cisneros, podría ser elevada a Catedral, como en realidad sucedió en 1520, aunque no fue tomada en posesión por el obispo elegido.
En el centro poblado existía una escuela de primeras letras con un internado para unos 40 niños nobles, hijos de los caciques Waykeríes y que luego se abrió para otras etnias.
En torno a estas edificaciones misionales, se construyeron viviendas nuevas para los nativos cristianos, bohíos de los que ya habitaban allí y las casas de los castellanos que empezaron a vivir allí.
A partir de 1523, se edifican las nuevas viviendas de Nueva Córdoba, probablemente muy similares a las de Santiago de Nueva Cádiz, ya que el fundador de la nueva ciudad unida al pueblo misional, era el rico comerciante genovés Giacomo di Castiglione, fundador y civilizador de la ciudad cubaguense.
Se construye el Castillo de Santa Cruz de la Vista, lo cual requiere de muchos servicios, como viviendas para la tropa y oficiales reales, carpintería, talleres de picapedreros, bodegas, oficinas para las autoridades castellanas, casa para el Alcaide, lugar donde vivir la servidumbre y los trabajadores que enviaban agua y otros insumos a la isla de Cubagua, negocios de comercio, taberna, casas para los agricultores, etc.
En 1548, se repara el techo de madera y tejas de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, lo cual quiere decir, que ese trabajo de cubierta se hizo alrededor de 1528, cuando la Parroquial pasó de llamarse, de San Francisco a Nuestra Señora del Carmen, lo cual no es raro, porque esa devoción de la Virgen María estaba en esos años, en el punto más alto de devoción entre los genoveses y los castellanos.
Esto da a entender que en ese momento se ha elevado el nivel económico de los vecinos. Después del terremoto de 1530, se hacen reparaciones en la fortaleza, que había colapsado en parte, y se siguieron dando los servicios, aún en los momentos de asperezas con los cubagüeses.
En las secciones de Indiferente y Contaduría del Archivo General de Sevilla, podemos ver la documentación administrativa que produjeron los diferentes oficiales reales de Nueva Córdoba, desde 1530 hasta finales del período hispánico.
Del año referido hasta 1562, cuando llega Fray Francisco de Montesinos a la ciudad, hay cuentas de pago a carpinteros, recibos de alquileres de casas, particularmente, alquileres a oficiales reales, el sueldo de éstos, reparaciones o construcción de viviendas, pago de impuestos, atarazanas, almacenes para los trenes de pesca y salazón, etc., que nos dan a entender la vida normal de una población del siglo XVI.
 Con la llegada de Montesinos, se reúne al pueblo en la plaza de la Iglesia del Carmen, y se crea el Cabildo en la mejor casa de la ciudad y luego se construye su sede en la plaza de la ciudad, aparte de que se diversifica el oficio de los oficiales reales y la Real Hacienda, que debe tener su propia sede.
Cuando Diego García Fernández de Serpa, regresa a Nueva Córdoba en 1569, reúne a las autoridades en la plaza mayor, entre la Iglesia Parroquial del Carmen y el Cabildo, para anunciar su nuevo cargo de gobernante y la nacionalidad recién creada por el Emperador.
Serpa diseña nuevas calles, porque ha traído colonos desde Andalucía y Castilla, que necesitan viviendas y lugares donde ejercer sus oficios.
Con Serpa también llegan familias aristocráticas, que requieren de ciertos servicios especiales. Parte del ganado que se encontraba en la isla de Cochen, es llevado a Cumaná para su crianza y luego será trasladado hasta la región de Santa Marta y Cartagena de Indias, lo cual implica la aparición de otros servicios.
Cuando Pedro García Camacho traslada la ciudad entre 1579 y 1582, al lugar de mayor resguardo, donde ahora se encuentra el Centro Histórico y que constituyó por más de tres siglos el Barrio de Santo Domingo, la ciudad deja de ser costera para ser fluvial y se construyen nuevos: Plaza Mayor, Cabildo, Iglesia Parroquial y Casa Parroquial, Oficinas Reales, Gobernación, Casa de Gobernador, casas de Alcaldes, Cuartel, etc., y las viviendas de los vecinos, todo lo cual sería probablemente de barro y paja, por lo pronto que se hizo todo. Pocos años después, los cofrades del Carmen construyen su ermita en las afueras de la ciudad.
A finales del siglo, los  dominicos y franciscanos conventuales construyen sus conventos en los extremos de la ciudad, aunque los conventuales lo hacen sin licencia, apoyados por el Cabildo, porque el rey Phelipe II, les había prohibido fundar en Ultramar, a menos que se pasaran a la reforma Observante, promovida por el Rey. 
En 1595, los servicios de la ciudad colapsan debido al ataque y saqueos de los ingleses, aunque son repelidos por los vecinos.
A partir del 1600, los cumaneses mejoran económicamente y los miembros de la aristocracia empiezan a mejorar sus viviendas.
 A partir de 1612, se edifican nuevas casas para la Real Hacienda, y ya está construido el Castillo de Santa Cathalina de Alexandría en la costa.
Las cofradías de la Parroquial y de los conventos, inician a construir sus casas de hermandad, con sus capillas o ermitas, especialmente la Ermita del Dulce Nombre de Jesús.
En 1625 hay Cabildo, Cárcel y Carnicería nuevos en la Calle de El Medio. Después del terremoto de 1629, se trabajó por reparar los daños causados y se empezaron a construir viviendas nuevas. Los franciscanos conventuales se unen a la reforma y pasan a ser Observantes, lo cual le dará legitimidad a su fundación.
 En esos años se construyeron las iglesias parroquiales del Socorro y Altagracia en los pueblos de Waykeríes vecinos de la ciudad, pertenecientes al Obispado de Puerto Rico.
En 1641 se ha restaurado la Iglesia Parroquial, que ahora se intitula de La Purificación de Nuestra Señora o Candelaria, y los observantes comienzan a mejorar su monasterio, que ahora es totalmente legal y ha recibido Cédula Real de reconstrucción.
En 1649, ya se había construido el viejo Castillo de San Antonio de Padua, con adobes. Surgen nuevos oficios a partir de 1656, debido a que hay que dotar las misiones e iglesias de las misiones de los observantes y después de los capuchinos, surgen en la ciudad: talleres de orfebrería, carpintería, ebanistería, pintura, escultura, etc.
A los padres capuchinos, llegados a la ciudad hacía pocos años, les son donadas cuatro casas en la calle de San Carlos con la de El Comercio, en 1657, detrás del antiguo Cabildo, para que fundaran un convento; y en la esquina de la calle de El Comercio, ellos construyen la Capilla dedicada a Santa Inés (luego será sede de una Cofradía) y el resto de las casa será el Convento de San Diego de Alcalá, que un siglo después pondrán a la venta para hacer un Hospicio en Santa María de los Ángeles del Guácharo, y después de vendido, se arrepentirán de la mala decisión.
En 1671, se termina de construir el Castillo de Santa María de la Cabeza y en 1689 el de San Antonio de Padua y la Casa de la Gobernación.
El Cementerio Parroquial queda delimitado por la Parroquial y el Castillo Santa María, y el Cementerio de Herejes y Apóstatas queda fuera de las murallas cercanas al lado sur de ese castillo.
Debido a que la Parroquial quedaba al lado del nuevo castillo, planean demolerla y se plantea construir una nueva en el extremo después de la Plaza Mayor; se construye una Iglesia matriz provisional con el mismo nombre, que nunca reemplazó a la antigua, pero cumplió con funciones parroquiales, ya que su existencia forzó a nombrar dos párrocos y cuatro tenientes de cura para la ciudad. 
En 1701, se ha terminado de construir la nueva Iglesia del Santísimo Rosario, al lado del convento de San Antonio de Padua, de los padres dominicos, y se construyen casas en lo que se llamará Barrio de San Francisco, para los artesanos.
En 1702 ya estaba terminado el Reducto de San José o de la Candelaria y la ciudad se encontraba amurallada y terminada la puerta de la ciudad a modo de bisagra, llamada La Bisagra de Chiclana.
En 1710, la Iglesia Parroquial de La Purificación de Nuestra Señora, se encuentra restaurada y eso le ha valido al Gobernador don  Alberto de Bertodano, que el Rey le haya escrito una carta de felicitaciones, por los buenos comentarios que le habían llegado a la Corte, con respecto a su labor.
Ya existe la Capilla del Calvario y la Capilla nueva de San Antonio Abad. A partir del año 1751, el Gobernador don Matheo Gual y Pueyo. Durante su gobierno, al sur de los espacios de la nueva Plaza Mayor en el Barrio el Toporo, se propone construir el nuevo Palacio del Cabildo con la Cárcel, y entre la Plaza del Mercado y la Plaza Mayor, el Palacio de la Capitanía General. Se construye la Casa Fuerte en la Boca del Río.
Importantísima obra de ingeniería para la ciudad, debida a Gual, fue la construcción del Camino Real que comunicaba a Santa Inés de Cumaná con la ciudad de San Christóbal de los Cumanagotos, en Nueva Barcelona.
Hacia 1760, existe un Hospital llamado Santa Inés, que luego sirvió para albergar a los enfermos de la epidemia de viruelas que diezmó toda la Capitanía, en el año 1764.
Según los Autos de la General de la Visita de 1761, que realizó el Gobernador, el Coronel don Joseph Diguja y Villagómez, expresaba que en la ciudad ya no había edificio del  Cabildo, ni de la cárcel. Se queja que no hay escuela pública para los niños y la Cátedra de Gramática Latina, se encontraba suspendida.
En el 1763, llegó la Expedición Secreta, enviada por el Rey, para estudiar problemas de defensa y límites. Se erige la Ermita de Santa Catalina de Siena, al norte de la ciudad, y se restaura el Palacio de la Vicaría Superintendente del Obispado de Puerto Rico, en la Calle San Luis Rey.
El Gobernador don Joseph de Urrutia, en 1766, construye el Puente sobre el Río Manzanares, vinculando las dos riveras, y uniendo así, la ciudad con el pueblo de Altagracia, por medio de una nueva calle llamada La Marina.
Después le correspondió a Urrutia, hacer reparaciones, reconstrucciones o construcciones en toda la ciudad debido al terremoto de ese año.
En 1767 se iniciaron las obras para construir una nueva Iglesia Parroquial en la nueva Plaza Mayor al frente del Cabildo, las cuales prosiguieron lentamente y con muchos problemas, debido a sus dimensiones, donde trabajaron los ingenieros Bartholomé Amphoux, Antonio Perelló, y Casimiro Izaba entre otros.
Se inició la construcción del nuevo Palacio del Cabildo con la Cárcel,  el Palacio de la Capitanía General. Se levantan paulatinamente, algunos suntuosos palacios en el Barrio de Chiclana, especialmente por parte de los comerciantes catalanes y las familias aristocráticas que se van mudando al nuevo urbanismo, donde tienen o tendrán sus sedes las Compañías: Guipuzcoana, de Barcelona y de Filipinas.
En 1771, Urrutia se encargó de trasladar el pueblo de Altagracia, hasta le sabana que estaba al frente del puente nuevo, a un lado de la Calle La Marina.
En 1774, se inauguró la nueva Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia de Leales Waykeríes, en la plaza mayor del pueblo nuevo.
 Después de haber tenido problemas en su Orden Mercedaria, en Santiago de León de Caracas, Fray Christóbal de Quesada y Arias, regresa a su ciudad natal con un grupo de hermanos de la orden, y en su casa de la Calle El Carmen, funda sin licencia de la orden, el Convento de Nuestra Señora de la Merced.
Don Máximo du Boucher, a partir de 1778, construye el nuevo Palacio de los Capitanes Generales en la Plaza del Mercado y se construye la Batería de la Boca.
Ese año, doña María de Alcalá, manda a construir una casa en la calle del Toporo, luego Emparan, y funda allí la Escuela pública para Niños, sostenida por ella misma, aunque después buscó la ayuda Real para su sostenimiento.
 Ya existe la Ermita de la Cofradía Nuestra Señora de Altagracia en la Calle La Marina y la Capilla de la Cruz de la Misericordia en la Plaza de los Waikeríes.
En 1782, el padre Antonio Patricio de Alcalá funda el Hospital de Caridad, para las personas particulares y pobres que no pueden asistir al hospital militar, en tres casas vecinas de su propia vivienda, las cuales fueron acondicionadas para tal fin por el ingeniero Casimiro Izaba, que también construirá la Real Aduana en la Plaza del Mercado.
En 1786, se hacen modificaciones al palacio Castro, para albergar el Real Colegio Seminario Conciliar Santa Inés, con sus clases universitarias; la vecina Ermita del Carmen es reparada, y se convierte en la Capilla del Seminario, la cual en 1791, se convierte en Iglesia Castrense, y por lo tanto,  se le hicieron  nuevas reparaciones.
Entre 1792 y 1804, el Gobernador Intendente don Vicente Emparan y Orbe, concluyó el nuevo Real Hospital de Nuestra Señora de la Caridad en 1795, la Iglesia de la Divina Pastora de las Almas en Chiclana. Reconstruyó Palacio de la Gobernación en la calle de El Paraíso y el Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza del Mercado.
Emparan realizó un buen número de obras públicas en la ciudad, especialmente después del terremoto de 1797, pero en Santiago de León era mal visto, y tuvo muchos inconvenientes y fuertes desencuentros, porque se le tildaban de liberal.
Emparan construyó: la Casa de la Moneda en la Plaza de Santo Domingo, el Cuño en el Callejón Viejo (luego del Cuño) en el 97, la Iglesia de la Santísima Trinidad en la Calle Larga en 1800 y la nueva Capilla de la Cofradía de Santa Inés en la Calle San Carlos, el Cuartel de Veteranos de Infantería en la Calle de la Paz del Toporo, El Teatro de la Ópera al lado del Cuartel, la Muralla para evitar las inundaciones del Manzanares, el trazado urbanístico de las calles del Puente y del Río, la modernización del Puente, que luego se llamarán Emparan, el Fuerte de San Fernando Rey en Chiclana, el Castillo de San Carlos Borromeo, la Plaza del Toporo y la Capilla de la Paz, el nuevo Cementerio Parroquial en el Cerro de Santa Bárbara, la Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro San Julián (La Línea), el Fuerte de Aguas Santas y los fortines de San Justo y San Julián, en los cerros de los mismos nombres. 
En 1799, se le cambió el nombre a la Parroquia y se le denominó Santa Inés, y la Iglesia Parroquial se volvió a llamar Nuestra Señora del Carmen.
En 1804 se retoma la dignidad de la Capitanía General. Durante el período de la independentista, la ciudad sufrió grandes mutilaciones en su urbanismo, se construyeron varias baterías y se habilitaron edificios civiles como cuarteles u hospitales, siendo muchos de ellos provisionales.
Para las nuevas instituciones creadas por un bando u otro, durante la guerra de independencia, se usaron edificios preexistentes, sólo se construyeron, una que otra batería provisional.
  La edilicia da pasos discretos en la ciudad, casi abandonada y en ruinas, sólo después del año 1821, debido al cambio político territorial y a la llegada de los emigrantes europeos, que empiezan a habitar las viviendas y otras edificaciones abandonadas o que les son entregadas por las autoridades del Estado, ya que sus dueños originales habían desaparecido sin dejar sucesores. Se inició una etapa de restauración edilicia, con muy pocas construcciones nuevas.

EL PATRIMONIO URBANO PERDIDO Y LO QUE QUEDA.

            El Patrimonio Urbano de la ciudad de Cumaná, ha pasado por una movida cantidad de circunstancias, que han hecho, que gran parte de él haya desaparecido en el transcurso de los años y de los siglos. Debemos entender que en el arco de 500 años, muchas cosas suceden.
            Uno de los protagonistas de la historia y sobre el que recae la culpa de lo que ha desaparecido, es el terremoto. Según lo que hemos estudiado y viendo los datos históricos que nos dan las fuentes y los textos impresos de tipología histórica, nos damos cuenta, que las edificaciones que han colapsado en Cumaná, durante los diferentes terremotos que ha sufrido, son aquellas que estaban mal construidas, abandonadas, que ya estaban en ruinas, que pasaron mucho tiempo a la intemperie y luego fueron techadas o vueltas a techar, las que estaban en proceso de construcción, las que eran muy antiguas y no habían sido reparadas, y las que tenían materiales muy pesados en el segundo cuerpo y ya presentaban fallas estructurales.
Debido al terremoto de 1766, se dispuso que desde ese momento en adelante, se construyera con madera y bajareque con pretilado de mampostería y evitar el uso de adobes, cantería, y mampostería. Por lo cual suponemos, que los edificios que aún existen en esos materiales, son anteriores a 1766, aunque también sabemos, que cuando Emparan realizó su amplia obra edilicia en toda la ciudad, utilizó materiales fuertes y de calidad.
También hay que tener en cuenta, que las fachadas no eran voluptuosas como en otras partes del continente, porque según los testimonios de los visitantes extranjeros que llegaron a la ciudad en el siglo XVIII, a los cumaneses no les agradaba la ostentosidad. 
Aunque hay disposiciones edilicias en ese siglo, de no hacer portadas muy pesadas, ni gradas, previendo un terremoto y las víctimas que esos elementos pudieran causar. Pero, cuando vemos la historia particular de cada bien patrimonial que ha desaparecido, encontramos que el protagonista no es el terremoto, sino la mano del hombre destructor de la herencia que le ha dejado el pasado, por la ignorancia y la posterior falta de respeto a la Historia.
Muchos edificios sufrieron ciertos daños debidos a los terremotos, que pudieron ser reparados, pero se decidía demolerlos completamente y construir algo nuevo, que por lo general, no era ni de lejos, parecido a la calidad de lo que se destruyó y de eso abundan los ejemplos en Cumaná.
Es notable que la mayor cantidad de los edificios que han desaparecido, son aquellos de carácter religioso y gubernamental.
Durante el siglo XIX, hubo persecución hacia todo lo que tuviera relación con la Iglesia Católica, el estado liberal y masónico así lo proclamaba.
Como sucedió en toda Venezuela, a partir del inicio de la República en 1830, se sucedieron las expropiaciones de los bienes eclesiásticos. Muchas iglesias cumanesas fueron usadas para usos profanos después de ser vendidas a particulares, otras muchas quedaron abandonadas, otras sufrieron mucho durante las guerras, otras fueron demolidas y la gran mayoría cayeron bajo el poder de la mandarria, para dar paso, a nuevos proyectos edilicios, especialmente a plazas y calles.
Los antiguos edificios gubernamentales del período hispánico, por lo general se siguieron usando por parte de las nuevas autoridades, pero despojándolos de lodo elemento decorativo o arquitectónico que recordara el antiguo régimen.
 La mayoría de sus fachadas fueron arrasadas, para indicar el nuevo orden de las cosas, y cuando se construyeron nuevos edificios para las autoridades, los antiguos, aún teniendo en muchos casos, un enorme valor patrimonial, fueron demolidos.
Algunos autores y personas que se precian de ser especialistas, expresan que la falta de edificios monumentales o simplemente de cierta elegancia estilística, no se dieron en Cumaná, debido a su pobreza, al bajo nivel adquisitivo de sus vecinos.
Pero, ¿acaso Cumaná, no fue la capital de una provincia y también de una nacionalidad llamada Nueva Andalucía durante 300 años?, y una capital de ese tipo, tenía que ser tan pobre, que a pesar de eso ¿pudo construir edificaciones militares por toda la ciudad, para defender su pobreza?, ¿tan pobre, que no le permitió a sus vecinos mejorar sus viviendas o lugares de culto?
Cuando vemos los testimonios del material gráfico de las colecciones Zenaida Varela Mago, Luis José Espín y otras pertenecientes a particulares en todo el ámbito de la ciudad, nos damos cuenta, que eso no fue así.
Las grandes compañías comerciales del siglo XVIII, tuvieron su sede en el Barrio de Chiclana, allí muchos vecinos ricos de la ciudad, construyeron nuevas viviendas más lujosas y espaciosas que las de la ciudad antigua, para sus descendientes y para el retiro.
Ese barrio estaba protegido por fortificaciones con artillería en la serranía que tenía de fondo. En su centro estaba una gran iglesia del estilo moderno de ese momento, que era el centro espiritual de la ciudad, La Divina Pastora de las Almas, Patrona de los cumaneses, en la transición entre los dos siglos, y lugar donde los mantuanos criollos o no, se reunían para planear la separación de la Metrópolis, porque querían llevar ellos mismos, los destinos de su ciudad y de su nación neoandaluza.
El Barrio Chiclana poseía lo último en tecnología y bienestar para la época, por eso se le llamaba: el elegante y aristocrático Barrio de Chiclana, donde las damas lucían sus más elegantes y vistosos atuendos y los caballeros se paseaban en lujosos carruaje o sillas de manos.
Todas esas manzanas de casonas, palacios y edificios públicos de los vecinos ilustrados de Cumaná, fueron arrasados por motivos, supuestamente militares, en 1815. A partir de ese año, muchas residencias pertenecientes a los vecinos que estaban relacionados o se suponía que lo estaban de acuerdo con el proceso independentista,  fueron demolidas o usadas como baterías artilladas.
Debido a eso, se perdió un tercio de la ciudad, el de sus mejores construcciones, pero quedó el centro antiguo y el otro Barrio aristocrático, El Toporo, donde vivían las viejas familias aristocráticas cumanesas en nuevas residencias. Pero lamentablemente, ha sido el área que más ha sufrido por la edilicia del siglo XX y del que transcurre.
Después del terremoto de 1929, hubo otro factor que determinó la destrucción de parte del patrimonio urbano. Debido a la actividad que había logrado el Puerto de Cumaná en Puerto España (Puerto Sucre), y a los navíos que llegaban desde Estados Unidos de Norte América, se conocía que ciertas familias adineradas de ese país, que se encontraba en recesión económica, se daban el lujo de construir suntuosa residencias, que se decoraban con lujosos elementos decorativos o arquitectónicos antiguos, procedentes especialmente, de Europa y América Latina.
Esto hizo que, posteriormente al terremoto, “emigraran” a aquellas tierras: muebles, cornisas, columnas, portales, arquerías, escudos nobiliarios, pinturas, esculturas, y un ilimitado número de elementos comerciables, despojando a las edificaciones cumanesas, de su “empaque” decorativo, que le había dejado el transcurso de los siglos y que había sobrevivido a las guerras y a los terremotos.
Otro factor, fue el de la ayuda oficial ante el desastre natural. Debido a que el Gobierno de Juan Vicente Gómez, declaró el estado de emergencia de la ciudad y la ayuda económica a los ciudadanos que habían perdido sus  viviendas, algunas personas sagaces, hicieron entender a las autoridades caraqueñas, que muchísimas viviendas habían desaparecido convertidas en escombros, lo cual no era realmente cierto.
Muchas edificaciones que fueron declaradas totalmente destruidas, sólo tenían daños reparables, pero se dio la ayuda económica para solventar la pérdida total de algo que no había desaparecido, lo cual llevó a eliminar cualquier indicio que delatara la antigüedad del edificio. Esto hizo que las hermosas fachadas cumanesas, con pilastras, portales, delicados parapetos, gárgolas y yeserías, pasasen a ser: “lienzos en blanco”, porque desde ese momento pasaban a ser: nuevas.
A partir de los años 50 del siglo XX, se impuso la mentalidad, de que lo viejo hay que eliminarlo para hacer pasar la modernidad. Se impone la dictadura de lo parco y la enfermiza glaucofilia (pintar todo de blanco), que por ejemplo, dejó debajo de gruesas capas de pintura blanca, los frescos de Santa Inés, de la Catedral, de la Capilla de Cruz de la Unión y de muchas edificaciones del Centro Histórico, incluyendo los edificios gubernamentales. 
La moda de construir casas con platabanda y estructura de concreto, ha hecho que desaparezcan muchas viviendas de carácter patrimonial en todo el Centro Histórico, y fuera de éste, ya que el perímetro municipal que lo delimita no se corresponde con la ciudad antigua, y ha dejado por fuera una gran cantidad del patrimonio urbano, excluido de cualquier tipo de protección o consideración.
 Hemos visto algunas de las causas que han producido la desaparición del Patrimonio de la ciudad, que no son todas, debemos llegar a la reflexión, de que no debemos repetir los errores del pasado y preservar el patrimonio que queda.
Poseemos todavía la ciudad original del siglo XVI, entre la Iglesia Santa Inés y  la Calle Boyacá (de la Bisagra), y entre la Calle La Ermita y las calles Paraíso-Ayacucho (San Luis Rey), que en el pasado conformaron el originario Barrio de Santo Domingo.
El Barrio de Chiclana se desarrolló entre los siglos XVII y el XVIII, y se extendía desde la Calle Boyacá, hasta la el sector de La Copita-Av. Fernández de Serpa, y entre la Calle Bolívar (del Carmen) y la de Cochabamba (del Gran Poder).
Tenemos definido el Barrio de San Francisco, que se conformó en el siglo XVIII, desde el Castillo Santa María de la Cabeza, hasta la Calle Maestre (San Justo), y entre el Río Manzanares y la Calle de los Portales. 
El Barrio del Toporo, que también se formó en el siglo XVIII, se disponía entre las calles Paraíso-Ayacucho y la Calle Cochabamba, y entre las calles Boyacá-Niquitao- La Paz y el Río Manzanares.
El patrimonio que queda está en esas manzanas, que constituyeron los barrios de la ciudad antigua de Cumaná.
Luego se hará una larga enumeración, no perfecta de lo que ha desaparecido y de lo que aún existe. Pero hay que hacer notar, que por ser ésta una ciudad de 500 años de vida, no vamos a encontrar una gran cantidad de evidencias arquitectónicas o de otra índole, de una delimitada época o estilo.
 Los aportes de las diferentes épocas, hace que veamos una especie de visión ecléctica del patrimonio, que ha sido marcado a fuego, por el paso del tiempo
Como por ejemplo: el Palacio Guevara, que actualmente alberga una institución educativa privada, es una construcción que se encuentra levantada en uno de los espacios más antiguos de la ciudad, la Calle Bolívar, construida desde el siglo XVI.
Allí ha habido viviendas o esa vivienda, que han pasado por múltiples reparaciones, ampliaciones, disposiciones, etc. Su fachada es en general de líneas republicanas, pero las rejas de las ventanas y el portal que fue arrancado, son de finales del siglo XVIII.
El suntuoso cielo raso que recorre todos los espacios de la residencia, es de estilo Luis Felipe, de alrededor de 1840, la fuente monumental que se encuentra en el patio central, es de finales del siglo XVIII,  al igual que la pavimentación de ese patio, y los elegantes pilares y arcos rebajados de estilo rococó, que se distribuyen por los corredores y accesos.
Posee una biblioteca del período victoriano, de hacia 1865 y se conserva el pavimento de ladrillos hidráulicos donde estuvo la Capilla, de aproximadamente 1870, y en la terraza del Comedor, el pavimente es de alrededor de 1890.
Todos estos elementos nos dan a entender, que los inmuebles presentan muchos elementos que son testigos del pasado de la ciudad y nos hablan de la situación económico-social, costumbres, etc., de la familia que vivía allí y del ambiente que se desarrollaba alrededor de ese inmueble. Todo esto nos expresa la gran riqueza que espera  a todo aquel, que quiera conocer la historia de la vida cumanesa-neoandaluza.
Hemos tomado este ejemplo, sólo para ilustrar lo que podemos encontrar en los cientos de otros inmuebles, que se encuentran en el Centro Histórico de Cumaná, y también fuera su perímetro legal.
Es un fantástico legado para el futuro, el conservar el patrimonio que aún existe y darlo a conocer, aunque hay que reconocer, que es un pequeño asomo visual-intelectual, de todo lo que en el pasado existió y  que apenas estamos descubriendo, gracias a la investigación.


LA CIUDAD Y EL PATRIMONIO PERDIDO.
          
A pesar de que estamos celebrando los 500 aniversarios de la fundación de la ciudad debida a Fray Johannes de Gars en 1515, no poseemos una inmensa cantidad de edificios monumentales que  representen el transcurrir de esos siglos. Se nos ha dicho muchas veces, que eso se debe a los terremotos y a la pobreza de la ciudad, pero si vemos con detalle nuestra historia,  y lo que reflejan las fuentes escritas, gráficas y las pocas de tipo arqueológico, nos dicen todo lo contrario. Lamentablemente han desaparecido o no han llegado a nuestras manos, y menos al público en general, muchos testimonios sobre papel que poseían la Prof. Zenaida Varela Mago, el Bachiller Rafael Castro Machado, don Luis José Espín, don Pedro Elías Marcano, el Dr. José Silverio González, pero de lo poco conocido que ellos nos dejaron relatado, podemos decir, que todo lo que ahora no se ve, no es por culpa total de los terremotos. Del Real Monasterio de Nuestra Señora de las Aguas Santas (San Francisco), sólo queda parte de la fachada fernandina. Sufrió con el terremoto de 1853, la iglesia fue convertida en teatro, y hace más de un siglo estuvo allí una fábrica de jabones, que destruyó mucho para poder acondicionar los espacios, al  final, lo que quedaba fue destruido durante unos trabajos que al parecer, buscaban restaurar. La Capilla de la Venerable Orden Tercera Observante, al lado de la Iglesia conventual, fue demolida hacia 1860.
La Iglesia del Santísimo Rosario y el Convento de San Antonio de Padua de los Padres Predicadores, fueron demolidos en la década de 1880, y no sabemos por qué, en su lugar se encuentra ahora la Plaza Pichincha. La antigua Catedral en la Plaza Mayor o Iglesia Nueva, comenzada a construir en 1767, estaba inconclusa al iniciar la guerra de independencia. Fue convertida en hospital, caballerizas del ejército, depósito de mercaderías, etc.       
Hacia 1881, Guzmán Blanco la quiso transformar en un teatro, pero la división de las naves y las bóvedas no lo permitieron, pasando muchos años en el abandono, hasta que el Siervo de Dios, Mons. Sixto Sosa, la pidió para consagrarla como Catedral de la nueva diócesis, lo cual logró en 1928, pero lamentablemente cayó en el terremoto de 1929.
Donde se encuentra ahora la Plaza Bolívar, desde 1583 fue una cuadra de viviendas, y allí, en los extremos de la cuadra, en 1797 se construye la Casa de la Moneda y hacia 1805 se construye el Teatro Santa Inés, que a finales del siglo XIX se intituló Teatro José Silverio González, había casas de familia entre ambos edificios monumentales. A principios del siglo XX, el edificio principal de la Casa de la Moneda fue demolido y allí se construyó el Museo Sucre, que colapsó durante el terremoto de 1929.                                       
Después, todo fue arrasado y se construyó el Parque Bolívar, que fue inaugurado en 1930, junto al Palacio de Gobierno, que a su vez, fue construido sobre las ruinas de la Iglesia Matriz de la Purificación de Nuestra Señora, aunque usando la solidez de su antigua construcción. En los 60, el frontón de la Gobernación y algunos anexos fueron suprimidos, y también se desconsagró la Capilla de los Presidentes del Estado, para convertir el espacio en oficinas. Hace unos 20 años, también fue destruido el Parque Bolívar, y desapareció esa hermosa  estampa del neoclásico republicano, bellas esculturas hechas añicos. El Palacio de Gobierno, ahora está en ruinas, después que fue incendiado, hace unos 15 años. El ilustrado Palacio Preaux, donde vivió la familia Sucre y nació Antonio José el 03-02-1795, al igual que muchos palacios pertenecientes a la nobleza y a la aristocracia ilustrada cumanesa, que se unió o eran sospechosos de ser partidarios de la causa independentista, fueron demolidos durante la guerra, especialmente durante el gobierno de Thomás de Cires, en 1815, que por razones supuestas de defensa, demolió casi todo el barrio aristocrático de Chiclana, y no reparó fuerzas en demoler a cañonazos la basílica de la Divina Pastora de las Almas, centro espiritual y orgullo de los cumaneses, que además era el centro de reuniones e inspiración de los patriotas, que llevaban en su bandera azul rey y oro, la imagen de la Divina Pastora. También fueron destruidas las antiguas puertas monumentales de la ciudad: Las Tenazas de Chiclana.
El Palacio de Sucre, en la Plaza del Mercado se libró de esa destrucción, porque fue convertido en Cuartel del Ejército realista, a principios del siglo XX era Cuartel de Policía y a mediados del siglo XX fue demolido para edificar allí el Teatro Paramount, que fue transformado en el actual Teatro Luis Mariano Rivera. La Iglesia de  Nuestra Señora del Socorro de los Cerritos, fue incendiada en 1817, y no fue reparada, y en su lugar,  en los años 40, se construyó el Club Gran Mariscal, que según algunos testigos de la época, seguía el trazado de la iglesia colonial.
Ese Club, ha pasado por muchas eventualidades, y a pesar de que es un bello edificio neocolonial, se encuentra en ruinas porque fue abandonado y saqueado, y además, rodeado de escombros, que no respetan absolutamente, esa área arqueológica. En los años 30, fue demolida la Capilla de la Cofradía de Santa Inés, entre las calles Comercio y Sucre, que era el único testimonio del antiguo convento de San Diego de Alcalá. Esa capilla es visible en muchas de las fotografías panorámicas de finales del XIX y principios del XX, que se tomaban en el Barrio Santo Domingo. En el lugar donde estuvo el convento, se levanta una villa victoriana de principios del siglo XX y una villa republicana neocolonial, de los años 30.
Las fachadas balconadas de las casonas y palacios de las calles San Carlos y el Alacrán, que daban al río, fueron demolidos para construir la Av. Aristiguietta.
Pasando al otro lado del río, se encontraba el antiguo Barrio de la Margariteña, del pueblo de Altagracia, más de la mitad de él, fue demolido para realizar el Parque Guayquerí. Del Cabildo Viejo en la Calle El Carmen, durante el terremoto de 1929, cayó el
piso alto.  
En esas demoliciones, cayó el Palacio nuevo de los Sucre, entre las calles de la Marina (Bermúdez) y del Baño de la Gobernadora (Mariño). La calle La Marina presentaba en el pasado, una buena serie de bellas fachadas rococó, neoclásicas, victorianas y art nouveau, las cuales han sido destruidas para dar cabida a locales comerciales. Alrededor de 1960, fue demolida en la Calle La Marina, la Iglesia de la Santísima Trinidad, construida por Emparan, y que sirvió como la Parroquial de Altagracia. Es de notar, que el hermoso Palacete neoclásico que perteneció al General José Francisco Bermúdez, en esa calle, fue demolida en 2002, y también, lo que quedaba de la Ermita de la Cofradía de Altagracia; la misma suerte padeció el Palacio Bermúdez, en la calle San Carlos, para dar espacio a una plaza. La Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia, después de 1853, nunca fue restaurada y luego fue demolida, al igual que la Capilla de la Cruz del Perdón, en la misma Plaza de los Leales y Nobles Waykeríes.
En la Plaza San Francisco (Ribero), los palacios vecinos al también desaparecido Palacio de las Conchas, fueron demolidos para hacer un enlace vial. Entre el Palacio de las Conchas y el Monasterio de las Aguas Santas (convento San Francisco), estaba la única sede de la Inquisición de Venezuela, que tenía una hermosa fachada barroca, la cual fue demolida en 1987.
En años recientes, se vienen destruyendo las casas del Barrio San Francisco, y han dado con el tino, de que han demolido las más notables en estilo.
La Real Aduana en la Plaza del Mercado, desapareció en el siglo XIX, el bello edificio porticado con una larga arquería del Mercado, fue demolido en 1945, cuando fue inaugurado el nuevo que se construyó para conmemorar los 150 aniversarios del nacimiento de Sucre, y que actualmente está en ruinas, después de que lo quisieron derribar con cargas explosivas.
El Teatro Viejo de la Ópera, el Cuartel de Veteranos de infantería, El Hospital Militar y varias casas de familia, fueron demolidos en 1885, para levantar allí el Parque Ayacucho.
En esa calle, que llamaban Emparan, había varios palacios de personas importantes de la ciudad, especialmente el de Alí Gómez, que era un centro de cultura para la ciudadanía, al lado de éste estaba el enorme edificio del antiguo Hospital de Caridad y la plaza de la Paz del Toporo, que al fondo había tenido la Capilla de la Nuestra Señora de la Paz.
Al inaugurar el Hospital nuevo en la Calle Larga (Av. Bermúdez), fue demolido el antiguo.
 El hermoso edificio victoriano de la Aduana del Barrio de Puerto España (Puerto Sucre), desapareció al construirse los actuales edificios administrativos del puerto.
La neogótica Iglesia de la Purísima Concepción, en ese mismo barrio, sufrió mucho con el terremoto de 1929, y durante el Gobierno de Marcos Pérez Jiménez, se demolió todo y se construyó la Iglesia Virgen del Valle. Con la misma suerte corrió otra iglesia neogótica en los años 60, la Santa Cruz de Guaranache de Pueblo Nuevo, para dar paso a la inconclusa iglesia de Santa Rosa de Lima.
Fachada neogótica tenía también, la colonial Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro de la Línea, tan querida por el Gran Mariscal, la cual fue destruida hacia 1975, para construir una vivienda particular.
La neoclásica Iglesia republicana de Nuestra Señora del Socorro de Caigüire, de grandes contrafuerte, que había sido dañada en 1929, y luego reparada, fue demolida en la década de 1950, para construir la actual Iglesia Santa Ana. Igualmente sucedió con la Iglesia del Salado, intitulada Santa Cruz, antes Altagracia, de delicados volúmenes rococó, que fue sustituida en 1945, por la actual de líneas nacionalistas.
 Entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, fueron demolidas las fachadas de la Catedral y Santa Inés, para hacer nuevas fachadas.
La Villa victoriana que tenían los Berrizbeitia a orillas del río, también fue demolida hace pocos años, para hacer un estacionamiento. Una imponente residencia del siglo XVII, en calle Cantaura, ha tenido el mismo fin. El monumental Hospital de San Lázaro, fue demolido después del terremoto de 1929.
Ese terremoto sirvió para alimentar el comercio de obras de artes y elementos arquitectónicos, entre el puerto de Cumaná y algunos puertos de Estados Unidos, que gustosamente los compraban para embellecer sus nuevas ricas residencias. Se dio el caso, de que se expresara que una vivienda había colapsado totalmente, sin ser verdad, para recibir ante esta tragedia, los beneficios del gobierno de Gómez, eliminándose toda decoración externa que llevase a entender que el edificio era antiguo.
Actualmente, estudiamos los restos y trazas de esos elementos faltantes que fueron arrasados, especialmente los portales y parapetos. Las antiguas murallas que rodeaban la ciudad, fueron derribadas durante los diferentes conflictos bélicos, independentistas o republicanos, pero lo que quedaba, lo ha terminado de destruir el urbanismo de los últimos años.
Con respecto a las fortalezas, el edificio de servicios que se encontraba sobre el Castillo San Antonio, fue demolido en 1903, y en su lugar se construyó un pequeño cuartel de estilo victoriano, el cual se desplomó en el terremoto de 1929.
El Cuartel de la Guarnición de Cumaná, se construyó al lado del Castillo a principios del siglo XX, en estilo victoriano, el cual no cayó durante el terremoto, pero fue demolido después que fue inaugurado el nuevo Cuartel en la Av. Arismendi, en 1945.
El edificio residencial del Castillo Santa María de la Cabeza, fue cubierto con tierra a principios de 1900, se aplanó la superficie, se sembró un jardín abalaustrado y en él, don Santos Berrizbeitia construyó una nueva Ermita del Carmen, octogonal de estilo Luis Felipe, en conmemoración de la que ya no existía en la Calle de la Ermita. Esa ermita fue destruida por el terremoto de 1929 y fue edificada la actual, de estilo neogótico. 
El Castillo de San Carlos Borromeo y las ruinas Batería de la Boca, fueron demolidos en la década de 1940, cuando se amplió el puerto pesquero y se construyó el puerto para los ferris.
La Batería de La Candelaria, la Capilla del Calvario de la Santa Reliquia y la Capilla de San José, fueron demolidas para construir allí el antiguo Colegio San José, que actualmente también se encuentra amenazando ruinas. Vecino a este colegio, estaba el edificio del antiguo Real Seminario Conciliar Santa Inés, el cual fue demolido en 1980, para construir el nuevo seminario.
Lo mismo se hizo con la antigua Casa de la Cofradía del Carmen, que había sobrevivido a su ermita, que fue demolida para construir el actual Colegio de las Hermanas Carmelitas Venezolanas, tomando también, el espacio donde funcionó el Colegio de la Consolación, que cayó en 1929.   
Detrás de estos, en la Calle La Ermita, estaban el Real Hospicio de la Purísima Concepción de la Observancia, que sirvió de hospital auxiliar durante la guerra, después que fueron expulsados los franciscanos observantes, luego cayó en el abandono y demolido a finales del siglo XIX.
La Ermita del Carmen, donde fue bautizado Antonio José de Sucre, también desapareció bajo el poder de la mandarria. El Templo Masónico, fue demolido alrededor de 1938.
El Fuerte de San Fernando Rey, actualmente sirve de cimentación de varias casas en el Barrio Chiclana, lo mismo sucede con el Castillo de las Aguas Santas, en el Barrio El Mirador, y con el Baluarte de la Flechilla, en el Barrio Mundo Nuevo.
Los fuertes de San Justo y San Julián, en el cerro de la Línea, también están ocultos debajo de las viviendas.
El Fortín de Cerro Colorado, fue demolido para construir el Edificio de Ciencias de la Universidad de Oriente. Las baterías de San Luis Rey, fueron destruidas por el urbanismo o están sepultadas. 
El hospital republicano, en la Calle la Marina, también fue demolido para construir en su lugar un centro comercial. Varias residencias republicanas, algunas de estilo victoriano, art nouveau, neogótico o art decó, ya han sido demolidas en todo el Centro Histórico y fuera de éste, ya que, la demarcación oficial de éste, deja por fuera una gran cantidad de edificaciones patrimoniales.
En 2014, fueron demolidos los restos de la Capilla de Santa Rosa de Lima de Chiclana, para construir un negocio comercial.


LA CIUDAD, EL PATRIMONIO URBANO EXISTENTE.

Hemos visto cuanto hemos perdido de nuestro patrimonio cumanés. Ahora veremos lo que nos queda, que hay que preservar, restaurar, respetar y cuidar. Evitando de cualquier manera, que sean destruidos por el hombre, en el futuro.
            La Ermita del Dulce Nombre de Jesús, de inicios del siglo XVII, en la Calle La Ermita. La casona que fue la sede antigua de la Logia Masónica, en esa misma calle. La Capilla de Cruz de la Unión, un tesoro victoriano. El Cementerio Santa Inés, con su portal neoclásico, a los pies de la Eminencia de San Antonio, y varias notables tumbas de los siglos XVIII, XIX y XX.
Los cimientos y podio del Palacio Preaux (Sucre), en la calle la Luneta, que era frontera entre los antiguos Barrios de San Francisco y Santo Domingo. Es recomendable rescatar el nombre de los antiguos barrio de la ciudad antigua: Santo Domingo, Chiclana, El Toporo, y Pueblo Nuevo, ya que sólo se usa el de San Francisco.
Muchas viviendas coloniales y republicanas del Barrio San Francisco, especialmente el Palacio Sanabria, y la Casa de los Sefarditas y de la Calle La Luneta. Lo que queda del tardo-renacentista Monasterio de la Aguas Santas (convento San Francisco), que debe ser intervenido para protegerlo.
Los restos de la muralla antigua y la puerta de la ciudad que se conservan en el Cerro Quetepe y que delimitaban la parte externa del Cementerio de Herejes y Apóstatas. El Castillo Santa María de la Cabeza con su ermita del Carmen. La muy antigua Iglesia Santa Inés, y su casa parroquial republicana.
Los palacios, palacetes, casonas, villas y casas de la Calle Sucre, de los períodos colonial y republicano, algunas viviendas antiguas con fachadas art nouveau, hermosos Palacios como: la Casa Ramos Sucre,  la Beauperthuy que es sede del Museo Arqueológico, el de la Santísima Trinidad (Berrizbeitia) con su pórtico neogótico que sostiene un enorme costurero.
Al frente de la Iglesia Santa Inés, el palacete de los Centeno, de estilo a dos niveles, el ecléctico de los Gómez, los barrocos Berrizbeitia y González, con el Convento San Francisco de los padres capuchinos valencianos, de líneas ilustradas.
            Al oriente de la calle: las dos villas que son sede de Fundadanza (una victoriana y la otra republicana), al frente está el Edificio Sucre, de estilo art decó. Al comenzar la otra manzana, está un edificio art decó y al frente, el palacio viejo de los marqueses de Alarcón, con su hermoso costurero. En la misma acera se encuentra el palacio de los marqueses de Medinaceli, con sus hermosas columnas barrocas palmeadas y elegante costurero.
El Callejón del Alacrán, se conserva en buenas condiciones y posee viviendas que no han perdido las características originales de la casa cumanesa. En la calle comercio todavía existen algunas viviendas coloniales y republicanas, especialmente los un palacete victoriano y el palacete de los Cordero, aunque últimamente ha perdido su decoración original.
En la misma calle, se encuentra el palacio republicano de la Casa de Gobierno, con sus bóvedas de latón repujado, la de Andrés Eloy Blanco con su valiosa colección de muebles cumaneses, la Casa del Sol, el antiguo Consulado de Francia, a dos niveles con balcones, y otras casas coloniales y republicanas.
Todas las edificaciones que se conservan en la calle más antigua de la ciudad, la Bolívar, entre la Iglesia Santa Inés y la Plaza Bolívar, son interesantes por su antigüedad: la Casa de Oficiales Reales, la antigua Casa Parroquial, el tardo renacentista Cabildo Viejo, los palacios Madriz y Guevara, la casona de doña María Aguasanta Sucre, la Casa de las Lunetas, el Convento de Nuestra Señora de la Merced (Ateneo), la Casa de la Hermandad del Rosario de estilo regencia, con su antigua Capilla de Nuestra Señora del Rosario y San Antonio Abad, que aún posee su sacristía y cementerio de Santo Domingo.
En el lado sur de la Plaza Bolívar, se encuentra el Palacio Federal de Gobierno del Estado Sucre, esperando ser restaurado, después de haber sido incendiado. Debajo de esa plaza existe una amplia zona arqueológica, que conserva vestigios muy anteriores a la formación de la ciudad. Los restos de la muralla antigua se pueden ver en algunos segmentos de la calle Bolívar.
No podemos olvidar el Castillo San Antonio de la Eminencia, que se impone sobre toda la ciudad. En la calle San Luis Rey, ahora Ayacucho, se conservan: la antigua Casa San Luis o  Giallongo, la victoriana casa natal del Pbro. José Antonio Ramos Martínez, el también antiguo Palacio rococó de la Vicaría Superintendente de Cumaná, con una larga columnata interior. Desde este edificio, se gobernó eclesiásticamente toda la Nueva Andalucía, y era sede de los obispos en Cumaná.
En esa calle, hay varias casonas republicanas, especialmente algunas de estilo colonial, neoclásico y Luis Felipe. En esa calle está la casona de Gómez Cardiel, y un elegante palacete de   estilo art decó, al final de la misma.
En la calle Paraíso todavía existen: la fuente de estilo art decó de Francisco Narváez en la Plaza Miranda, el ilustrado Palacio de los Capitanes Generales, el republicano palacio Bello, el victoriano Palacete Alarcón, el edificio de correos y algunas casas antiguas.
En la antigua Plaza Mayor o de la Independencia, actualmente desmembrada, desarticulada y llena de tráfico, hoy es la Plaza Andrés Eloy Blanco, vecina a ésta, está una fuente de estilo art decó, la Catedral Metropolitana de la Purificación de Nuestra Señora,  y muy cerca de ella, el ilustrado Palacio Marmión-Sucre (Casa Parroquial). Al frente de la Catedral, está el Colegio Santa Teresa, y a un costado, Casa de la Real Hacienda. En esa área se conservan algunas viviendas antiguas. En calle Montes, antigua de Belén, es poco lo que queda, especialmente algunas viviendas coloniales, republicanas y una villa republicana y algunas casas de estilo art decó, todas en peligro de ser destruidas.
En Calle Niquitao, hay varias residencias coloniales y republicanas. En Calle Cantaura se conservan algunas casas antiguas, especialmente la Casona de los Alcalá Centeno, una de las casas del primitivo Hospital de Caridad y el Palacete Cochano, de elegantes líneas estilo art nouveau.
En Calle Cedeño se encuentran los monumentales edificios de la antigua textilería, con su tejado francés, varias casas coloniales y republicanas, una villa victoriana que está en pié y una graciosa casa de estilo art nouveau, que en cualquier momento pueden ser demolidas para hacer nuevas viviendas.
En la Av. Fernández de Serpa, tenemos varias viviendas de interés arquitectónico, de mediados del siglo XX. Entre los edificios más representativos, tenemos El Cuartel de Policía y el de Bomberos, y al final, a orillas del Golfo de Cariaco, el Monumento Conmemorativo de la Fundación de Cumaná.
En Calle La Florida, quedan algunas casas republicanas, algunas de estilo art decó, especialmente la casa de la antigua Escuela. En la Av. Humboldt, están: la antigua Escuela de Primeras Letras, el victoriano Teatro de la Paz, la republicana Casa La Glasiere, el monumental Museo Gran Mariscal de Ayacucho, con el Parque, y la fachada principal, de la antigua Textilería.
En el antiguo Barrio republicano de Pueblo Nuevo, en torno a la Calle Santa Rosa, se conservan varias viviendas y villas republicanas, nacionalistas, art decó y de tipo academicista. En la Calle Bolívar, vecino al Hospital General, se encuentran las ruinas del Club Gran Mariscal de Ayacucho, hermoso edificio que está esperando ser salvado del abandono. En el Centro Histórico de Altagracia, a pesar de haber sido mucho más destruido que el de Cumaná, conserva todavía muchas viviendas coloniales y republicanas, algunas de estilo art decó, lamentablemente, los mejores ejemplos ya han sido demolidos, por lo cual debería protegerse ese sector de la ciudad. No hay una declaratoria de centro histórico que le proteja. Cerca del río, en pleno centro, se encuentra la monumental estructura del Antiguo Mercado, y en su alrededor hay edificios de finales del siglo XVIII y un palacete nacionalista, todos usados como comercios.
En el Islote, encerrada dentro de una empresa de enlatados de pescado, se encuentra el cuartel llamado La Casa Fuerte, lugar donde se firmó la independencia de Nueva Andalucía, nuestra independencia, el cual es un edificio militar con una elegante fachada de estilo art decó.
En el Salado hay algunas viviendas coloniales y republicanas, la Escuela Marco Antonio Saluzzo de estilo colonial californiano y la Iglesia de la Santa Cruz. Los edificios monumentales que fueron construidos para celebrar los 150 aniversarios del nacimiento de Antonio José de Sucre, como el Liceo Sucre y la Biblioteca Pública. En ese estilo, es el antiguo edificio central del Seminario San José en las Charas, que ahora alberga a la Universidad Clodovaldo Russian.
El Hospital Antituberculoso, la Escuela República Argentina, el Cementerio y Capilla de la Santísima Trinidad (Municipal), todos de estilo neo-colonial californiano. Es de méritos, la enorme obra de ingeniería del Sistema de Riego de las Charas.
De estilo neo-colonial californiano es también, la fachada de la Escuela Artesanal Fray Cristóbal de Quesada y el antiguo teatro Nueva Esparta, en la Av. Cancamure. En la Av. Gran Mariscal hay gran número de viviendas republicanas, nacionalistas, academicistas y de estilo art decó. Cerca de la Plaza José Martí, hay una hermosa villa victoriana.
Es interesante la Iglesia Santa Ana de Caigüire, la Prefectura y varias casas republicanas de ese sector, especialmente la de los Boada con su elegante costurero, en la Calle La Marina, hay varias viviendas antiguas de interés. En El Guapo, a orillas de la playa, hay una elegante villa republicana y la Casa de Resguardo, con su corredor techado. Entrando a la ciudad está el famoso: El Indio.


LA CIUDAD, LA VIDA COTIDIANA DE LOS CUMANESES DE ANTAÑO.

Después de leer la documentación existente en el Archivo General de Indias en Sevilla, que ha sido referenciada, algunos textos que dan noticias sobre nuestra ciudad, los datos sobre inmigración,  y especialmente el “Consectario de la Ciudad de Cumaná”, debido a los notables autores e investigadores históricos, el Pbro. Don Antonio Patricio de Alcalá y don Pedro Elías Marcano, además de los muchos relatos conocidos y la información que nos da el material gráfico, podemos tener una aproximación, de cómo era la vida de los cumaneses en el pasado.
            Como en todas las ciudades de la América hispana, se dieron diferencias en los estamentos, clases, economía, etc. Una particularidad, es que la ciudad durante la mayoría del tiempo de este proceso, fue una ciudad apacible.
El pueblo Misional de San Francisco de Cumaná, punto fundacional de actual ciudad, llevó una vida tranquila en sus primeros siete años. Allí vivían los frailes observantes en su trabajo pastoral y manual con los Waykeríes cristianos: el trabajo en la huerta, construcción de las edificaciones necesarias y casas de los nativos, la educación de los niños y sus padres y los actos de culto religioso, aunque siempre con el temor de las incursiones de los europeos o nativos de otras regiones, que llegasen a destruir lo realizado.
Al poco tiempo de existencia del centro poblado, comienzan a llegar castellanos, para vivir allí, en 1517 había más de cien de ellos, que por supuesto construirían sus propias viviendas y realizarían los oficios que les correspondía, para dar dinamismo al poblado.
Cuando en 1522, los Tagares y otros grupos nativos atacan el pueblo, se sabe que fueron directamente a tratar de destruir las instalaciones misionales y la representación militar, pero no tenemos noticias de lo sucedido con los demás, es decir, los nativos cristianos  y los castellanos.
Cuando llega Giacomo di Castiglione, viejo conocido de los observantes y quienes les auxiliaba desde Santo Domingo de la Española, luego de realizar el juicio y castigo a los naturales incursos en el saqueo y las muertes, funda en el lugar a Nueva Córdoba, tomando como punto referencial lo ya existente,  asumiendo a sus pobladores  en la nueva fundación , que le dará mayor autonomía, especialmente después que se construye la fortaleza, que implicaba nuevos servicios y nuevos empleos y oficios, por supuesto nuevas viviendas para esa población.
En esos momentos no está permitida la llegada de mujeres desde Castilla y Andalucía, lo cual nos da a entender que los europeos habrán formado familia con las naturales cristianas, ya que la documentación posterior a 1530, habla de nuevas viviendas y espacios oficiales, dando a entender que había autoridades que vivían allí y habían sido nombrados para poder  regular la vida de los vecinos.
Cuando Fray Francisco de Montesinos, llega  a la ciudad, se nos relata, que llegó a la plaza, se hizo el llamado a la población por medio del tañido de la campana y que se reunieron en la mejor casa del lugar, para elegir las autoridades del nuevo Cabildo.
Entendemos, que los cabildos durante ese período, se erigían sólo en las poblaciones con cierta importancia, como ser cabecera de una Provincia, como realmente lo era desde 1536.
 Cuando leemos el Acta de erección, vemos el notable número de vecinos que vivían allí, entendiendo, que vecinos eran por lo general los que poseían bienes económicos importantes y no los blancos de orilla. Muchos de ellos vivían allí con sus esposas, hijos, servidumbre y esclavos.
La presencia de la Iglesia Parroquial, también nos da a entender una vida religiosa organizada, devociones y gremios reunidos en cofradías.
Debido a que a Montesinos le pareció corto el número de habitantes, mandó a Padre Castro, para que reuniera a los vecinos que tenían haciendas en los alrededores, a los que no querían vivir en San Juan de Maracapana, a los nativos Waykeríes y Brasiles de los alrededores, para que se residenciaran en la ciudad, que ya poseía autoridades reales, que garantizaban la policía, la regular vida citadina.
 Estas autoridades envían a uno de sus miembros a la Corte, a don Diego Gonzalo Fernández de Serpa, para que hable directamente con el Rey, y logre conseguir beneficios para la ciudad, lo cual logra, al obtener  el reconocimiento de la ciudad y su importancia, para poder presidir una nacionalidad, porque el Rey cuenta con la buena disposición de los funcionarios que ejercen sus labores en Nueva Córdoba y la debida rectitud de los vecinos de la ciudad.
Serpa llega de vuelta a su ciudad, a finales de 1569, acompañado con un buen grupo de colonos, militares y algunos frailes observantes, que ha traído desde la Península Ibérica.
Se replantea la distribución de la ciudad, construyéndose nuevas viviendas para los recién llegados, reparas las edificaciones viejas, lo cual creó una nueva serie de necesidades y servicios, que con los diversos oficios había que dar solución.
Luego se inician las uniones nupciales entre los vecinos de preexistentes en la ciudad y los nuevos vecinos, lo que luego se constituyó en la clase aristocrática.
Las nuevas necesidades que surgieron y los peligros que enfrentaban al estar tan cerca de la costa y lo insalubre que se había vuelto el lugar, se decidió trasladar la ciudad más al sur, donde era más propicio, con buenas tierras para cultivar, suficiente agua, una explanada propicia para construir viviendas más cómodas y sólidas. 
La ciudad se distribuyó en cuadras rectangulares en torno a una plaza de tipo mozárabe, teniendo como punto focal central la nueva Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, construida en el extremo oeste, sobre una pequeña elevación que dominaba el centro urbano.
 La vida se hizo más sosegada y menos penosa, más cómoda, que permitió que la ciudad se fuese desarrollando paulatinamente.
La organización de los vecinos en una Cofradía de la Parroquial, hizo que ya en 1589, construyeran una Ermita, lo cual requiere, de que la situación económica de los pobladores haya crecido notablemente.
A finales del siglo, los dominicos, y luego los franciscanos conventuales, fundaron sus casas religiosas, lo cual implicaba, que los vecinos tenían que velar por su subsistencia, aparte del compromiso más antiguo con la Parroquial. Los vecinos hicieron donaciones y algunos aristócratas dejaron parte de su herencia, como auxilio de esas fundaciones, especialmente aquellos que empezaron a pertenecer a sus cofradías.
Entre los vecinos es notable el número de castellanos y andaluces, pero también los había catalanes, gallegos  y vascos.
A partir del año 1600, se inició el proceso de querer mejorarlo todo, la población trataba en lo máximo posible comer, vestirse, vivir, como se hacía en la metrópolis.
La situación estratégica de la ciudad, hizo que se iniciara la edificación de varias fortificaciones para su resguardo, lo que implicó nuevos empleos y el surgimiento de nuevos espacios urbanos, especialmente hacia el este, al Barrio Chiclana, ya que el aristocrático Barrio de Santo Domingo, el núcleo más antiguo, se encontraba algo oprimido entre la cinta muraria y el canal artificial llamado: la Madre Vieja.
Habías tiendas de comercio, bodegas, cuarteles y edificios públicos en torno de la Plaza Mayor, que también era del Mercado.
En la segunda mitad del siglo, debido a la creación de misiones religiosas en el territorio de la Capitanía General, y la incapacidad de proveer de todo lo necesario para las iglesias, conventos y viviendas de los nuevos pueblos, por lo costoso que era trasladarlos desde Europa, surgieron en la ciudad talleres de carpintería, ebanistería, platería, orfebrería, peletería, pintura, escultura, etc.
Esto fue elevando poco a poco el nivel social de la ciudad, especialmente a los dueños de los negocios, que se fueron enriqueciendo y creando una aristocracia mercantil.
Durante el siglo XVIII, la situación cambió considerablemente, debido a la mejora de la situación económica, debido al desarrollo de la producción agrícola de las Charas, como el añil, el tabaco,  el algodón, la cerámica, el papelón y la peletería. Había abundancia de la pesca y la exportación de pescado salado.  
También la exportación de carne salada, oro, sal y cacao. Lo que le dio notoriedad y fama a la ciudad, fue la fabricación y exportación a las Antillas y Europa, de hermosos muebles incrustados de nácar, pintados al óleo, dorados o plateados a hojilla, y también: las pinturas, esculturas y grandes retablos. 
Las viviendas se multiplicaron, surgieron nuevas manzanas, se piensa en que los edificios públicos, gubernamentales, religiosos o militares, deberían mejorarse según el nuevo estatus de la ciudad, según lo que exigía el gusto academicista ilustrado.
Palacios nuevos y suntuosos para la aristocracia que se va mudando desde el antiguo Barrio de Santo Domingo, hasta el Barrio de Chiclana, especialmente en torno a las sedes de la Compañía de Barcelona, Guipuzcoana o la de Filipinas, que tenían sus sedes en ese barrio.
Los más modestos constituyeron el Barrio de San Francisco, y los nuevos edificios gubernamentales y religiosos se levantarán en el nuevo Barrio de El Toporo, donde encontrarán nuevas viviendas los aristócratas más antiguos de la ciudad. 
Aunque fueron ignoradas por los planos oficiales: las capillas y ermitas privadas de las cofradías o particulares, son edificadas, restauradas o reconstruidas por toda la ciudad, especialmente en los últimos años del siglo.
Las calles del centro, ostentan numerosos edificios abalconados, otros de arquitectura más ilustrada, que sirven de marco a las damas, que lucen sus galas a la usanza de la última moda en Francia, vestidas de seda, pelucas empolvadas, afeites y miriñaques, que deambulaban por la Plaza del Marcado, comprando vajillas de porcelana, joyas o instrumentos musicales, donde los productos europeos eran muy comunes, de tal manera que al final del siglo, Emparan trató de regular su comercio.
A los cumaneses siempre les ha gustado comer quesos y embutidos, especialmente chorizos y morcillas con papelón comer cazabe o arepa y huevos, de tal manera, que aún hoy, son parte de la dieta diaria. Platos típicos de la mesa cumanesa eran: la olleta, especialmente de gallo, el sancocho, el corbullón, el lomo de cochino horneado o adobo manzanareño, y en navidad la ayaca. Era muy común acompañar las comidas con horchata de coco o chocolate.
 A los nativos Waykeríes se les construyó un nuevo urbanismo, de los más modernos del imperio: Altagracia, frente a la ciudad, realizado gracias a la unión entre el Cacique de la comunidad, el Gobernador y el Vicario Superintendente.
En los dos pueblos de Waykeríes, se criaban abundantemente las gallinas y pollos que se consumían en la ciudad, pero los naturales no los comían.
Algo que es notable, debido a la abundancia de testimonios en las Fuentes, es el arraigado conflicto entre el clero diocesano y las autoridades españolas, ya que los sacerdotes cumaneses expresaban su rebeldía o disconformidad ante las disposiciones de la autoridad civil o militar.
Los religiosos, sin embargo, eran más dóciles a las autoridades, aunque se notaba la rivalidad por evidencia en las fiestas y solemnidades, entre las cofradías de los conventos y las de las iglesias parroquiales.
Debido al flujo económico producido especialmente por el comercio, y a la Real Aduana con su puerto en pleno centro, en la Plaza del Mercado, el ambiente era bullicioso, especialmente cuando llegaban nuevas mercaderías de México o Europa, o cuando esporádicamente  llegaban esclavos desde las Antillas, para ser vendidos en la ciudad o a los compradores que llegaban de la vecina Venezuela.
Lo cierto, es que los esclavos negros no eran muchos en la ciudad, eran más abundantes los de otros orígenes.
La construcción del puente permitió que la calle de la Marina se desarrollara y los más acaudalados construyeran sus viviendas al lado de los más pobres. Poco a poco se fueron colocando negocios en esa vía, como continuación de  la calle del Comercio, al otro lado del río, en el centro.
Algo notable en los cumaneses de ese período, fue el gusto que tenían hacia la música y las obras operísticas. Era interesante, el número de clavicordios que había en la ciudad.
El contrabando con las islas del Caribe, siempre ha sido una constante en el ser del cumanés, aún en épocas recientes. A Emparan, le correspondió restaurar toda la ciudad, especialmente después del terremoto de 1797, que dejó verdaderamente traumatizada a la población de la ciudad, a parte de los numerosos muertos.
En líneas generales, todas estas formas del cumanés se continuaron hasta el inicio de la guerra independentista. Durante el proceso bélico, la ciudad sufrió muchísimo, y con ella sus habitantes.
Solo a mediados de 1814, fueron asesinadas más de 3000 personas, a manos de las tropas de Boves.
Los hombres que partieron para unirse a Bolívar en Venezuela, gran parte de ellos no regresaron por haber muerto y muchos siguieron hacia el sur, conformaron otras familias y nunca regresaron a Cumaná.
La ciudad para el año 1821, estaba habitada por un gran número de mujeres, ancianos y niños, muchos de ellos enfermos.
Muchas familias dejaron la ciudad cuando fueron expulsadas las tropas españolas. 


LA CIUDAD, LA VIDA  RELIGIOSA DE ANTAÑO EN CUMANÁ.

En los orígenes de la ciudad, debido a sus fundamentos básicos, se desarrolló una vida religiosa muy ceñida a las formas de la vida cristiana de estilo franciscano, con los matices que daba la espiritualidad ultramontana de la observancia del norte francés.
Con la llegada de Giacomo di Castiglione, es probable que la vida espiritual de la ciudad se habrá matizado con la espiritualidad de los genoveses que habitaban allí, al igual que los castellanos y andaluces, que en esos momentos se encontraban más influenciados por la espiritualidad carmelitana, lo cual se expresa en el cambio de nombre de la Parroquia, de San Francisco a Nuestra Señora del Carmen, que ha predominado hasta la actualidad en la espiritualidad popular.
La vida religiosa se debió de desarrollar dentro de los parámetros normales de la época, en los años siguientes, ya que se conoce, que los vecinos y las autoridades se encargaron de reparar la Iglesia Parroquial en 1548, por encontrarse su techo deteriorado, eso da a entender también, que había alguna organización laical, como una Cofradía o una hermandad.
A pesar de que no tenemos nombres, gracias a las relaciones de visitas de los prelados, sabemos que la parroquia era dirigida por párrocos pertenecientes a los franciscanos observantes, aunque no hay noticias de algún convento en funciones.
Cuando en 1562, llega el Vicario General de Puerto Rico, Fray Francisco de Montesinos, que era dominico, y organiza el Cabildo, deja como nuevo párroco al Padre Álvaro de Castro, destituyendo al que estaba, que no sabemos quién era.
Cuando Diego Fernández de Serpa llega a la ciudad en 1569, trae a los franciscanos observantes, para que se encarguen de la vida religiosa de la misma.
En 1572, tenemos la relación tradicional de los hechos que hicieron que Santa Inés romana fuese nombrada Patrona de la ciudad, la cual paulatinamente fue adquiriendo devoción por parte de los vecinos, de tal manera, que al pasar el tiempo y adentrarse el siglo XVII, la ciudad dejó de llamarse Nueva Córdoba, para llamarse Santa Inés de Cumaná.
Después del traslado de la ciudad, sucedido antes de 1583,  encontramos que se encuentra en funciones la Iglesia Parroquial, construida sobre una pequeña elevación llamada Monte Carmelo, y la calle principal está dedicada a la Virgen María en esa advocación.
 En esos años adquirió mayor importancia la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, de tal manera, que decidieron y construyeron una Ermita en la parte más externa de la ciudad, y desde entonces la Cofradía poseyó una gran Casa de la Hermandad, delante de la referida Ermita, donde preparaban los actos de culto, hacían sus reuniones, guardaban los implementos necesarios para las fiestas y procesiones.
Esa casa, a principios del siglo XX, albergó a la Beata Candelaria de San José y sus hermanas carmelitas y allí murió. A finales del siglo XVI, en la década de los noventa, los dominicos fundan un convento dedicado a San Antonio de Padua, debido a que la eminencia situada al frente de éste, ya se llamaba así, por influencia franciscana.
Al construir la Iglesia conventual dedicada a Nuestra Señora del Santísimo Rosario, se convirtió en una devoción muy importante en esa parte antigua de la ciudad, que pasará a llamarse Barrio Santo Domingo, debido a la presencia de los frailes.
Este convento desde el principio gozó de protección Real. La devoción a Santo Domingo de Guzmán se hizo importante en la ciudad, haciéndose muy similar a la de San Francisco, de más antigua data. Posteriormente los franciscanos conventuales fundan un convento en las afueran de la ciudad, al sur “extra-muros”, debido a que sus fundaciones estaban vetadas por Felipe II, si no se pasaban a la Observancia, promovida por el monarca.
Como se dio en otros casos en el ámbito de las colonias, funcionaba a sus propias expensas y gracias a las fundaciones benéficas que creaban los vecinos para mantenerlo, ya que no podían pedir la Limosna Real.
En 1595, debido al enfrentamiento con los ingleses, San Juan Bautista fue nombrado Patrono de la ciudad. No podemos olvidar, que las poblaciones durante el período indígena, poseían varios patronos.
A principios del siglo XVII, tenemos dos Cofradías pertenecientes al convento dominico: Nuestra Señora del Rosario y El Dulce Nombre de Jesús, las cuales construyen sus ermitas y casas de hermandad. En el segundo decenio, el convento de Nuestra Señora de las Aguas Santa es Monasterio Observante, con una Cofradía de la Preciosa Sangre del Señor, con ermita y casa de hermandad.
En esos días ya hay varios sacerdotes cumaneses y atienden la Parroquial y varias capillas dependientes de la Iglesia Parroquial, además, por sesión especial del monarca, la ciudad cuenta con dos párrocos y cuatro tenientes de cura, aparte de que hay párrocos en los pueblos de Waykeríes de Nuestra Señora del Socorro de los Cerritos, al este, y de Nuestra Señora de Altagracia del Salado, al norte. Este es el período en que se cimienta la devoción a las Misas de Aguinaldo, a pesar de que algunos prelados no las veían con buenos ojos.
Debido al inicio de las misiones en Cumaná, Nueva Cataluña y Nueva Cantabria, empezaron a formarse talleres de artesanos, que después se unieron fraternidades o cofradías, lo cual hace surgir nueva capillas en la ciudad, de uso privada de esas agrupaciones laicales.
También se organiza la Tercera Orden Dominica, con su capilla de San Antonio Abad y su Casa de Orden.
Los franciscanos también conforman la Tercera Orden de la Observancia, y construyen su Capilla al lado de la Iglesia monacal.
Debido a la influencia canaria predominante en la ciudad, a mediados del siglo, la devoción mariana predominante, gracias a grandes fiestas y actos de culto, es el de la Purificación de Nuestra Señora o Candelaria, de tal manera fue su intensidad, que la Iglesia Parroquial se empezó a intitular de esa forma. Cuando se construye el Castillo de Santa María de la Cabeza, su Capilla también será de la Candelaria.
Con frecuencia, especialmente en Semana Santa, había alguna fricción cuando salían las procesiones de las diversas Iglesias, que se encontraban muy cercanas unas de otras.
 En la Chara de Santa Catalina se construyó la Ermita a la santa de Siena, y se hacían romerías.
Desde la ciudad, los franciscanos hacían peregrinaciones al Santuario que tenían de las Aguas Santas en Araya, aunque la Capilla Real de San Andrés, en la fortaleza, era atendida por los dominicos y la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Soledad por los curas cumaneses.
Desde finales del  siglo XVII y mediados del siglo XX, Altagracia fue atendida exclusivamente por curas cumaneses. Éstos tenían particular devoción a esta advocación de la Virgen María, de tal manera que, buscaron embellecer sus iglesias, lograr privilegios y la protección Real. Debido a que los padres capuchinos vendieron su convento de la Calle de San Carlos, la Cofradía de Santa Inés compró su Capilla, para su sede. 
En el siglo XVIII, con la monarquía borbónica, llegan desde Italia a la ciudad, las devociones del Pesebre y los Velorios de Cruz de Mayo.
Hacia 1730, se presenta la devoción a la Divina Pastora de las Almas, cuyo centro espiritual será el Barrio de Chiclana, donde luego se construirá una hermosa basílica.
Debido a que ya se encontraba conformado el Barrio de San Francisco, se empezaron a ver ciertas expresiones de competencia en los cultos y fiestas entre las cofradías de la Iglesia Parroquial y las de los conventos. La construcción de la nueva Iglesia de Altagracia, más cerca de la ciudad, renovó en los vecinos en esa devoción mariana y en la de San Isidro. La Cofradía de Altagracia construyó su ermita en la Calle La Marina.
En el Barrio de El Toporo, el foco espiritual es la pequeña Capilla de Nuestra Señora de la Paz, casi en las afueras de la ciudad. Cuando se inician las obras de la Iglesia Nueva, en la Calle de Belén, como era habitual, se inició el culto en el sitio escogido, mientras se realizaban las obras. Los catalanes residentes en la ciudad trataron de promover la devoción a Nuestra Señora de las Mercedes, y apoyaron a Fray Cristóbal de Quesada cuando fundó su convento en su casa.
A finales del siglo, la devoción a la Divina Pastora era tan arraigada, que fue nombrada Patrona de la ciudad, con grandes festejos y mucha alegría; en su Iglesia, fue el primer lugar donde se comenzó la práctica de rezar el Santo Rosario, todos los días antes de Misa, donde se desarrolló la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. 
A inicios del siglo XIX, es notable la devoción y las romerías a la Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro de San Julián (La Línea), o a la Capilla de la Purísima Concepción de las Charas.
Con la construcción de la Iglesia de la Santísima Trinidad, en la Calle La Marina, se promovió mucho la devoción a San Emigdio, Patrono contra los terremotos, al cual se le hacían grandes fiestas y rogativas.
Debido a la existencia del puente, se inició la rivalidad entre las cofradías de la ciudad y las de Altagracia. El pueblo del Socorro, por estar más distante, no sufrió con esas rivalidades, aunque tenía Cofradías.
Durante la guerra independentista, la devoción más arraigada, era la de la Divina Pastora, la cual se mantuvo aunque su santuario fue demolido, las órdenes religiosas fueron expulsadas y las cofradías se desmembraron.
Después de la guerra de independencia, la vida religiosa estaba completamente mermada, muchos sacerdotes habían muerto durante la guerra y las cofradías estaban desarticuladas y las iglesias estaban en mal estado o destruidas, a duras penas se trataba de llevar la vida religiosa.
Con la llegada de los italianos, se repotenció  la devoción a Santa Inés, a la Virgen del Carmen, San Francisco y San Pedro, las devociones a la Divina Pastora y a Santo Domingo, por ser de origen español, tendieron a desaparecer, ante los nuevos vecinos.
Debido a la llegada de los franceses, especialmente los corsos, se fue fortaleciendo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a San José.
Los emigrantes que llegaron huyendo del Imperio Otomano, no hacían públicas sus devociones y generalmente se fueron adaptando a las devociones conservadas en torno a la Virgen de Altagracia. 
A partir de 1830, se sucedieron largos períodos de persecución religiosa, con la expulsión o encarcelamiento de sacerdotes, la expropiación de los bienes eclesiásticos, la desconsagración o destrucción de varias iglesias, capillas, oratorios y ermitas de la ciudad.
El Estado y sus funcionarios les dieron un uso profano. Sólo se mantuvo en funciones  reales, las iglesias parroquiales, y de las religiosa, sólo la del Rosario.
Con la llegada de los andaluces en la segunda mitad del siglo XIX, se renovaron varias tradiciones antiguas, como las misas de aguinaldos, los velorios de Cruz de Mayo, las funciones de Semana Santa, los pesebres y las tradiciones navideñas, llenas de alegría.
En esa época se trata de recobrar muchas tradiciones y devociones que se habían perdido. Debido a que las agrupaciones religiosas del pasado habían desaparecido, todo se centra en las parroquias de Santa Inés y Altagracia, esta última, teniendo como sede a la Iglesia de la Santísima Trinidad que desde entonces se intitula Altagracia.
Las Fiestas de Nuestra Señora de Altagracia, San Isidro, San Emigdio y San José se renovaron.
En Santa Inés las devociones se centraban en Santa Inés, San Francisco, las advocaciones del Carmen, la Inmaculada, las Mercedes y de la  Candelaria. En ambas parroquias adquieren mayor esplendidez, las adoraciones con el Santísimo Sacramento, las fiestas patronales y las procesiones de Semana Santa. Esta manera se continuó la vida religiosa durante la primera mitad del siglo XX.
La vida religiosa de la ciudad se fortaleció con la presencia en ella, del primer Obispo de Cumaná, el Siervo de Dios Mons. Sixto Ramón Sosa Díaz, que promovió e hizo que la Virgen del Valle fuese la Patrona de todo el Oriente, y de la Beata Candelaria de San José, que aunque vivía en la ciudad,  fundó conventos, hospitales y colegios en toda Venezuela.
Mons. Sosa trajo a los Capuchinos Valencianos que atendieron a Santa Inés durante varias décadas, a las Hermanas Carmelitas y a las Hermanas de la Consolación. También empezaron a crearse nuevas parroquias eclesiásticas en la ciudad.
 Al iniciar la segunda década del siglo, hay un auge impresionante de la devoción a la Virgen del Valle, gracias a la publicidad y esfuerzos emprendidos por Mons. Crisanto Mata Cova, Obispo de Cumaná.
Llegan a la ciudad los Paúles, Jesuitas y las Hermanas del Santísimo Sacramento.
 Desde finales de la década del sesenta hasta mediados de los ochenta, las devociones y vida religiosa decayeron muchísimo, las iglesias se asolaron, ya no había expresiones religiosas populares públicas ni agrupaciones religiosas, tampoco sacerdotes,  llegan algunas congregaciones femeninas.
A partir de 1986, las cosas comenzaron a cambiar y a recobrarse parte de lo perdido.

LA CIUDAD, EL CUMANÉS ACTUAL.   
                    
El cumanés actual es producto del proceso histórico de la ciudad, especialmente del último siglo y medio. 
Debemos tener en cuenta, que la población original que se desarrolló durante los tres primeros siglos de predominio hispánico, casi desapareció durante la guerra de Independencia, por las diferentes guerras del período republicano, las múltiples enfermedades y epidemias que se desarrollaron brutalmente en todo el territorio de Nueva Andalucía gracias a la pobreza post-guerra, siendo o no reconocido por el gobierno de Colombia y después de Venezuela, que la absorbe indiscriminadamente.
En junio de 1811, el Gobierno de Cumaná, decretó la admisión libre de los extranjeros en su territorio, que se empezaron a mezclar con las familias cumanesas.
La Primera República invitó a todos los extranjeros que quisieran participar de la guerra de Independencia de estas colonias.
Con carta en español, francés e inglés, del 16-08-1813, Mariño invitó a europeos y antillanos a instalarse en las provincias que constituían la nacionalidad andaluza americana, con tal que ayudaran en la lucha independentista anti francesa.
En 1817, se invitó de manera especial a los ingleses, a luchar en contra de sus enemigos españoles y se les ofreció posesiones y tierras en Cumaná.
En 1820, se abrieron todos los puertos, entre ellos Cumaná, para la entrada libre de los extranjeros y no existía ningún tipo de control.
En 1823 se aprobó la Ley de Inmigración de Colombia, donde se expresaba que se denominaba extranjeros a los europeos y a los norteamericanos, y en ese año, por primera vez se consideraba a los españoles, como extranjeros, y con ello a muchas familias que estaban residenciadas en la ciudad y que no estaban unidas afectivamente a la república, pasaron a ser catalogadas de un día al otro, como extranjeros.
Entre 1823 y 1833, entraron muchos extranjeros, especialmente norteamericanos, algunos se quedaron en la ciudad y otros emigraron a otros lugares.
Cumaná, durante el predominio de la República de Colombia, era un refugio predominante femenino.
No había hombres suficientes para poder llevar las responsabilidades citadinas. Las damas esperaban que algún extranjero se quedara en la ciudad y ayudase a componer las cosas.
Las mujeres tuvieron que llevar sobre sus hombres la vida de la ciudad, lo cual todavía es evidente en nuestros días. 
En 1830, después de la separación de Colombia, era sumamente evidente el despoblamiento en las provincias orientales, Cumaná era la ciudad con mayor población.
 Había muy pocos hombres, y la misma situación de 1821: muchas mujeres, niños y ancianos, enfermos en su mayoría.
El Congreso de la República, veía y expresaba con tristeza, que no había hombres en todo el país, para la agricultura,  para las obras públicas, ni para el comercio o industria, no había artesanos, músicos y ni siquiera existían maestros. Sólo en la ciudad de Cumaná, había una vida citadina más o menos normal.
El Estado venezolano, decidió, el 13-06-1831, abrir los puertos y traer colonos canarios, los más idóneos por su similitud con el venezolano republicano, por su cultura, religión y costumbres.
Llegaron por los puertos de la Guaira, Puerto Cabello y Cumaná, entre 2.000 y 3.000 canarios. A partir de entonces llegó una gran cantidad de extranjeros, especialmente italianos, corsos, españoles, sirios, libaneses, alemanes, franceses, holandeses, ingleses, croatas, colombianos, dominicanos, y portorriqueños, que fueron conformando la población de la ciudad durante todo el siglo XIX, uniéndose a las familias preexistentes.
Después de la cuarta mitad del siglo XX, debido a las guerras y problemas de independencia en las Antillas anglo-francófonas, empezaron a llegar a las costas de Cumaná, muchos desplazados de Trinidad, Guadalupe, Dominica, Martinica, Santa Lucía y Granada, que se ubicaron en los arrabales, y que se empezaron a integrar a la ciudad, mucho tiempo después, entre 1950 y 1960.
Durante todo el siglo, siguieron llegando inmigrantes, especialmente de Europa y Asia. A partir de 1974, siguiendo líneas políticas gubernamentales, fueron trasladados hasta la ciudad, grandes masas de personas de bajos recursos económicos, provenientes del centro del país, para ubicarse en nuevos urbanismos.
Durante los años sucesivos, gran cantidad de personas, que habían sufrido por desastres naturales en diversos lugares del país, fueron reubicadas en Cumaná.
La emigración del campo a la ciudad, que se dio a partir de 1959, también afectó a la ciudad. Muchas familias viejas o tradicionales de la ciudad se trasladaron a otras ciudades, especialmente a Caracas y Puerto Ordaz.
De tal manera, que el Centro Histórico se repobló con un buen número de familias que no son originarias de él, como podemos ver en la actualidad.
El cumanés actual, se encuentra en medio de una ciudad con gravísimos problemas de toda índole y que sufre como producto de una deficiente política urbana, que ha abusado de los espacios y hace pesada la vida del ciudadano, al igual del deterioro y empobrecimiento que se nota en toda la ciudad, que se ve notablemente abandonada de los diversos gobiernos centrales, que no han sido capaces, ni siquiera, de comunicarla con el resto del país, por medio de una autopista, tan añorada por todos.



[1] Archivo General de Indias, Indiferentes, Leg. 419, libro 6, Folios 22r – 25r.
[2] Archivo General de Indias,  Indiferentes, Leg. 419, libro 4, Folio 162 v.
Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, 23-24.
[3] Archivo General de Indias, Indiferentes, Leg. 419, libro 6, Folios 55-57.
[4] Archivo General de Indias, Indiferentes, Leg. 419, libro 6, fol. 62.
[5]Archivo General de Indias, Justicia, Leg. 43, Folios 111v – 112r.
Archivo General de Indias, Cedulario de Cubagua, Leg. I, pág. XXII, № 62.
[6] Archivo General de Indias, Panamá, Legajo 233, Libro I, Folio 268v.
[7] Archivo General de Indias, Patronato, Leg. 26, Ramo 4.
[8] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de Cumaná, 115, Tomado de: De las Casas, Fray Bartolomé, Historia de las Indias, Tomo II, Capítulo CLVIII.
[9] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de Cumaná, 128, Tomado de: De Herrera, Antonio, Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme, BANH. Colección Historia Colonial, Tomo II, N° 59, Década Tercera, Libro II, Capítulo V.
[10] Archivo General de Indias,  Real Audiencia de Caracas, Legajo 971.
[11] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 971.
[12]Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 1171.
[13] Archivo General de Indias, Indiferente General, Legajo 416, Folios 43-44.
[14] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 49.
[15] Archivo General de Indias, Contaduría, Legajo 1562.
[16] Archivo General de Indias, Indiferente General, Legajo 416, Folios 6v-9v.
[17] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Leg. 203.
[18] Archivo General de Indias, Contaduría, Legajo 1562.
[19] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 71.
[20] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 71.
[21] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 71, folios 560-562.
[22] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 2, Documento 45.
[23] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de Cumaná, 192-194.
[24] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, Carta del obispo Manuel de Mercado al rey Felipe II, San Juan, 14-8-1575, 69.
[25] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, Relación de Visita Pastoral del obispo don Diego de Salamanca al rey Felipe II, San Juan, 1-1-1582, 78-80.
[26] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 187, Ramo 1, Nº 1. (Cortesía de Rommel Contreras)
[27] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 2, Documento 113.
[28] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 2, Documento 115.
[29] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 2, D
Documento 130.
[30] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 201.
[31] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 261.
[32] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de Cumaná, 194-195.
[33] Archivo General de Indias,  Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 190.
[34] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 201.
[35] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, carta  del gobernador Juan de Haro al rey, con fecha 10-10-1616, 111-112.
[36] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 26.
[37] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Legajo 17.
[38] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 192.
[39] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, Memorial del obispo don Damián López de Haro al rey Felipe IV, 163-164.
[40] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 189.
[41] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 641.
[42] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 641.
[43] Archivo de Propaganda Fide, Carta de obediencia prestada al Papa por cinco Caciques de la  Provincia de Cumaná,  Venezuela.
Carrocera, Fray Buenaventura de, Los  Primeros Historiadores de las Misiones Capuchinas en Venezuela,  110-112.

[44] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 622.
[45] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 622.
[46] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 191, Ramo 5.
[47] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 211.
[48]Archivo  General de  Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 188.
[49] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 189.
[50] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 595.
[51] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 595.
[52] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 622.
[53] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 589.
[54] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 643.
[55] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 446.
[56] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 576.
[57] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 603.
[58] Archivo de la Iglesia Santa Inés de Cumaná, Constituciones Pastorales del Obispo Francisco Antolino.
[59] de carrocera, fray cayetano, Memorias de Cumaná y Nueva Andalucía, 189-190.
[60] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 124.
[61] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 126.
[62] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 446.
[63] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 201.
[64] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 141.
[65] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 203.
[66] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 121.
[67] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 260.
[68] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Santo Domingo, Legajo 696.
[69] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 446.
[70] De Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, 24-25, 33, 55, 62, 76, 108, 110-126, 148-151, 236, 325, 339.
Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas,  Legajos 12, 124, 210, 218, 231, 395, 946.
Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, 472.
Sanabria, Alberto, Cumaneses Ilustres, 27-31.
[71] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo  30.
[72] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 946.
[73] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 10.
De  Carrocera,  Fray  Cayetano, Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, 380.
[74] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 30.
[75] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 446.
De Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, 102-103.
Peñalver Gómez, Manuel S, Datos para la Historia de la Educación en el Oriente de Venezuela, 88.
[76] De Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, 24-25, 33, 55, 62, 76, 108, 110-126, 148-151, 236, 325, 339.
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Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente de Venezuela, 472.
Sanabria, Alberto, Cumaneses Ilustres, 27-31.
[77] Peñalver Gómez, Manuel S, Datos para la Historia de la Educación en el Oriente de Venezuela, 87-91.
[78] Archivo de la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar, Decreto de Desmembración de la Diócesis de Puerto Rico en las Indias Occidentales; y de erección del nuevo Obispado de Guayana, Libro de Gobierno № 1.
[79] Archivo de la Iglesia Santa Inés de Cumaná, Libro General Castrense de Matrimonios, Folio 01.
[80] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 180.
[81] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 395.
[82] ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Real Audiencia de Caracas,  Legajo 946.
[83] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajo 949.
[84] Archivo General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajos  397, 599.







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