Proceso Histórico de la Real Ciudad de Santa Inés de Cumaná. SOMOS CUMANÁ
Proceso
Histórico de la Real Ciudad de Santa Inés de Cumaná.
Pbro. Dr. Alexander Rafael Castro Moreno.
Según las Fuentes.
LA CIUDAD EN LOS ARCHIVOS HISTÓRICOS.
Para poder entender la Historia de
Cumaná, debemos ir a las fuentes, especialmente a los documentos antiguos que atestiguan
los sucesos que realmente acaecidos.
Al igual que ha sucedido en toda Latinoamérica,
en Venezuela y en Cumaná, se impuso la historia creada por los vencedores, que ha
creado una gran cantidad de mitos, fábulas e historietas, que han desvirtuado
la realidad del pasado, debido a la falta de sentido crítico-científico, y por
el poco acceso a los documentos originales.
Hay gran desconocimiento de los documentos
originales, especialmente del Archivo General de Indias en Sevilla, que posee
el mayor cúmulo documental sobre la Historia de Cumaná, al que por estar tan distante, ha sido difícil de
acceder.
En el Archivo Secreto Vaticano hay poca
información. Hay más información en el Archivo General de la Compañía de Jesús
en Roma, especialmente de documentación oficial, expedientes y cédulas reales,
concernientes a Cumaná y sus gobernantes, iniciando por Diego Fernández de
Serpa. Igualmente los Archivos Generales de las Ordenes Franciscana y de
Predicadores.
En los Archivos Históricos Nacionales de
República Dominicana, Colombia, Puerto Rico y México, se conservan un
importante número de documentos, correspondientes a Cumaná, cuando dependía de
la autoridad de la Capitanía General de Santo Domingo, o de los Virreinatos de
Santa Fe y Nueva España, aunque hay que reconocer,
que sus copias u originales se encuentran en Sevilla.
En la documentación del primer siglo de
vida de la ciudad, prevalecen los de tipo
eclesiástico, debido a que el territorio de la Provincia, y luego de la
Capitanía General de Nueva Andalucía, y de la ciudad de Cumaná, dependieron del
Obispado de San Juan Baptista de Puerto Rico; en el Archivo de esa
Arquidiócesis, se encuentra mucha documentación, desde los inicios hasta 1790.
El nutrido Archivo colonial-eclesiástico
de Cumaná, y de 1790 a 1922, fue trasladado a Angostura, hoy Ciudad Bolívar, y
allí podemos encontrar mucha información sobre la ciudad.
El Archivo de la Arquidiócesis de
Cumaná, es desconocido para los estudiosos, y posee información privilegiada,
partiendo del año 1922, aunque debería conservar mucha documentación antigua.
El Archivo eclesiástico de mejor acceso en
Cumaná, es el que pertenece a la Parroquia Santa Inés.
Desde el traslado de la ciudad en 1582,
hasta nuestros días, posee muchos documentos originales e informes que luego
fueron enviados a Sevilla, no solo de Cumaná, si no de otras poblaciones; es
notable la cantidad de documentos que han desaparecido en el transcurso del
tiempo, por indebida manipulación, desconocimiento y descuido, aunque
actualmente se hace lo posible por mantenerlo. En los casos anteriores, muchos
o todos de los documentos se conservan en Sevilla.
El Archivo más interesante para los
estudiosos de la ciudad, sobre importantes hechos ocurridos durante el largo
período hispánico y en el republicano, es el Archivo General del Estado Sucre, aunque
lamentablemente, una inmensa cantidad de éstos se han trasladado hasta Caracas,
y el resto se encuentra en condiciones poco deseables para el estudio.
Muchos particulares poseen documentación
escrita y gráfica, muy importante para el conocimiento de la historia cumanesa,
que no es accesible a los estudiosos y al público en general.
También carecemos de unos intensivos trabajos
arqueológicos, que nos develen muchas incógnitas sobre nuestro pasado. Presentamos
imágenes de las Colecciones Zenaida Varela Mago (CZVM) y Luis Espín (CLE).
Según la correspondencia de los Padres
Fray Pedro de Córdoba y Fray Antonio de Montesinos, conservada en los archivos
de la Orden de Predicadores, de las Actas Capitulares de la Orden Franciscana
Observante del siglo XVI, la correspondencia del Cardenal Francisco Ximenes de
Cisneros, la obra de Fray Bartolomé de las Casas, las Actas de Visita Pastoral
de los Obispos de Puerto Rico de 1576 a 1790, en los siguientes documentos del
Archivo General de Indias: la Sección de Contaduría-Serie 15-Papeles
pertenecientes a la Provincia de Cumaná 1538-1762 (Legajos 1646-1662), correspondencias,
documentos varios, Cédulas Reales, Cuentas y otros en Indiferente General
Legajos 414 al 429, Libro 6, Audiencia de Santo Domingo Tomos I al XIX,
Audiencia de Caracas Tomos 2-A, 2-B, Legajos 4 al 12 y 22.
PROCESO FUNDACIONAL
DE LA CIUDAD.
En 1514, Fray Pedro de
Córdoba[1], superior de los padres dominicos de Indias, pidió
apoyo a los misioneros castellanos que tenían conventos en la Isla Española, para participar en la misión en la
Costa de las Perlas, encomendada por el Rey Fernando el Católico[2], pero no se entusiasmaron, sólo
se unieron los padres franciscanos observantes picardos,
que se encontraban en la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, esperando órdenes
reales para poder pasar a la Costa de Paria, a misionar; estos religiosos provenían
de la ciudad de Amiens (Francia), y formaban parte de varias provincias galas
de esa Orden mendicante. Los dirigía el Padre Fray Johannes de Gars.
El 09-07-1515, trataron de partir, para fundar dos
pueblos de misión con autoridad real y parroquia eclesiástica, en territorio de
nación Waykerí, donde muchos eran cristianos y habían pedido atención pastoral.
Debido a una tormenta, decidieron esperar y partir el 08-08-1515.
Los
frailes viajaron en la nave del comerciante genovés don Giacomo di Castiglione, hasta la Península de Araia,
y el día 15, Fray Johannes de Gars,
y sus hermanos de comunidad, cruzaron el Golfo de Cumaná, y con la autoridad
que les daba las Cédulas Reales, que les había suministrado Fray Pedro de
Córdoba, fundaron el pueblo de San Francisco de Cumaná, en la ribera oriental
del Río Cumaná, a unos 250 mts., al sur de la desembocadura.
Fray Johannes fue su fundador,
gobernador y párroco. Le acompañaban los siguientes sacerdotes: Fray Jean de Flamigi, Fray Remy du Faulx
(delegado provincial), Fray Jacob de Hermigi, Fray Richard Gani de Manupresa,
Fray Jacob Scott, Fray Nicola di Desiderio, y Fray Juan de Guadalajara
(traductor)[3].
Había allí un poblado Waykerí pre-existente,
y se construyeron: convento, Iglesia Parroquial, escuela con Internado para 40
niños nobles y viviendas para los naturales. Había otro poblado indígena en la
ensenada del Golfo al lado de la boca del río, en la Punta de Santa María.
En 1516, estaban en la Casa
de Contratación de Sevilla, los padres franciscanos observantes: Fray Remy du Faulx y Fray Jean de Vallonis, con 14 religiosos que habían traído de
Francia e Inglaterra, cedidos por la Orden
al Cardenal Francisco Ximenes de
Cisneros, en el Capítulo General
de Ruán, el 11-05-1516,
para asentarse en San Francisco, y convertir a los nativos donde no había
población, y construir una Iglesia y una escuela en el poblado Waykerí de Santa
María[4].
En 1519, por problemas de contrabando de
maíz y esclavismo, los Tagares de Maracapana (Guanta), destruyen la Misión de
Santa Fe de Chechrebiche o Chiribichi, y martirizan brutalmente a dos
sacerdotes dominicos [5].
En 1520, el Papa León X, erige la Diócesis de Paria, con Sede en la Iglesia
Parroquial de San Francisco de Cumaná, y
nombra como obispo al Capellán de don Carlos I, el Pbro. don Pier Barvier, el cual, cuando
conoció del martirio de los dominicos, se atemorizó y nunca tomó posesión de la
Diócesis[6].
La Real Audiencia de Santo Domingo,
envió a don Gonzalo de Ocampo, en diciembre de 1520, para castigar el homicidio
de los frailes dominicos de Santa Fe.
En
enero de 1521, Ocampo llegó a San Francisco, instaló el tribunal, se persiguió
y castigó cruelmente a los Tagares culpables. Ocampo fundó la ciudad de Nueva
Toledo, a media legua al sur de la desembocadura del río, como refuerzo de
Santiago de Nueva Cádiz.
Al regresar Ocampo a La Española, sus
colonos, muy disgustados, se marcharon a San Francisco o Cubagua, y desapareció
Nueva Toledo, a los tres meses de fundada[7].
El Bachiller don Bartholomé de las Casas,
visitó en 1522, a los franciscanos observantes del
pueblo de San Francisco, y compartió con ellos su proyecto de defensa de los indígenas[8].
Había viviendo en el poblado, más de 100 castellanos, sin contar a los nativos.
En 1522, al partir Las Casas, debido a los abusos de algunos castellanos de Cubagua,
los Tagares de Maracapana unidos a otras
tribus, se alzaron nuevamente en armas y atacaron al pueblo de San Francisco.
Varios castellanos mueren, y el lego Fray
Dionigi, es martirizado varios días después[9].
En enero de 1523, bajo órdenes de la
Real Audiencia de Santo Domingo, don
Giacomo di Castiglione, es enviado a reprimir a los indígenas alzados de
la región de Maracapana.
Luego
del acto judicial, en los predios inmediatos del pueblo de San Francisco, Castiglione fundó la nueva
ciudad de Córdoba, que se fundió con el pueblo de San Francisco, que él había
restaurado[10].
Castiglione construyó la fortaleza de Santa
Cruz de la Vista, en la desembocadura del río Cumaná[11].
En 1528 la Iglesia Parroquial cambia de
denominación a: Nuestra Señora del Carmen,
dependiente del Obispado de San Juan Baptista de Puerto Rico[12],
y era regentada por los padres
franciscanos observantes[13].
El
28-11-1530, la Real Audiencia de Santo Domingo,
informó al Rey don Carlos I, que en la región de Cumaná hubo un
terremoto con maremoto, que causó ruina
en la fortaleza y en la ciudad de Nueva Córdoba[14].
De
1531 a 1548, hay documentación sobre la vida y obras realizadas en la ciudad,
especialmente de la parte comercial y gubernamental[15].
La Provincia de Nueva Andalucía, se crea
en 1536, su capital, Nueva Córdoba de
Cumaná, dependiente de la Real Audiencia de Santo Domingo[16].
En
carta que el Tesorero Real, don Francisco de Castellanos, envió al Rey, el 04-03-1537,
le notifica que el padre Fray François de Vatrience, Padre Provincial de la
Orden Franciscana Observante, visitó las ciudades de Santiago de Nueva Cádiz y
Nueva Córdoba, para visitar los frailes
de su Orden; el Padre DE Gars, aún es el párroco[17]. Se repara en 1548, el techo de madera y tejas de la
Iglesia Parroquial[18].
El
01-02-1562, el Pbro. Fray Francisco de Montesinos, con autoridad civil real, erigió
el Real Cabildo en la ciudad de Nueva Córdoba[19].
Para
crecentar la población de la ciudad, envió al Padre Fray Álvaro de Castro, párroco, para que
trasladara hasta la ciudad, a los colonos del pueblo de San Juan de Macarapana,
que no querían vivir allí y también a los castellanos que tenían haciendas y a
los indios Waykeríes y Brasiles de los alrededores[20].
El
24-11-1569, ante el Real Cabildo de la ciudad, los oficiales reales,
eclesiásticos y vecinos, se leen las Cédulas Reales presentadas por el vecino
de la ciudad: don Diego Gonzalo García Fernández (Hernández) de Serpa, que
trajo de Castilla, donde era nombrado por su Majestad, Capitán
General de la nueva Capitanía General de la Nueva Andalucía, y la ciudad de
Nueva Córdoba, toma la dignidad de Capital, con el nombre de: Cumaná, aunque se
le siguió llamando de la manera antigua.
Se
aumenta la población de la ciudad con los colonos que trajo de Castilla[21]. Con Serpa llegaron los padres franciscanos
observantes: Fray Luis Diosdado y Fray Miguel Diosdado, para atender la Iglesia
Parroquial[22].
En 1572,
según la tradición, unos nativos atacaron la ciudad, los vecinos se
encomendaron a Santa Inés Romana, cuya fiesta se celebraba ese día, de hacerla
Patrona con voto solemne del Real Cabildo, si los protegía; hubo un eclipse
lunar total, en medio de la batalla, y debido al temor que les causó el
fenómeno celeste, los nativos se retiraron asustados, y el voto fue cumplido[23].
El
16-10-1574, el Rey don Phelipe II, le concede al Obispado de Puerto Rico, la
autoridad oficial sobre la ciudad de Nueva Córdoba[24].
En
el año 1579, el obispo don Diego de Salamanca visitó a la ciudad de Nueva Córdoba[25];
ese año, el capitán don Pedro García Camacho, inició el traslado de la ciudad a
un lugar más propicio.
El
05-01-1583, García le comunicó al Rey, que ya había trasladado la ciudad, más
al interior, en un lugar protegido entre la serranía y el río, con todo el
vecindario, la Iglesia Parroquial, Cabildo y los Despachos Reales, donde
actualmente se encuentra el Centro Histórico, en el antiguo Barrio de Santo
Domingo[26].
LA CIUDAD DE LOS SIGLOS XVII y XVIII (1588-1799).
FINALES SIGLO XVI.
El Rey, el 18-10-1588, da la ayuda económica para reparaciones en la
Iglesia Parroquial[27]. En
1589, la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, construyó su Ermita, al pié de
la Eminencia de San Antonio de Padua[28]. El 03-07-1591,
el Rey Phelipe II, le otorgó el Título
Real de Ciudad a Nueva Córdoba, y le concedió Escudo Real de Armas, además de
todos los privilegios que esto implicaba para la ciudad,
gracias al empeño y esfuerzos de don Juan López, miembro del Real Cabildo[29].
En 1592, los padres dominicos fundan
el Convento de San Antonio de Padua, “intra muros”, al pié del cerro del
Calvario[30]. En 1594,
los padres franciscanos conventuales sin autorización real, por la prohibición
que pesaba sobre ellos, fundan el Monasterio de Nuestra Señora de las Aguas
Santas, “extra muros”, al pié del cerro de San Justo[31], al poco tiempo, éstos aceptan la Reforma y pasan a ser Observantes.
El 24-06-1595, la flota inglesa de sir
Walter Raleigh, invade Nueva Córdoba y
es repelido por El Gobernador de Cumaná don Francisco de Vides y los vecinos,
San Juan Bautista es proclamado Patrono de la ciudad[32]. A partir
del año 1600, la ciudad inicia a desarrollarse en lo económico, social y
cultural. Las familias antiguas y las traídas por Serpa, constituyeron la base
fundamental de la clase aristocrática.
Los Oficiales Reales, escribieron al
Rey, el 20-05-1611, comunicándole que las casas de la Caja Real, se desplomaron;
el Rey les ayudó[33]. Hacia 1615,
se construye la Ermita del Dulce Nombre de Jesús, de los padres dominicos[34]. El Gobernador
don Juan de Haro, en 1616, da relación de que el pueblo Waykerí de Nuestra
Señora del Socorro de los Cerritos, existía desde principios de siglo y era Parroquia[35]. En 1621, la
ciudad pidió a S. M., que le ayudase para poder terminar las casas del Cabildo,
la Cárcel y la Carnicería[36]; desde ese
año hasta 1631, el ingeniero Giovanni Battista Antonelli, vivió en la ciudad y dirigía las obras de la
Fuerza de Santiago del Arroyo de Araia[37].
Siglo XVII.
El 23-06-1637, el Gobernador de Cumaná
y los Oficiales Reales escriben al Rey don Phelipe IV, pidiéndole ayuda para
reconstruir la Iglesia Parroquial, porque quedó muy dañada por el terremoto de
1629 y se desplomó la torre[38]. En 1645, el
obispo don Damián López de Haro, notifica al Rey, que el pueblo Waykerí de Nuestra
Señora de Altagracia, era Parroquia y existía hacía más de 20 años[39]. En 1641, se
autorizada restauración del Monasterio de la ciudad, de los franciscanos
observantes.
Don Gaspar de Hoyo, escribió al Rey,
el 10-07-1649, informándole que don Francisco de Vivero había construido el
castillo San Antonio de Padua, en una colina del centro de la ciudad[40]. A partir
del 08-05-1656, se les encomienda a los franciscanos del monasterio de la
ciudad, dirigir las Misiones de La Purísima Concepción de Nuestra Señora de
Píritu, en Nueva Cataluña[41].
Los capuchinos fundan el Convento de San Diego de Alcalá, por
Cédula Real del 04-09-1657, fundan e inician las Misiones de Santa Cruz de Cumaná,
en la Provincia de Cumaná y en Nueva Cantabria[42]. En esos años, se inicia la elaboración en la
ciudad, de mobiliario y objetos de arte para las iglesias de las nuevas
misiones. El 10-04-1666, cinco caciques chaymas,
enviaron una carta en su lengua, al Papa Alejandro VII (“Mapanone Patre…”.), prestándole obediencia y alabando el trabajo de los
misioneros capuchinos[43]. El Capitán
General don Sancho Fernández de Angulo, comunica al Rey, el 19-09-1671, que la
fuerza de Santa Cathalina de Alexandría se encontraba en ruinas y que había
construido al lado de la Iglesia Parroquial, un castillo en honor de Santa
María de la Cabeza[44].
El 04-06-1672, la Junta de Guerra de
Indias, decidió enviar un ingeniero a la ciudad, para evaluar el fuerte de
Santa María de la Cabeza, y la ruina en que estaban los fuertes de San Antonio
de Padua y Santa Cathalina de Alexandría[45]. En 1681, se notifica al Rey, que el maestro de albañilería y
cantería, don Diego Matheo, se encargaría de la construcción de la nueva fortaleza
de San Antonio de la Eminencia, las obras se iniciaron el 28-11-1682 y
culminaron en 1689[46]. El Capitán
General don Juan de Padilla Guardiola y Guzmán, informó a S. M., el 25-02-1682, que se había allanado completamente un cerro
que tenía al sur el Castillo Santa María de la Cabeza, para darle mayor
seguridad[47]. El
terremoto del 04-05-1684 de mayo, destruyó la Casa de los Gobernadores, se
desplomó lo que quedaba del viejo Castillo San Antonio, y causó daños al
Castillo Santa María de la Cabeza y a la Iglesia de Nuestra
Señora Rosario, de los padres dominicos[48]. El
Gobernador don Gaspar del Hoyo Solórzano, escribió a S. M., el 10-07-1694, de
lo pernicioso que era en la ciudad y la Provincia, el aguardiente de caña de
azúcar llamado Tacire[49].
Siglo XVIII.
El 20-05-1701, el Gobernador don Joseph Ramírez
de Arellano le escribe al Rey don Phelipe V de Borbón, informándole que ya
estaba terminada la construcción de la nueva iglesia de Nuestra Señora del
Rosario[50]. El 21-05-1701,
Ramírez le informó a S. M., que había
gran necesidad de desviar el río Manzanares, que atraviesa la ciudad, para
poder así, evitar las inundaciones[51]. El 16-06-1702, el Gobernador comunicó a S.
M., que había construido el Reducto de San Joseph en el Barrio Chiclana[52]. El
Rey don Phelipe V, agradeció el 03-02-1710, al Gobernador don Alberto de
Bertodano, por haber reconstruido la Iglesia Parroquial, y haber colocado el
Santísimo Sacramento, el Domingo de Ramos del año anterior de 1709[53].
El misionero capuchino de Cumaná, Fray
Lorenzo de Zaragoza, el 31-07-1725, el Real Consejo de Indias, aprobó la
publicación del libro de “Doctrina Cristiana en Lengua Chayma”[54]. En 1727, en
la sacristía de la iglesia parroquial, el Pbro. don Phelipe Martínez, funda la
Cátedra de Gramática Latina[55]. El
Obispo don Francisco Pérez Lozano, decide en 1741, la erección canónica y
concede renta para el sostenimiento del docente de la Escuela de Gramática y
Latín, en la Casa Parroquial[56]. La Real
Cédula del 04 de abril de 1744, ordena la construcción de la casa del
Ayuntamiento de la ciudad[57].
En 1751, se encuentra en la ciudad el
botánico Pedro Loefling. En 1752, el Obispo don Francisco Julián Antolino erige
el Real Colegio Seminario Tridentino Santa Inés[58], con rentas
directas de la Corona, con sede en el Convento de San Antonio de Padua, de los
padres dominicos[59]. El
Capitán General Gual y Pueyo, hizo la Visita General en 1754[60]. El
Gobernador don Matheo Gual y Pueyo, escribe el 04-10-1756, comunicando que bajo
sus providencias se ha hecho un camino Real entre las ciudades de Santa Inés de
Cumaná y San Christóbal de los Cumanagotos, que atravesaba toda la serranía de
Santa Fe, habiéndose concluido también el nuevo edificio del Real Cabildo, con
la cárcel en sus instalaciones [61].
El 24-12-1759, la Cátedra de Gramática
Latina, adquiere carácter Real, que concede el
Rey don Carlos III[62]. En el año
1761, Capitán General Don Joseph de Diguja y Villagómez, hizo Visita General de
Nueva Andalucía[63]. En 1764, fuerte epidemia de viruelas que causó muchas muertes[64]. En 1765 el
Hospital Santa Inés era deficiente para acoger a los enfermos[65]. El Capitán
General don Pedro Joseph de Urrutia
Ramírez de Guzmán, comunica al Rey el 03-06-1766, que había concluido la
construcción del puente sobre el río Manzanares, que une esa ciudad con el
pueblo de Nuestra Señora de Altagracia[66].
El 21-10 hubo un gran terremoto que dejó maltrecha la ciudad[67]. Las
obras de la nueva Iglesia Parroquial se iniciaron en 1767, en la nueva Plaza
Mayor, en el Barrio de El Toporo, al frente del nuevo Cabildo[68].
En 1769, Pbro. Br. don Blas de Rivera
Serrano, funda las cátedras universitarias de Filosofía y Teología Moral[69].
El 30-09-1771, el Gobernador don Pedro Joseph de Urrutia y el Pbro. don Antonio Patricio de Alcalá y
Centeno, proceden a trasladar el pueblo de indios Waykeríes de Nuestra Señora
de Altagracia, en el Salado, hasta el frente del puente, y se procedió a
construir una nueva iglesia parroquial, terminada en 1774[70]; El Pbro.
Dr. don Sebastián Joseph de Conde, pidió licencia al Rey don Carlos III, para
construir la Iglesia de la Divina Pastora en el Barrio de Chiclana[71],
en 1775, ese año el Pbro. Fray Christóbal de Quesada y Arias, funda el Convento
de Nuestra Señora de la Merced[72].
Por Real Cédula de 08-09-1777, se separan
las provincias de Venezuela, Cumaná, Guayana, Maracaibo, Margarita y Trinidad,
del Virreinato de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada y son agregadas a la
nueva Capitanía General de Venezuela, Don Máximo du
Boucher pasa a ser el primer Gobernador Intendente de Cumaná. Construye la
Residencia de los Gobernadores[73]. Doña María
de Alcalá en 1778, funda la Escuela para Niños[74]. El 20-09-1782,
el Rey decidió establecer como fundación Real las clases mayores
(universitarias) del Real Colegio Seminario[75]. El
Pbro. don Antonio Patricio de Alcalá y Centeno, fundó en ese año, el Hospital
de Nuestra Señora de la Caridad, para los pobres e indios trabajadores, en una
casa de su propiedad que fue adaptada por el ingeniero don Casimiro Izaba[76]. Por
Orden Real del 26-01-1786, fue comprado el palacio de don Juan Joseph Castro,
vecino a la Ermita del Carmen, para sede del Real Seminario Conciliar[77]; entre ese
año y 1788, estuvo en la ciudad el botánico austríaco Nicolás Joseph Jacquin. A
partir del 20-05-1790, Cumaná pasa a formar parte de la
Diócesis de Santo Thomé de Goaiana[78].
El Pbro. don Francisco Joseph García del Águila, en 1791, eligió como sede de
la capellanía castrense, a la Ermita de Nuestra Señora del Carmen[79]. El
Gobernador don Vicente Emparan y Orbe, informa a S. M. en 1793, que inicia una
serie de obras públicas en la ciudad, entre ellas la Real Aduana y
reforzamiento del puente, y construcción edificios públicos e iglesias, y
restaurando el Palacio de Gobierno[80].
El 08-09-1794, la Divina Pastora de
las Almas es declarada Co-Patrona de la ciudad[81]. En
1795 se construye el nuevo edificio del Hospital, el Padre Alcalá dona su
hacienda y capilla, para hospicio a los
capuchinos[82], y el 03-02,
nace Antonio Joseph de Sucre. Cédula Real del 27-05-1797, para continuar las obras
de la Iglesia Parroquial y se encarga al ingeniero don Casimiro Izaba[83]. El
16-07-1799, llegan a la ciudad Alexander Von Humboldt y Aimé Bompland y se
concluye la Iglesia de la Divina Pastora[84].
LA CIUDAD EN LOS
SIGLOS XIX Y XX.
Existe una gran cantidad de textos
publicados, que tratan la Historia de Cumaná. No existe un compendio de datos,
ni unidad de criterio en conceptos fundamentales, la información se nota
desordenada en algunos casos y la falta de conocimiento de las fuentes. Se nota
una fuerte tendencia a repetir lo que otros han dicho antes y algo de descuido en la investigación.
Son textos básicos para el entendimiento
de la historia cumanesa: Historia de la Nueva Andalucía, de Antonio Caulín; El
Consectario de la Ciudad de Cumaná, del Pbro. Antonio Patricio de Alcalá y
Pedro Elías Marcano; Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, del
Pbro. José Antonio Ramos Martínez y Fray Cayetano de Carrocera; Orígenes
Históricos de la Ciudad de Cumaná, e Historia de las Fortificaciones de Cumaná
de José Mercedes Gómez; Historia de la Provincia de Cumaná, de Francisco Javier
Yanes y José Mercedes Gómez; datos para la Historia de la Educación en el
Oriente de Venezuela, de Manuel Peñalver Gómez; Periódicos y Revistas de Cumaná,
de Ignacio Rodríguez Mejías, Evocaciones y Recuerdos, y Cumaneses Ilustres de
Alberto Sanabria, La Evangelización del Oriente de Venezuela y Constituciones
Pastorales de los Obispos de Puerto Rico, de Fray Álvaro de Huerga, El Colegio
Nacional de Cumaná 1834-1857, de José Millán, La Casa de Sucre, de Emanuele
Amodio, y otros de publicación pasada o reciente.
De estos textos podemos presentar la
Historia de Cumaná desde el 1800 hasta la segunda mitad del siglo XX.
SIGLO XIX.
En 1800 llega a la ciudad el estudioso
francés François Depons. Don Manuel Joseph de Cajigal, es Gobernador Capitán
General Intendente de la Nueva Andalucía en 1804; se revitaliza la autonomía de
la Capitanía General, que había sido suspendida en 1777. El 27-04-1810, la
ciudad reclamó los derechos de Fernando VII y la independencia del colonialismo
francés, el Real Cabildo asume la responsabilidad y pide la renuncia al Capitán
General Eusebio Escudero, que es deportado; toman el poder: Vicente de Sucre y
el Dr. José María Vargas.
En 1811, la Junta Suprema de Gobierno de
Cumaná, la presidía Vicente de Sucre y Urbaneja,
el Pbro. Diego Bottino y Joseph Leonardo Alcalá, y se crea la Provincia De
Cumaná, republicana. Las imprentas son traídas por Manuel Joseph y Francisco Esteban Ribas, y ese año aparecen los
periódicos: El Patriota Venezolano y El Patriota Cumanés.
El 11-05-1812, el Poder Legislativo
decreta que el Real Monasterio de Nuestra Señora de las Aguas Santas, será sede
de la Universidad de Cumaná, su rector será el Dr. Mariano de la Cova. La Junta
Suprema de Gobierno de Cumaná, ese año, estaba presidida por Joseph Miguel
Alcalá, Vicente de Sucre y Joseph Ramírez.
En agosto, Nueva Andalucía vuelve al
poder realista. Al caer de la I República, asume como Gobernador del régimen
francés, Emeterio Ureña, que trató benévolamente a los patriotas. Ureña fue denunciado ante
Monteverde, y éste, envió a Francisco Javier Cervériz, que brutalmente persiguió
y torturó a los presuntos patriotas.
Ureña protestó y no fue escuchado en sus
reclamos, lo cual le valió ser desautorizado.
El 03-08-1813, Joseph Francisco Bermúdez
invade la ciudad, para liberarla. En 1814, los cumaneses se unen a los
venezolanos para luchar en común por la independencia, bajo el liderazgo de
Simón Bolívar. Llegan a la ciudad muchos desplazados, huyendo de Santiago de
León de Caracas, por temor a las represalias de las tropas imperialistas.
El 25-08-1814, llega Bolívar a la ciudad
y parte el día siguiente, con Santiago Mariño. Joseph Thomás Boves, vence a
Manuel Piar en la Sabana del Salado, toma la ciudad y el 16-10-1814, realiza
una terrible masacre, aún dentro de los lugares de culto, donde los desmanes
alcanzaron un grotesco nivel. Juan Cini, fue el último Gobernador del régimen
francés. Thomás de Cires, fue el primer Gobernador de la restauración
monárquica española, desde agosto y demolió el Barrio de Chiclana con la
Basílica de la Divina Pastora, y muchas residencias de patriotas. El Estado
republicano de Cumaná, se crea el 28-05-1817, y cambia a Provincia
de Cumaná (republicana), el 16-10-1817. Entre 1817 y 1821, los líderes
patriotas: Santiago Mariño, José Francisco Bermúdez, Antonio José de Sucre y
Rafael Urdaneta, trataron de liberar la ciudad, de los realistas. En 1821,
Bolívar asignó a Bermúdez la labor de liberar a Cumaná. El 16-10-1821, vence
Bermúdez y capitula el último Gobernador hispano, Joseph Caturla, en la Casa Fuerte,
sellándose la independencia de la Nueva Andalucía.
Uniéndose a la República de Colombia. Fue
nombrado nuevo Gobernador de Cumaná, Diego de Vallenilla y en octubre, asumió
la Gobernación, el Lic. Joseph Grau.
En esos años aparecen los periódicos: El
Indicador del Orinoco, El Argos, El Republicano de Cumaná y El Centinela de la
Libertad. Se crea el Departamento del Orinoco con capital en Cumaná, su
Gobernador es José Francisco Bermúdez. Luego se crea el Departamento Maturín
con capital en Cumaná.
En 1823, el vicepresidente de Colombia,
Francisco de Paula Santander, decreta el Colegio Nacional de Cumaná, de
estudios superiores. En 1825, llega un grupo de inmigrantes escoceses.
En 1827, Miguel de la Torre,
Gobernador Puerto Rico, envía fuerzas realistas para retomar a Cumaná, pero es
rechazado contundentemente.
Hacia 1828, aparecen los periódicos: El
Cacolín Solitario y El Amigo del Pueblo. La Provincia de Cumaná, se crea el 13-01-1830,
con Cumaná como capital, y aparecen los periódicos: El Sol y La Trompeta. En
1831, llegan los inmigrantes canarios.
Páez suprime los fueros eclesiástico y
militar, son expropiados los bienes eclesiásticos de la ciudad; en diciembre es
asesinado Bermúdez frente a su casa, en la calle San Carlos. Entre 1832 y 1848,
llega a la ciudad un numeroso grupo de inmigrantes italianos, corsos,
neogranadinos, ingleses y alemanes. José Antonio Páez, decreta nuevamente el
Colegio Nacional de Cumaná el 28-02-1834, y nombra como rector a Andrés Level
de Goda; se clausura el Real Seminario Santa Inés y es reabierto en Puerto
España.
En 1835 aparece:
La Revista Oriental; Cumaná
proclama a Monagas como jefe supremo y
rechaza a Vargas como presidente. La Capitanía General de Nueva Andalucía y la
Provincia de Cumaná, son reconocidas por la Reina Isabel II, y por el Gobierno
Español, como independientes de su autoridad, el 26-03-1845. La Escuela de
Medicina de Cumaná es creada en 1850, y sobresale el científico-profesor Luis
Daniel Beauperthuy. El 15-07-1853, un terremoto destruye algunos edificios de
la ciudad, cesa la Universidad y sólo prevalece la educación media, dirigida
por el historiador Pbro. José Antonio Ramos Martínez y el Dr. José Silverio
González Varela. Llegan emigrantes italianos, corsos, españoles, ingleses,
portugueses y alemanes. Se crea la nueva Provincia De Cumaná el 23-04-1856, con
Cumaná como capital. La Gaceta Oficial Nº 57 del año 1857, informa que el Dr.
Beauperthuy ha descubierto en sus investigaciones en Cumaná, al agente
trasmisor de la fiebre amarilla.
El Estado Cumaná se crea el 14-08-1859,
El Estado Nueva Andalucía el 27-12-1863, el Estado Cumaná el 22-04-1864, el Estado
Nueva Andalucía el 01-12-1864 y el Estado Cumaná el 12-05-1869, siempre Cumaná
es la capital. Comienzan a llegar grupos de libaneses y sirios.
Durante esa segunda mitad del siglo XIX, se publican los siguientes periódicos: El
Manzanares, La Penca, El Correo, El Anticorreo, La Mosca, El Torrente, El
Republicano, El Teléfono, El Meteoro, El Independiente, El Cumanés, El Látigo,
El Tribuno, El Mentor, La Federación y El Independiente.
Se crea el Gran Estado de Oriente el
30-04-1879. El Estado Bermúdez es creado el 27-04-1881. Se crea la Sociedad de
Historia de Cumaná y la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión.
Luego surgen las publicaciones: El Álbum
Lírico, La Poliantea, La Instrucción Pública, La Escuela Normal y la Voz del
Patriotismo; también los siguientes periódicos: El Cumanés, El Doctrinario, La
Libertad, La Mayoría y El Hijo del Pueblo.
Llegan muchos emigrantes de las
Antillas, en especial de Puerto Rico; siguen llegando inmigrantes europeos,
especialmente italianos, corsos y españoles.
El Estado Sucre se crea el 09-12-1898, y
El Estado Cumaná se crea el 28-10-1899, ambas entidades con capital en Cumaná.
A principios del nuevo siglo aparecen
las revistas literarias y culturales: Broches de Flores, Pléyades, Pluma y
Tinta, Anales Patrios y Arte y Ciencia, también son publicados los siguientes
periódicos: La Voz de Oriente, El Yunque, El Satiricón, El Regional, Uno y
Catorce, y La Constitución.
SIGLO XX.
El nuevo Estado Sucre es del 29-03-1901.
El Estado Bermúdez se crea el 27-04-1904, con sede de facto en Cumaná..
A partir de 1908, llega muchos inmigrantes a la ciudad, hasta finales de
los años 80, especialmente: italianos, españoles, colombianos, portugueses,
libaneses y norteamericanos. El Estado Sucre es decretado
el 05-08-1909, y pasa a depender directamente del Ejecutivo Nacional de los
Estados Unidos de Venezuela.
Durante el gobierno de Juan Vicente
Gómez, se publicaron los periódicos El Heraldo y El Renacimiento, y las
revistas: Memorias de la Junta de Historia, Patria y Raza, Arte y Ciencia, El
Iris, Ritmo e Ideas, Prometeo y Orión; también se publicaron periódicos de tipo
cultural: A Águila, El Asteroide, Ecos de Sucre, Lucifer, Lumen y Filarecio.
A partir de 1920, se inicia la llegada
de inmigrantes anglo-francoparlantes, desplazados de las Antillas, a las
periferias de la ciudad.
El 12-10-1922 se crea la Diócesis de
Cumaná y su primer Obispo es el Siervo de Dios, Mons. Sixto Ramón Sosa Díaz,
luego llega a la ciudad para encargarse del Hospital Alcalá, la Beata
Candelaria de San José.
El 17-01-1929, un fuerte terremoto
sacude la ciudad y causa destrozos, las víctimas fatales son pocas; se
desploman la Catedral, el Teatro de la Opera y el Museo Sucre, entre otros
tantos edificios.
En 1930 es inaugurado el nuevo Palacio
de Gobierno y el Parque Bolívar, después de demoler las edificaciones
pre-existentes en ambas cuadras. En 1935, la Federación de Estudiantes de
Venezuela en Cumaná, publican los periódicos: Patria y La Voz del estudiante.
En 1936 se crea el Liceo Antonio José de
Sucre, cambiándole la denominación al Colegio Nacional de Cumaná. El
31-01-1940, muere en el Colegio del Carmen, la Beata Candelaria de San José. El
03-02-1945, para el 150 aniversario de nacimiento de Sucre, el presidente
Isaías Medina Angarita inaugura una serie de edificaciones monumentales en toda
la ciudad.
La Junta de Gobierno que presidió Edgard
Sanabria, creó por decreto la Universidad de Oriente en Cumaná, el 21-10-1958. Se
funda el Museo Antonio José de Sucre Gran Mariscal de Ayacucho, en 1974.
LA CIUDAD DE CUMANÁ.
EQUIPAMIENTOS.
Los primeros servicios que tenemos en la
ciudad, se presentan en los que prestaban los frailes franciscanos observantes
a partir de 1515. Ellos construyen un Monasterio que los albergaba como
vivienda y donde poder colocar todos sus enseres y materiales de trabajo.
Construyeron un horno para fabricar cal,
y poder dar mayor resistencia a las construcciones que debían edificar. Se
levantó una Iglesia con calidad de ser Parroquial bajo el patrocinio de San
Francisco, lo cual quiere decir, que desde un principio no era de medidas
reducidas, debido a que desde entonces había rumores, que según diligencias del
Rey Fernando el Católico, y después según disposiciones del Cardenal Cisneros,
podría ser elevada a Catedral, como en realidad sucedió en 1520, aunque no fue
tomada en posesión por el obispo elegido.
En el centro poblado existía una escuela
de primeras letras con un internado para unos 40 niños nobles, hijos de los
caciques Waykeríes y que luego se abrió para otras etnias.
En torno a estas edificaciones misionales,
se construyeron viviendas nuevas para los nativos cristianos, bohíos de los que
ya habitaban allí y las casas de los castellanos que empezaron a vivir allí.
A partir de 1523, se edifican las nuevas
viviendas de Nueva Córdoba, probablemente muy similares a las de Santiago de
Nueva Cádiz, ya que el fundador de la nueva ciudad unida al pueblo misional,
era el rico comerciante genovés Giacomo di Castiglione, fundador y civilizador
de la ciudad cubaguense.
Se construye el Castillo de Santa Cruz
de la Vista, lo cual requiere de muchos servicios, como viviendas para la tropa
y oficiales reales, carpintería, talleres de picapedreros, bodegas, oficinas
para las autoridades castellanas, casa para el Alcaide, lugar donde vivir la
servidumbre y los trabajadores que enviaban agua y otros insumos a la isla de
Cubagua, negocios de comercio, taberna, casas para los agricultores, etc.
En 1548, se repara el techo de madera y
tejas de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, lo cual quiere
decir, que ese trabajo de cubierta se hizo alrededor de 1528, cuando la
Parroquial pasó de llamarse, de San Francisco a Nuestra Señora del Carmen, lo
cual no es raro, porque esa devoción de la Virgen María estaba en esos años, en
el punto más alto de devoción entre los genoveses y los castellanos.
Esto da a entender que en ese momento se
ha elevado el nivel económico de los vecinos. Después del terremoto de 1530, se
hacen reparaciones en la fortaleza, que había colapsado en parte, y se
siguieron dando los servicios, aún en los momentos de asperezas con los
cubagüeses.
En las secciones de Indiferente y
Contaduría del Archivo General de Sevilla, podemos ver la documentación
administrativa que produjeron los diferentes oficiales reales de Nueva Córdoba,
desde 1530 hasta finales del período hispánico.
Del año referido hasta 1562, cuando
llega Fray Francisco de Montesinos a la ciudad, hay cuentas de pago a
carpinteros, recibos de alquileres de casas, particularmente, alquileres a
oficiales reales, el sueldo de éstos, reparaciones o construcción de viviendas,
pago de impuestos, atarazanas, almacenes para los trenes de pesca y salazón,
etc., que nos dan a entender la vida normal de una población del siglo XVI.
Con la llegada de Montesinos, se reúne al
pueblo en la plaza de la Iglesia del Carmen, y se crea el Cabildo en la mejor
casa de la ciudad y luego se construye su sede en la plaza de la ciudad, aparte
de que se diversifica el oficio de los oficiales reales y la Real Hacienda, que
debe tener su propia sede.
Cuando Diego García Fernández de Serpa,
regresa a Nueva Córdoba en 1569, reúne a las autoridades en la plaza mayor,
entre la Iglesia Parroquial del Carmen y el Cabildo, para anunciar su nuevo
cargo de gobernante y la nacionalidad recién creada por el Emperador.
Serpa diseña nuevas calles, porque ha
traído colonos desde Andalucía y Castilla, que necesitan viviendas y lugares
donde ejercer sus oficios.
Con Serpa también llegan familias
aristocráticas, que requieren de ciertos servicios especiales. Parte del ganado
que se encontraba en la isla de Cochen, es llevado a Cumaná para su crianza y
luego será trasladado hasta la región de Santa Marta y Cartagena de Indias, lo
cual implica la aparición de otros servicios.
Cuando Pedro García Camacho traslada la
ciudad entre 1579 y 1582, al lugar de mayor resguardo, donde ahora se encuentra
el Centro Histórico y que constituyó por más de tres siglos el Barrio de Santo
Domingo, la ciudad deja de ser costera para ser fluvial y se construyen nuevos:
Plaza Mayor, Cabildo, Iglesia Parroquial y Casa Parroquial, Oficinas Reales,
Gobernación, Casa de Gobernador, casas de Alcaldes, Cuartel, etc., y las
viviendas de los vecinos, todo lo cual sería probablemente de barro y paja, por
lo pronto que se hizo todo. Pocos años después, los cofrades del Carmen
construyen su ermita en las afueras de la ciudad.
A finales del siglo, los dominicos y franciscanos conventuales construyen
sus conventos en los extremos de la ciudad, aunque los conventuales lo hacen
sin licencia, apoyados por el Cabildo, porque el rey Phelipe II, les había
prohibido fundar en Ultramar, a menos que se pasaran a la reforma Observante,
promovida por el Rey.
En 1595, los servicios de la ciudad
colapsan debido al ataque y saqueos de los ingleses, aunque son repelidos por
los vecinos.
A partir del 1600, los cumaneses mejoran
económicamente y los miembros de la aristocracia empiezan a mejorar sus
viviendas.
A
partir de 1612, se edifican nuevas casas para la Real Hacienda, y ya está
construido el Castillo de Santa Cathalina de Alexandría en la costa.
Las cofradías de la Parroquial y de los
conventos, inician a construir sus casas de hermandad, con sus capillas o
ermitas, especialmente la Ermita del Dulce Nombre de Jesús.
En 1625 hay Cabildo, Cárcel y Carnicería
nuevos en la Calle de El Medio. Después del terremoto de 1629, se trabajó por
reparar los daños causados y se empezaron a construir viviendas nuevas. Los
franciscanos conventuales se unen a la reforma y pasan a ser Observantes, lo
cual le dará legitimidad a su fundación.
En esos años se construyeron las iglesias
parroquiales del Socorro y Altagracia en los pueblos de Waykeríes vecinos de la
ciudad, pertenecientes al Obispado de Puerto Rico.
En 1641 se ha restaurado la Iglesia
Parroquial, que ahora se intitula de La Purificación de Nuestra Señora o
Candelaria, y los observantes comienzan a mejorar su monasterio, que ahora es
totalmente legal y ha recibido Cédula Real de reconstrucción.
En 1649, ya se había construido el viejo
Castillo de San Antonio de Padua, con adobes. Surgen nuevos oficios a partir de
1656, debido a que hay que dotar las misiones e iglesias de las misiones de los
observantes y después de los capuchinos, surgen en la ciudad: talleres de
orfebrería, carpintería, ebanistería, pintura, escultura, etc.
A los padres capuchinos, llegados a la
ciudad hacía pocos años, les son donadas cuatro casas en la calle de San Carlos
con la de El Comercio, en 1657, detrás del antiguo Cabildo, para que fundaran
un convento; y en la esquina de la calle de El Comercio, ellos construyen la
Capilla dedicada a Santa Inés (luego será sede de una Cofradía) y el resto de
las casa será el Convento de San Diego de Alcalá, que un siglo después pondrán
a la venta para hacer un Hospicio en Santa María de los Ángeles del Guácharo, y
después de vendido, se arrepentirán de la mala decisión.
En 1671, se termina de construir el
Castillo de Santa María de la Cabeza y en 1689 el de San Antonio de Padua y la
Casa de la Gobernación.
El Cementerio Parroquial queda
delimitado por la Parroquial y el Castillo Santa María, y el Cementerio de
Herejes y Apóstatas queda fuera de las murallas cercanas al lado sur de ese
castillo.
Debido a que la Parroquial quedaba al
lado del nuevo castillo, planean demolerla y se plantea construir una nueva en
el extremo después de la Plaza Mayor; se construye una Iglesia matriz
provisional con el mismo nombre, que nunca reemplazó a la antigua, pero cumplió
con funciones parroquiales, ya que su existencia forzó a nombrar dos párrocos y
cuatro tenientes de cura para la ciudad.
En 1701, se ha terminado de construir la
nueva Iglesia del Santísimo Rosario, al lado del convento de San Antonio de
Padua, de los padres dominicos, y se construyen casas en lo que se llamará
Barrio de San Francisco, para los artesanos.
En 1702 ya estaba terminado el Reducto
de San José o de la Candelaria y la ciudad se encontraba amurallada y terminada
la puerta de la ciudad a modo de bisagra, llamada La Bisagra de Chiclana.
En 1710, la Iglesia Parroquial de La
Purificación de Nuestra Señora, se encuentra restaurada y eso le ha valido al
Gobernador don Alberto de Bertodano, que
el Rey le haya escrito una carta de felicitaciones, por los buenos comentarios
que le habían llegado a la Corte, con respecto a su labor.
Ya existe la Capilla del Calvario y la
Capilla nueva de San Antonio Abad. A partir del año 1751, el Gobernador don
Matheo Gual y Pueyo. Durante su gobierno, al sur de los espacios de la nueva
Plaza Mayor en el Barrio el Toporo, se propone construir el nuevo Palacio del
Cabildo con la Cárcel, y entre la Plaza del Mercado y la Plaza Mayor, el
Palacio de la Capitanía General. Se construye la Casa Fuerte en la Boca del Río.
Importantísima obra de ingeniería para
la ciudad, debida a Gual, fue la construcción del Camino Real que comunicaba a
Santa Inés de Cumaná con la ciudad de San Christóbal de los Cumanagotos, en
Nueva Barcelona.
Hacia 1760, existe un Hospital llamado
Santa Inés, que luego sirvió para albergar a los enfermos de la epidemia de
viruelas que diezmó toda la Capitanía, en el año 1764.
Según los Autos de la General de la
Visita de 1761, que realizó el Gobernador, el Coronel don Joseph Diguja y
Villagómez, expresaba que en la ciudad ya no había edificio del Cabildo, ni de la cárcel. Se queja que no hay
escuela pública para los niños y la Cátedra de Gramática Latina, se encontraba
suspendida.
En el 1763, llegó la Expedición Secreta,
enviada por el Rey, para estudiar problemas de defensa y límites. Se erige la
Ermita de Santa Catalina de Siena, al norte de la ciudad, y se restaura el
Palacio de la Vicaría Superintendente del Obispado de Puerto Rico, en la Calle
San Luis Rey.
El Gobernador don Joseph de Urrutia, en
1766, construye el Puente sobre el Río Manzanares, vinculando las dos riveras,
y uniendo así, la ciudad con el pueblo de Altagracia, por medio de una nueva
calle llamada La Marina.
Después le correspondió a Urrutia, hacer
reparaciones, reconstrucciones o construcciones en toda la ciudad debido al
terremoto de ese año.
En 1767 se iniciaron las obras para
construir una nueva Iglesia Parroquial en la nueva Plaza Mayor al frente del
Cabildo, las cuales prosiguieron lentamente y con muchos problemas, debido a
sus dimensiones, donde trabajaron los ingenieros Bartholomé Amphoux, Antonio
Perelló, y Casimiro Izaba entre otros.
Se inició la construcción del nuevo
Palacio del Cabildo con la Cárcel, el
Palacio de la Capitanía General. Se levantan paulatinamente, algunos suntuosos
palacios en el Barrio de Chiclana, especialmente por parte de los comerciantes
catalanes y las familias aristocráticas que se van mudando al nuevo urbanismo,
donde tienen o tendrán sus sedes las Compañías: Guipuzcoana, de Barcelona y de
Filipinas.
En 1771, Urrutia se encargó de trasladar
el pueblo de Altagracia, hasta le sabana que estaba al frente del puente nuevo,
a un lado de la Calle La Marina.
En 1774, se inauguró la nueva Iglesia de
Nuestra Señora de Altagracia de Leales Waykeríes, en la plaza mayor del pueblo
nuevo.
Después de haber tenido problemas en su Orden
Mercedaria, en Santiago de León de Caracas, Fray Christóbal de Quesada y Arias,
regresa a su ciudad natal con un grupo de hermanos de la orden, y en su casa de
la Calle El Carmen, funda sin licencia de la orden, el Convento de Nuestra
Señora de la Merced.
Don Máximo du Boucher, a partir de 1778,
construye el nuevo Palacio de los Capitanes Generales en la Plaza del Mercado y
se construye la Batería de la Boca.
Ese año, doña María de Alcalá, manda a
construir una casa en la calle del Toporo, luego Emparan, y funda allí la
Escuela pública para Niños, sostenida por ella misma, aunque después buscó la
ayuda Real para su sostenimiento.
Ya existe la Ermita de la Cofradía Nuestra
Señora de Altagracia en la Calle La Marina y la Capilla de la Cruz de la
Misericordia en la Plaza de los Waikeríes.
En 1782, el padre Antonio Patricio de
Alcalá funda el Hospital de Caridad, para las personas particulares y pobres
que no pueden asistir al hospital militar, en tres casas vecinas de su propia
vivienda, las cuales fueron acondicionadas para tal fin por el ingeniero
Casimiro Izaba, que también construirá la Real Aduana en la Plaza del Mercado.
En 1786, se hacen modificaciones al
palacio Castro, para albergar el Real Colegio Seminario Conciliar Santa Inés,
con sus clases universitarias; la vecina Ermita del Carmen es reparada, y se
convierte en la Capilla del Seminario, la cual en 1791, se convierte en Iglesia
Castrense, y por lo tanto, se le
hicieron nuevas reparaciones.
Entre 1792 y 1804, el Gobernador
Intendente don Vicente Emparan y Orbe, concluyó el nuevo Real Hospital de
Nuestra Señora de la Caridad en 1795, la Iglesia de la Divina Pastora de las
Almas en Chiclana. Reconstruyó Palacio de la Gobernación en la calle de El
Paraíso y el Palacio de los Capitanes Generales, en la Plaza del Mercado.
Emparan realizó un buen número de obras
públicas en la ciudad, especialmente después del terremoto de 1797, pero en
Santiago de León era mal visto, y tuvo muchos inconvenientes y fuertes
desencuentros, porque se le tildaban de liberal.
Emparan construyó: la Casa de la Moneda
en la Plaza de Santo Domingo, el Cuño en el Callejón Viejo (luego del Cuño) en
el 97, la Iglesia de la Santísima Trinidad en la Calle Larga en 1800 y la nueva
Capilla de la Cofradía de Santa Inés en la Calle San Carlos, el Cuartel de
Veteranos de Infantería en la Calle de la Paz del Toporo, El Teatro de la Ópera
al lado del Cuartel, la Muralla para evitar las inundaciones del Manzanares, el
trazado urbanístico de las calles del Puente y del Río, la modernización del
Puente, que luego se llamarán Emparan, el Fuerte de San Fernando Rey en
Chiclana, el Castillo de San Carlos Borromeo, la Plaza del Toporo y la Capilla
de la Paz, el nuevo Cementerio Parroquial en el Cerro de Santa Bárbara, la
Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro San Julián (La Línea), el Fuerte de
Aguas Santas y los fortines de San Justo y San Julián, en los cerros de los
mismos nombres.
En 1799, se le cambió el nombre a la
Parroquia y se le denominó Santa Inés, y la Iglesia Parroquial se volvió a
llamar Nuestra Señora del Carmen.
En 1804 se retoma la dignidad de la
Capitanía General. Durante el período de la independentista, la ciudad sufrió
grandes mutilaciones en su urbanismo, se construyeron varias baterías y se
habilitaron edificios civiles como cuarteles u hospitales, siendo muchos de
ellos provisionales.
Para las nuevas instituciones creadas
por un bando u otro, durante la guerra de independencia, se usaron edificios
preexistentes, sólo se construyeron, una que otra batería provisional.
La edilicia da pasos discretos en la ciudad,
casi abandonada y en ruinas, sólo después del año 1821, debido al cambio
político territorial y a la llegada de los emigrantes europeos, que empiezan a
habitar las viviendas y otras edificaciones abandonadas o que les son
entregadas por las autoridades del Estado, ya que sus dueños originales habían
desaparecido sin dejar sucesores. Se inició una etapa de restauración edilicia,
con muy pocas construcciones nuevas.
EL PATRIMONIO URBANO PERDIDO
Y LO QUE QUEDA.
El
Patrimonio Urbano de la ciudad de Cumaná, ha pasado por una movida cantidad de
circunstancias, que han hecho, que gran parte de él haya desaparecido en el
transcurso de los años y de los siglos. Debemos entender que en el arco de 500
años, muchas cosas suceden.
Uno de
los protagonistas de la historia y sobre el que recae la culpa de lo que ha
desaparecido, es el terremoto. Según lo que hemos estudiado y viendo los datos
históricos que nos dan las fuentes y los textos impresos de tipología
histórica, nos damos cuenta, que las edificaciones que han colapsado en Cumaná,
durante los diferentes terremotos que ha sufrido, son aquellas que estaban mal
construidas, abandonadas, que ya estaban en ruinas, que pasaron mucho tiempo a
la intemperie y luego fueron techadas o vueltas a techar, las que estaban en
proceso de construcción, las que eran muy antiguas y no habían sido reparadas,
y las que tenían materiales muy pesados en el segundo cuerpo y ya presentaban
fallas estructurales.
Debido al terremoto de 1766, se dispuso
que desde ese momento en adelante, se construyera con madera y bajareque con
pretilado de mampostería y evitar el uso de adobes, cantería, y mampostería.
Por lo cual suponemos, que los edificios que aún existen en esos materiales,
son anteriores a 1766, aunque también sabemos, que cuando Emparan realizó su
amplia obra edilicia en toda la ciudad, utilizó materiales fuertes y de
calidad.
También hay que tener en cuenta, que las
fachadas no eran voluptuosas como en otras partes del continente, porque según
los testimonios de los visitantes extranjeros que llegaron a la ciudad en el
siglo XVIII, a los cumaneses no les agradaba la ostentosidad.
Aunque hay disposiciones edilicias en ese siglo, de no
hacer portadas muy pesadas, ni gradas, previendo un terremoto y las víctimas
que esos elementos pudieran causar. Pero, cuando vemos la historia particular
de cada bien patrimonial que ha desaparecido, encontramos que el protagonista
no es el terremoto, sino la mano del hombre destructor de la herencia que le ha
dejado el pasado, por la ignorancia y la posterior falta de respeto a la
Historia.
Muchos edificios sufrieron ciertos daños
debidos a los terremotos, que pudieron ser reparados, pero se decidía
demolerlos completamente y construir algo nuevo, que por lo general, no era ni
de lejos, parecido a la calidad de lo que se destruyó y de eso abundan los ejemplos
en Cumaná.
Es notable que la mayor cantidad de los
edificios que han desaparecido, son aquellos de carácter religioso y
gubernamental.
Durante el siglo XIX, hubo persecución
hacia todo lo que tuviera relación con la Iglesia Católica, el estado liberal y
masónico así lo proclamaba.
Como sucedió en toda Venezuela, a partir
del inicio de la República en 1830, se sucedieron las expropiaciones de los
bienes eclesiásticos. Muchas iglesias cumanesas fueron usadas para usos
profanos después de ser vendidas a particulares, otras muchas quedaron
abandonadas, otras sufrieron mucho durante las guerras, otras fueron demolidas
y la gran mayoría cayeron bajo el poder de la mandarria, para dar paso, a
nuevos proyectos edilicios, especialmente a plazas y calles.
Los antiguos edificios gubernamentales
del período hispánico, por lo general se siguieron usando por parte de las
nuevas autoridades, pero despojándolos de lodo elemento decorativo o
arquitectónico que recordara el antiguo régimen.
La mayoría de sus
fachadas fueron arrasadas, para indicar el nuevo orden de las cosas, y cuando
se construyeron nuevos edificios para las autoridades, los antiguos, aún
teniendo en muchos casos, un enorme valor patrimonial, fueron demolidos.
Algunos autores y personas que se
precian de ser especialistas, expresan que la falta de edificios monumentales o
simplemente de cierta elegancia estilística, no se dieron en Cumaná, debido a
su pobreza, al bajo nivel adquisitivo de sus vecinos.
Pero, ¿acaso Cumaná, no fue la capital
de una provincia y también de una nacionalidad llamada Nueva Andalucía durante
300 años?, y una capital de ese tipo, tenía que ser tan pobre, que a pesar de
eso ¿pudo construir edificaciones militares por toda la ciudad, para defender
su pobreza?, ¿tan pobre, que no le permitió a sus vecinos mejorar sus viviendas
o lugares de culto?
Cuando vemos los testimonios del material gráfico de las
colecciones Zenaida Varela Mago, Luis José Espín y otras pertenecientes a
particulares en todo el ámbito de la ciudad, nos damos cuenta, que eso no fue
así.
Las grandes compañías comerciales del
siglo XVIII, tuvieron su sede en el Barrio de Chiclana, allí muchos vecinos
ricos de la ciudad, construyeron nuevas viviendas más lujosas y espaciosas que
las de la ciudad antigua, para sus descendientes y para el retiro.
Ese barrio estaba protegido por
fortificaciones con artillería en la serranía que tenía de fondo. En su centro
estaba una gran iglesia del estilo moderno de ese momento, que era el centro
espiritual de la ciudad, La Divina Pastora de las Almas, Patrona de los
cumaneses, en la transición entre los dos siglos, y lugar donde los mantuanos
criollos o no, se reunían para planear la separación de la Metrópolis, porque
querían llevar ellos mismos, los destinos de su ciudad y de su nación
neoandaluza.
El Barrio Chiclana poseía lo último en
tecnología y bienestar para la época, por eso se le llamaba: el elegante y
aristocrático Barrio de Chiclana, donde las damas lucían sus más elegantes y
vistosos atuendos y los caballeros se paseaban en lujosos carruaje o sillas de
manos.
Todas esas manzanas de casonas, palacios
y edificios públicos de los vecinos ilustrados de Cumaná, fueron arrasados por
motivos, supuestamente militares, en 1815. A partir de ese año, muchas
residencias pertenecientes a los vecinos que estaban relacionados o se suponía
que lo estaban de acuerdo con el proceso independentista, fueron demolidas o usadas como baterías
artilladas.
Debido a eso, se perdió un tercio de la
ciudad, el de sus mejores construcciones, pero quedó el centro antiguo y el
otro Barrio aristocrático, El Toporo, donde vivían las viejas familias
aristocráticas cumanesas en nuevas residencias. Pero lamentablemente, ha sido
el área que más ha sufrido por la edilicia del siglo XX y del que transcurre.
Después del terremoto de 1929, hubo otro
factor que determinó la destrucción de parte del patrimonio urbano. Debido a la
actividad que había logrado el Puerto de Cumaná en Puerto España (Puerto
Sucre), y a los navíos que llegaban desde Estados Unidos de Norte América, se
conocía que ciertas familias adineradas de ese país, que se encontraba en
recesión económica, se daban el lujo de construir suntuosa residencias, que se
decoraban con lujosos elementos decorativos o arquitectónicos antiguos,
procedentes especialmente, de Europa y América Latina.
Esto hizo que, posteriormente al
terremoto, “emigraran” a aquellas tierras: muebles, cornisas, columnas,
portales, arquerías, escudos nobiliarios, pinturas, esculturas, y un ilimitado
número de elementos comerciables, despojando a las edificaciones cumanesas, de
su “empaque” decorativo, que le había dejado el transcurso de los siglos y que
había sobrevivido a las guerras y a los terremotos.
Otro factor, fue el de la ayuda oficial
ante el desastre natural. Debido a que el Gobierno de Juan Vicente Gómez,
declaró el estado de emergencia de la ciudad y la ayuda económica a los
ciudadanos que habían perdido sus
viviendas, algunas personas sagaces, hicieron entender a las autoridades
caraqueñas, que muchísimas viviendas habían desaparecido convertidas en
escombros, lo cual no era realmente cierto.
Muchas edificaciones que fueron
declaradas totalmente destruidas, sólo tenían daños reparables, pero se dio la
ayuda económica para solventar la pérdida total de algo que no había
desaparecido, lo cual llevó a eliminar cualquier indicio que delatara la
antigüedad del edificio. Esto hizo que las hermosas fachadas cumanesas, con
pilastras, portales, delicados parapetos, gárgolas y yeserías, pasasen a ser:
“lienzos en blanco”, porque desde ese momento pasaban a ser: nuevas.
A partir de los años 50 del siglo XX, se
impuso la mentalidad, de que lo viejo hay que eliminarlo para hacer pasar la
modernidad. Se impone la dictadura de lo parco y la enfermiza glaucofilia
(pintar todo de blanco), que por ejemplo, dejó debajo de gruesas capas de
pintura blanca, los frescos de Santa Inés, de la Catedral, de la Capilla de
Cruz de la Unión y de muchas edificaciones del Centro Histórico, incluyendo los
edificios gubernamentales.
La moda de construir casas con
platabanda y estructura de concreto, ha hecho que desaparezcan muchas viviendas
de carácter patrimonial en todo el Centro Histórico, y fuera de éste, ya que el
perímetro municipal que lo delimita no se corresponde con la ciudad antigua, y
ha dejado por fuera una gran cantidad del patrimonio urbano, excluido de
cualquier tipo de protección o consideración.
Hemos visto algunas de las causas que han
producido la desaparición del Patrimonio de la ciudad, que no son todas,
debemos llegar a la reflexión, de que no debemos repetir los errores del pasado
y preservar el patrimonio que queda.
Poseemos todavía la ciudad original del
siglo XVI, entre la Iglesia Santa Inés y
la Calle Boyacá (de la Bisagra), y entre la Calle La Ermita y las calles
Paraíso-Ayacucho (San Luis Rey), que en el pasado conformaron el originario
Barrio de Santo Domingo.
El Barrio de Chiclana se desarrolló entre los siglos XVII
y el XVIII, y se extendía desde la Calle Boyacá, hasta la el sector de La
Copita-Av. Fernández de Serpa, y entre la Calle Bolívar (del Carmen) y la de
Cochabamba (del Gran Poder).
Tenemos definido el Barrio de San
Francisco, que se conformó en el siglo XVIII, desde el Castillo Santa María de
la Cabeza, hasta la Calle Maestre (San Justo), y entre el Río Manzanares y la
Calle de los Portales.
El Barrio del Toporo, que también se formó
en el siglo XVIII, se disponía entre las calles Paraíso-Ayacucho y la Calle
Cochabamba, y entre las calles Boyacá-Niquitao- La Paz y el Río Manzanares.
El patrimonio que queda está en esas manzanas, que
constituyeron los barrios de la ciudad antigua de Cumaná.
Luego se hará una larga enumeración, no
perfecta de lo que ha desaparecido y de lo que aún existe. Pero hay que hacer
notar, que por ser ésta una ciudad de 500 años de vida, no vamos a encontrar
una gran cantidad de evidencias arquitectónicas o de otra índole, de una
delimitada época o estilo.
Los aportes de las
diferentes épocas, hace que veamos una especie de visión ecléctica del
patrimonio, que ha sido marcado a fuego, por el paso del tiempo
Como por ejemplo: el Palacio Guevara, que actualmente
alberga una institución educativa privada, es una construcción que se encuentra
levantada en uno de los espacios más antiguos de la ciudad, la Calle Bolívar,
construida desde el siglo XVI.
Allí ha habido viviendas o esa vivienda,
que han pasado por múltiples reparaciones, ampliaciones, disposiciones, etc. Su
fachada es en general de líneas republicanas, pero las rejas de las ventanas y
el portal que fue arrancado, son de finales del siglo XVIII.
El suntuoso cielo raso que recorre todos
los espacios de la residencia, es de estilo Luis Felipe, de alrededor de 1840,
la fuente monumental que se encuentra en el patio central, es de finales del
siglo XVIII, al igual que la
pavimentación de ese patio, y los elegantes pilares y arcos rebajados de estilo
rococó, que se distribuyen por los corredores y accesos.
Posee una biblioteca del período
victoriano, de hacia 1865 y se conserva el pavimento de ladrillos hidráulicos
donde estuvo la Capilla, de aproximadamente 1870, y en la terraza del Comedor,
el pavimente es de alrededor de 1890.
Todos estos elementos nos dan a
entender, que los inmuebles presentan muchos elementos que son testigos del
pasado de la ciudad y nos hablan de la situación económico-social, costumbres,
etc., de la familia que vivía allí y del ambiente que se desarrollaba alrededor
de ese inmueble. Todo esto nos expresa la gran riqueza que espera a todo aquel, que quiera conocer la historia
de la vida cumanesa-neoandaluza.
Hemos tomado este ejemplo, sólo para ilustrar lo que
podemos encontrar en los cientos de otros inmuebles, que se encuentran en el
Centro Histórico de Cumaná, y también fuera su perímetro legal.
Es un fantástico legado para el futuro,
el conservar el patrimonio que aún existe y darlo a conocer, aunque hay que
reconocer, que es un pequeño asomo visual-intelectual, de todo lo que en el
pasado existió y que apenas estamos
descubriendo, gracias a la investigación.
LA CIUDAD Y EL PATRIMONIO PERDIDO.
A pesar de que estamos celebrando los
500 aniversarios de la fundación de la ciudad debida a Fray Johannes de Gars en
1515, no poseemos una inmensa cantidad de edificios monumentales que representen el transcurrir de esos siglos. Se
nos ha dicho muchas veces, que eso se debe a los terremotos y a la pobreza de
la ciudad, pero si vemos con detalle nuestra historia, y lo que reflejan las fuentes escritas,
gráficas y las pocas de tipo arqueológico, nos dicen todo lo contrario.
Lamentablemente han desaparecido o no han llegado a nuestras manos, y menos al
público en general, muchos testimonios sobre papel que poseían la Prof. Zenaida
Varela Mago, el Bachiller Rafael Castro Machado, don Luis José Espín, don Pedro
Elías Marcano, el Dr. José Silverio González, pero de lo poco conocido que
ellos nos dejaron relatado, podemos decir, que todo lo que ahora no se ve, no
es por culpa total de los terremotos. Del Real Monasterio de Nuestra Señora de
las Aguas Santas (San Francisco), sólo queda parte de la fachada fernandina.
Sufrió con el terremoto de 1853, la iglesia fue convertida en teatro, y hace
más de un siglo estuvo allí una fábrica de jabones, que destruyó mucho para
poder acondicionar los espacios, al
final, lo que quedaba fue destruido durante unos trabajos que al
parecer, buscaban restaurar. La Capilla de la Venerable Orden Tercera Observante,
al lado de la Iglesia conventual, fue demolida hacia 1860.
La Iglesia del Santísimo Rosario y el
Convento de San Antonio de Padua de los Padres Predicadores, fueron demolidos
en la década de 1880, y no sabemos por qué, en su lugar se encuentra ahora la
Plaza Pichincha. La antigua Catedral en la Plaza Mayor o Iglesia Nueva,
comenzada a construir en 1767, estaba inconclusa al iniciar la guerra de
independencia. Fue convertida en hospital, caballerizas del ejército, depósito
de mercaderías, etc.
Hacia 1881, Guzmán Blanco la quiso
transformar en un teatro, pero la división de las naves y las bóvedas no lo
permitieron, pasando muchos años en el abandono, hasta que el Siervo de Dios,
Mons. Sixto Sosa, la pidió para consagrarla como Catedral de la nueva diócesis,
lo cual logró en 1928, pero lamentablemente cayó en el terremoto de 1929.
Donde se encuentra ahora la Plaza Bolívar,
desde 1583 fue una cuadra de viviendas, y allí, en los extremos de la cuadra,
en 1797 se construye la Casa de la Moneda y hacia 1805 se construye el Teatro
Santa Inés, que a finales del siglo XIX se intituló Teatro José Silverio
González, había casas de familia entre ambos edificios monumentales. A
principios del siglo XX, el edificio principal de la Casa de la Moneda fue
demolido y allí se construyó el Museo Sucre, que colapsó durante el terremoto
de 1929.
Después, todo fue arrasado y se
construyó el Parque Bolívar, que fue inaugurado en 1930, junto al Palacio de
Gobierno, que a su vez, fue construido sobre las ruinas de la Iglesia Matriz de
la Purificación de Nuestra Señora, aunque usando la solidez de su antigua
construcción. En los 60, el frontón de la Gobernación y algunos anexos fueron
suprimidos, y también se desconsagró la Capilla de los Presidentes del Estado,
para convertir el espacio en oficinas. Hace unos 20 años, también fue destruido
el Parque Bolívar, y desapareció esa hermosa
estampa del neoclásico republicano, bellas esculturas hechas añicos. El
Palacio de Gobierno, ahora está en ruinas, después que fue incendiado, hace
unos 15 años. El ilustrado Palacio Preaux, donde vivió la familia Sucre y nació
Antonio José el 03-02-1795, al igual que muchos palacios pertenecientes a la
nobleza y a la aristocracia ilustrada cumanesa, que se unió o eran sospechosos
de ser partidarios de la causa independentista, fueron demolidos durante la
guerra, especialmente durante el gobierno de Thomás de Cires, en 1815, que por
razones supuestas de defensa, demolió casi todo el barrio aristocrático de
Chiclana, y no reparó fuerzas en demoler a cañonazos la basílica de la Divina
Pastora de las Almas, centro espiritual y orgullo de los cumaneses, que además
era el centro de reuniones e inspiración de los patriotas, que llevaban en su
bandera azul rey y oro, la imagen de la Divina Pastora. También fueron
destruidas las antiguas puertas monumentales de la ciudad: Las Tenazas de Chiclana.
El Palacio de Sucre, en la Plaza del
Mercado se libró de esa destrucción, porque fue convertido en Cuartel del
Ejército realista, a principios del siglo XX era Cuartel de Policía y a
mediados del siglo XX fue demolido para edificar allí el Teatro Paramount, que
fue transformado en el actual Teatro Luis Mariano Rivera. La Iglesia de Nuestra Señora del Socorro de los Cerritos,
fue incendiada en 1817, y no fue reparada, y en su lugar, en los años 40, se construyó el Club Gran
Mariscal, que según algunos testigos de la época, seguía el trazado de la
iglesia colonial.
Ese Club, ha pasado por muchas
eventualidades, y a pesar de que es un bello edificio neocolonial, se encuentra
en ruinas porque fue abandonado y saqueado, y además, rodeado de escombros, que
no respetan absolutamente, esa área
arqueológica. En los años 30, fue demolida la Capilla de la Cofradía de Santa
Inés, entre las calles Comercio y Sucre, que era el único testimonio del
antiguo convento de San Diego de Alcalá. Esa capilla es visible en muchas de
las fotografías panorámicas de finales del XIX y principios del XX, que se
tomaban en el Barrio Santo Domingo. En el lugar donde estuvo el convento, se
levanta una villa victoriana de principios del siglo XX y una villa republicana
neocolonial, de los años 30.
Las fachadas balconadas de las casonas y
palacios de las calles San Carlos y el Alacrán, que daban al río, fueron
demolidos para construir la Av. Aristiguietta.
Pasando al otro lado del río, se
encontraba el antiguo Barrio de la Margariteña, del pueblo de Altagracia, más
de la mitad de él, fue demolido para realizar el Parque Guayquerí. Del Cabildo
Viejo en la Calle El Carmen, durante el terremoto de 1929, cayó el
piso
alto.
En esas demoliciones, cayó el Palacio
nuevo de los Sucre, entre las calles de la Marina (Bermúdez) y del Baño de la
Gobernadora (Mariño). La calle La Marina presentaba en el pasado, una buena
serie de bellas fachadas rococó, neoclásicas, victorianas y art nouveau, las
cuales han sido destruidas para dar cabida a locales comerciales. Alrededor de
1960, fue demolida en la Calle La Marina, la Iglesia de la Santísima Trinidad,
construida por Emparan, y que sirvió como la Parroquial de Altagracia. Es de
notar, que el hermoso Palacete neoclásico que perteneció al General José
Francisco Bermúdez, en esa calle, fue demolida en 2002, y también, lo que
quedaba de la Ermita de la Cofradía de Altagracia; la misma suerte padeció el
Palacio Bermúdez, en la calle San Carlos, para dar espacio a una plaza. La
Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia, después de 1853, nunca fue restaurada
y luego fue demolida, al igual que la Capilla de la Cruz del Perdón, en la
misma Plaza de los Leales y Nobles Waykeríes.
En la Plaza San Francisco (Ribero), los
palacios vecinos al también desaparecido Palacio de las Conchas, fueron
demolidos para hacer un enlace vial. Entre el Palacio de las Conchas y el
Monasterio de las Aguas Santas (convento San Francisco), estaba la única sede
de la Inquisición de Venezuela, que tenía una hermosa fachada barroca, la cual
fue demolida en 1987.
En años recientes, se vienen destruyendo
las casas del Barrio San Francisco, y han dado con el tino, de que han demolido
las más notables en estilo.
La Real Aduana en la Plaza del Mercado,
desapareció en el siglo XIX, el bello edificio porticado con una larga arquería
del Mercado, fue demolido en 1945, cuando fue inaugurado el nuevo que se
construyó para conmemorar los 150 aniversarios del nacimiento de Sucre, y que
actualmente está en ruinas, después de que lo quisieron derribar con cargas
explosivas.
El Teatro Viejo de la Ópera, el Cuartel
de Veteranos de infantería, El Hospital Militar y varias casas de familia,
fueron demolidos en 1885, para levantar allí el Parque Ayacucho.
En esa calle, que llamaban Emparan,
había varios palacios de personas importantes de la ciudad, especialmente el de
Alí Gómez, que era un centro de cultura para la ciudadanía, al lado de éste
estaba el enorme edificio del antiguo Hospital de Caridad y la plaza de la Paz
del Toporo, que al fondo había tenido la Capilla de la Nuestra Señora de la
Paz.
Al inaugurar el Hospital nuevo en la
Calle Larga (Av. Bermúdez), fue demolido el antiguo.
El hermoso edificio victoriano de la Aduana
del Barrio de Puerto España (Puerto Sucre), desapareció al construirse los
actuales edificios administrativos del puerto.
La neogótica Iglesia de la Purísima
Concepción, en ese mismo barrio, sufrió mucho con el terremoto de 1929, y
durante el Gobierno de Marcos Pérez Jiménez, se demolió todo y se construyó la
Iglesia Virgen del Valle. Con la misma suerte corrió otra iglesia neogótica en
los años 60, la Santa Cruz de Guaranache de Pueblo Nuevo, para dar paso a la
inconclusa iglesia de Santa Rosa de Lima.
Fachada neogótica tenía también, la
colonial Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro de la Línea, tan querida
por el Gran Mariscal, la cual fue destruida hacia 1975, para construir una
vivienda particular.
La neoclásica Iglesia republicana de
Nuestra Señora del Socorro de Caigüire, de grandes contrafuerte, que había sido
dañada en 1929, y luego reparada, fue demolida en la década de 1950, para
construir la actual Iglesia Santa Ana. Igualmente sucedió con la Iglesia del
Salado, intitulada Santa Cruz, antes Altagracia, de delicados volúmenes rococó,
que fue sustituida en 1945, por la actual de líneas nacionalistas.
Entre finales de los años cincuenta y
principios de los sesenta, fueron demolidas las fachadas de la Catedral y Santa
Inés, para hacer nuevas fachadas.
La Villa victoriana que tenían los
Berrizbeitia a orillas del río, también fue demolida hace pocos años, para
hacer un estacionamiento. Una imponente residencia del siglo XVII, en calle
Cantaura, ha tenido el mismo fin. El monumental Hospital de San Lázaro, fue
demolido después del terremoto de 1929.
Ese terremoto sirvió para alimentar el
comercio de obras de artes y elementos arquitectónicos, entre el puerto de
Cumaná y algunos puertos de Estados Unidos, que gustosamente los compraban para
embellecer sus nuevas ricas residencias. Se dio el caso, de que se expresara
que una vivienda había colapsado totalmente, sin ser verdad, para recibir ante
esta tragedia, los beneficios del gobierno de Gómez, eliminándose toda
decoración externa que llevase a entender que el edificio era antiguo.
Actualmente, estudiamos los restos y
trazas de esos elementos faltantes que fueron arrasados, especialmente los
portales y parapetos. Las antiguas murallas que rodeaban la ciudad, fueron
derribadas durante los diferentes conflictos bélicos, independentistas o
republicanos, pero lo que quedaba, lo ha terminado de destruir el urbanismo de
los últimos años.
Con respecto a las fortalezas, el
edificio de servicios que se encontraba sobre el Castillo San Antonio, fue
demolido en 1903, y en su lugar se construyó un pequeño cuartel de estilo victoriano,
el cual se desplomó en el terremoto de 1929.
El Cuartel de la Guarnición de Cumaná,
se construyó al lado del Castillo a principios del siglo XX, en estilo
victoriano, el cual no cayó durante el terremoto, pero fue demolido después que
fue inaugurado el nuevo Cuartel en la Av. Arismendi, en 1945.
El edificio residencial del Castillo
Santa María de la Cabeza, fue cubierto con tierra a principios de 1900, se
aplanó la superficie, se sembró un jardín abalaustrado y en él, don Santos
Berrizbeitia construyó una nueva Ermita del Carmen, octogonal de estilo Luis
Felipe, en conmemoración de la que ya no existía en la Calle de la Ermita. Esa
ermita fue destruida por el terremoto de 1929 y fue edificada la actual, de
estilo neogótico.
El Castillo de San Carlos Borromeo y las
ruinas Batería de la Boca, fueron demolidos en la década de 1940, cuando se
amplió el puerto pesquero y se construyó el puerto para los ferris.
La Batería de La Candelaria, la Capilla
del Calvario de la Santa Reliquia y la Capilla de San José, fueron demolidas
para construir allí el antiguo Colegio San José, que actualmente también se
encuentra amenazando ruinas. Vecino a este colegio, estaba el edificio del
antiguo Real Seminario Conciliar Santa Inés, el cual fue demolido en 1980, para
construir el nuevo seminario.
Lo mismo se hizo con la antigua Casa de
la Cofradía del Carmen, que había sobrevivido a su ermita, que fue demolida
para construir el actual Colegio de las Hermanas Carmelitas Venezolanas,
tomando también, el espacio donde funcionó el Colegio de la Consolación, que
cayó en 1929.
Detrás de estos, en la Calle La Ermita,
estaban el Real Hospicio de la Purísima Concepción de la Observancia, que
sirvió de hospital auxiliar durante la guerra, después que fueron expulsados
los franciscanos observantes, luego cayó en el abandono y demolido a finales
del siglo XIX.
La Ermita del Carmen, donde fue
bautizado Antonio José de Sucre, también desapareció bajo el poder de la
mandarria. El Templo Masónico, fue demolido alrededor de 1938.
El
Fuerte de San Fernando Rey, actualmente sirve de cimentación de varias casas en
el Barrio Chiclana, lo mismo sucede con el Castillo de las Aguas Santas, en el
Barrio El Mirador, y con el Baluarte de la Flechilla, en el Barrio Mundo Nuevo.
Los fuertes de San Justo y San Julián,
en el cerro de la Línea, también están ocultos debajo de las viviendas.
El Fortín de Cerro Colorado, fue
demolido para construir el Edificio de Ciencias de la Universidad de Oriente.
Las baterías de San Luis Rey, fueron destruidas por el urbanismo o están
sepultadas.
El hospital republicano, en la Calle la
Marina, también fue demolido para construir en su lugar un centro comercial.
Varias residencias republicanas, algunas de estilo victoriano, art nouveau,
neogótico o art decó, ya han sido demolidas en todo el Centro Histórico y fuera
de éste, ya que, la demarcación oficial de éste, deja por fuera una gran
cantidad de edificaciones patrimoniales.
En 2014, fueron demolidos los restos de
la Capilla de Santa Rosa de Lima de Chiclana, para construir un negocio
comercial.
LA CIUDAD, EL PATRIMONIO
URBANO EXISTENTE.
Hemos visto cuanto hemos perdido de
nuestro patrimonio cumanés. Ahora veremos lo que nos queda, que hay que
preservar, restaurar, respetar y cuidar. Evitando de cualquier manera, que sean
destruidos por el hombre, en el futuro.
La
Ermita del Dulce Nombre de Jesús, de inicios del siglo XVII, en la Calle La
Ermita. La casona que fue la sede antigua de la Logia Masónica, en esa misma
calle. La Capilla de Cruz de la Unión, un tesoro victoriano. El Cementerio
Santa Inés, con su portal neoclásico, a los pies de la Eminencia de San
Antonio, y varias notables tumbas de los siglos XVIII, XIX y XX.
Los cimientos y podio del Palacio Preaux
(Sucre), en la calle la Luneta, que era frontera entre los antiguos Barrios de
San Francisco y Santo Domingo. Es recomendable rescatar el nombre de los
antiguos barrio de la ciudad antigua: Santo Domingo, Chiclana, El Toporo, y
Pueblo Nuevo, ya que sólo se usa el de San Francisco.
Muchas viviendas coloniales y
republicanas del Barrio San Francisco, especialmente el Palacio Sanabria, y la
Casa de los Sefarditas y de la Calle La Luneta. Lo que queda del
tardo-renacentista Monasterio de la Aguas Santas (convento San Francisco), que
debe ser intervenido para protegerlo.
Los restos de la muralla antigua y la puerta de la ciudad
que se conservan en el Cerro Quetepe y que delimitaban la parte externa del
Cementerio de Herejes y Apóstatas. El Castillo Santa María de la Cabeza con su
ermita del Carmen. La muy antigua Iglesia Santa Inés, y su casa parroquial
republicana.
Los palacios, palacetes, casonas, villas
y casas de la Calle Sucre, de los períodos colonial y republicano, algunas
viviendas antiguas con fachadas art nouveau, hermosos Palacios como: la Casa
Ramos Sucre, la Beauperthuy que es sede
del Museo Arqueológico, el de la Santísima Trinidad (Berrizbeitia) con su
pórtico neogótico que sostiene un enorme costurero.
Al frente de la Iglesia Santa Inés, el
palacete de los Centeno, de estilo a dos niveles, el ecléctico de los Gómez,
los barrocos Berrizbeitia y González, con el Convento San Francisco de los
padres capuchinos valencianos, de líneas ilustradas.
Al
oriente de la calle: las dos villas que son sede de Fundadanza (una victoriana
y la otra republicana), al frente está el Edificio Sucre, de estilo art decó.
Al comenzar la otra manzana, está un edificio art decó y al frente, el palacio
viejo de los marqueses de Alarcón, con su hermoso costurero. En la misma acera
se encuentra el palacio de los marqueses de Medinaceli, con sus hermosas
columnas barrocas palmeadas y elegante costurero.
El Callejón del Alacrán, se conserva en
buenas condiciones y posee viviendas que no han perdido las características
originales de la casa cumanesa. En la calle comercio todavía existen algunas
viviendas coloniales y republicanas, especialmente los un palacete victoriano y
el palacete de los Cordero, aunque últimamente ha perdido su decoración
original.
En la misma calle, se encuentra el
palacio republicano de la Casa de Gobierno, con sus bóvedas de latón repujado,
la de Andrés Eloy Blanco con su valiosa colección de muebles cumaneses, la Casa
del Sol, el antiguo Consulado de Francia, a dos niveles con balcones, y otras
casas coloniales y republicanas.
Todas las edificaciones que se conservan
en la calle más antigua de la ciudad, la Bolívar, entre la Iglesia Santa Inés y
la Plaza Bolívar, son interesantes por su antigüedad: la Casa de Oficiales
Reales, la antigua Casa Parroquial, el tardo renacentista Cabildo Viejo, los
palacios Madriz y Guevara, la casona de doña María Aguasanta Sucre, la Casa de
las Lunetas, el Convento de Nuestra Señora de la Merced (Ateneo), la Casa de la
Hermandad del Rosario de estilo regencia, con su antigua Capilla de Nuestra
Señora del Rosario y San Antonio Abad, que aún posee su sacristía y cementerio
de Santo Domingo.
En el lado sur de la Plaza Bolívar, se
encuentra el Palacio Federal de Gobierno del Estado Sucre, esperando ser
restaurado, después de haber sido incendiado. Debajo de esa plaza existe una amplia
zona arqueológica, que conserva vestigios muy anteriores a la formación de la
ciudad. Los restos de la muralla antigua se pueden ver en algunos segmentos de
la calle Bolívar.
No podemos olvidar el Castillo San
Antonio de la Eminencia, que se impone sobre toda la ciudad. En la calle San
Luis Rey, ahora Ayacucho, se conservan: la antigua Casa San Luis o Giallongo, la victoriana casa natal del Pbro.
José Antonio Ramos Martínez, el también antiguo Palacio rococó de la Vicaría
Superintendente de Cumaná, con una larga columnata interior. Desde este
edificio, se gobernó eclesiásticamente toda la Nueva Andalucía, y era sede de
los obispos en Cumaná.
En esa calle, hay varias casonas
republicanas, especialmente algunas de estilo colonial, neoclásico y Luis Felipe.
En esa calle está la casona de Gómez Cardiel, y un elegante palacete de estilo art decó, al final de la misma.
En la calle Paraíso todavía existen: la
fuente de estilo art decó de Francisco Narváez en la Plaza Miranda, el
ilustrado Palacio de los Capitanes Generales, el republicano palacio Bello, el
victoriano Palacete Alarcón, el edificio de correos y algunas casas antiguas.
En la antigua Plaza Mayor o de la
Independencia, actualmente desmembrada, desarticulada y llena de tráfico, hoy
es la Plaza Andrés Eloy Blanco, vecina a ésta, está una fuente de estilo art
decó, la Catedral Metropolitana de la Purificación de Nuestra Señora, y muy cerca de ella, el ilustrado Palacio
Marmión-Sucre (Casa Parroquial). Al frente de la Catedral, está el Colegio Santa
Teresa, y a un costado, Casa de la Real Hacienda. En esa área se conservan
algunas viviendas antiguas. En calle Montes, antigua de Belén, es poco lo que
queda, especialmente algunas viviendas coloniales, republicanas y una villa
republicana y algunas casas de estilo art decó, todas en peligro de ser
destruidas.
En Calle Niquitao, hay varias
residencias coloniales y republicanas. En Calle Cantaura se conservan algunas
casas antiguas, especialmente la Casona de los Alcalá Centeno, una de las casas
del primitivo Hospital de Caridad y el Palacete Cochano, de elegantes líneas
estilo art nouveau.
En Calle Cedeño se encuentran los
monumentales edificios de la antigua textilería, con su tejado francés, varias
casas coloniales y republicanas, una villa victoriana que está en pié y una
graciosa casa de estilo art nouveau, que en cualquier momento pueden ser
demolidas para hacer nuevas viviendas.
En la Av. Fernández de Serpa, tenemos
varias viviendas de interés arquitectónico, de mediados del siglo XX. Entre los
edificios más representativos, tenemos El Cuartel de Policía y el de Bomberos,
y al final, a orillas del Golfo de Cariaco, el Monumento Conmemorativo de la
Fundación de Cumaná.
En Calle La Florida, quedan algunas
casas republicanas, algunas de estilo art decó, especialmente la casa de la
antigua Escuela. En la Av. Humboldt, están: la antigua Escuela de Primeras
Letras, el victoriano Teatro de la Paz, la republicana Casa La Glasiere, el
monumental Museo Gran Mariscal de Ayacucho, con el Parque, y la fachada principal,
de la antigua Textilería.
En el antiguo Barrio republicano de
Pueblo Nuevo, en torno a la Calle Santa Rosa, se conservan varias viviendas y
villas republicanas, nacionalistas, art decó y de tipo academicista. En la
Calle Bolívar, vecino al Hospital General, se encuentran las ruinas del Club
Gran Mariscal de Ayacucho, hermoso edificio que está esperando ser salvado del
abandono. En el Centro Histórico de Altagracia, a pesar de haber sido mucho más
destruido que el de Cumaná, conserva todavía muchas viviendas coloniales y
republicanas, algunas de estilo art decó, lamentablemente, los mejores ejemplos
ya han sido demolidos, por lo cual debería protegerse ese sector de la ciudad.
No hay una declaratoria de centro histórico que le proteja. Cerca del río, en
pleno centro, se encuentra la monumental estructura del Antiguo Mercado, y en
su alrededor hay edificios de finales del siglo XVIII y un palacete
nacionalista, todos usados como comercios.
En el Islote, encerrada dentro de una
empresa de enlatados de pescado, se encuentra el cuartel llamado La Casa
Fuerte, lugar donde se firmó la independencia de Nueva Andalucía, nuestra
independencia, el cual es un edificio militar con una elegante fachada de
estilo art decó.
En el Salado hay algunas viviendas
coloniales y republicanas, la Escuela Marco Antonio Saluzzo de estilo colonial
californiano y la Iglesia de la Santa Cruz. Los edificios monumentales que
fueron construidos para celebrar los 150 aniversarios del nacimiento de Antonio
José de Sucre, como el Liceo Sucre y la Biblioteca Pública. En ese estilo, es
el antiguo edificio central del Seminario San José en las Charas, que ahora
alberga a la Universidad Clodovaldo Russian.
El Hospital Antituberculoso, la Escuela
República Argentina, el Cementerio y Capilla de la Santísima Trinidad
(Municipal), todos de estilo neo-colonial californiano. Es de méritos, la
enorme obra de ingeniería del Sistema de Riego de las Charas.
De estilo neo-colonial californiano es
también, la fachada de la Escuela Artesanal Fray Cristóbal de Quesada y el
antiguo teatro Nueva Esparta, en la Av. Cancamure. En la Av. Gran Mariscal hay
gran número de viviendas republicanas, nacionalistas, academicistas y de estilo
art decó. Cerca de la Plaza José Martí, hay una hermosa villa victoriana.
Es interesante la Iglesia Santa Ana de
Caigüire, la Prefectura y varias casas republicanas de ese sector,
especialmente la de los Boada con su elegante costurero, en la Calle La Marina,
hay varias viviendas antiguas de interés. En El Guapo, a orillas de la playa,
hay una elegante villa republicana y la Casa de Resguardo, con su corredor
techado. Entrando a la ciudad está el famoso: El Indio.
LA CIUDAD, LA VIDA
COTIDIANA DE LOS CUMANESES DE ANTAÑO.
Después de leer la documentación
existente en el Archivo General de Indias en Sevilla, que ha sido referenciada,
algunos textos que dan noticias sobre nuestra ciudad, los datos sobre
inmigración, y especialmente el
“Consectario de la Ciudad de Cumaná”, debido a los notables autores e
investigadores históricos, el Pbro. Don Antonio Patricio de Alcalá y don Pedro
Elías Marcano, además de los muchos relatos conocidos y la información que nos
da el material gráfico, podemos tener una aproximación, de cómo era la vida de
los cumaneses en el pasado.
Como
en todas las ciudades de la América hispana, se dieron diferencias en los
estamentos, clases, economía, etc. Una particularidad, es que la ciudad durante
la mayoría del tiempo de este proceso, fue una ciudad apacible.
El pueblo Misional de San Francisco de
Cumaná, punto fundacional de actual ciudad, llevó una vida tranquila en sus
primeros siete años. Allí vivían los frailes observantes en su trabajo pastoral
y manual con los Waykeríes cristianos: el trabajo en la huerta, construcción de
las edificaciones necesarias y casas de los nativos, la educación de los niños
y sus padres y los actos de culto religioso, aunque siempre con el temor de las
incursiones de los europeos o nativos de otras regiones, que llegasen a
destruir lo realizado.
Al poco tiempo de existencia del centro
poblado, comienzan a llegar castellanos, para vivir allí, en 1517 había más de
cien de ellos, que por supuesto construirían sus propias viviendas y
realizarían los oficios que les correspondía, para dar dinamismo al poblado.
Cuando en 1522, los Tagares y otros
grupos nativos atacan el pueblo, se sabe que fueron directamente a tratar de
destruir las instalaciones misionales y la representación militar, pero no
tenemos noticias de lo sucedido con los demás, es decir, los nativos cristianos y los castellanos.
Cuando llega Giacomo di Castiglione,
viejo conocido de los observantes y quienes les auxiliaba desde Santo Domingo
de la Española, luego de realizar el juicio y castigo a los naturales incursos
en el saqueo y las muertes, funda en el lugar a Nueva Córdoba, tomando como
punto referencial lo ya existente,
asumiendo a sus pobladores en la
nueva fundación , que le dará mayor autonomía, especialmente después que se
construye la fortaleza, que implicaba nuevos servicios y nuevos empleos y oficios,
por supuesto nuevas viviendas para esa población.
En esos momentos no está permitida la
llegada de mujeres desde Castilla y Andalucía, lo cual nos da a entender que
los europeos habrán formado familia con las naturales cristianas, ya que la
documentación posterior a 1530, habla de nuevas viviendas y espacios oficiales,
dando a entender que había autoridades que vivían allí y habían sido nombrados
para poder regular la vida de los
vecinos.
Cuando Fray Francisco de Montesinos,
llega a la ciudad, se nos relata, que
llegó a la plaza, se hizo el llamado a la población por medio del tañido de la
campana y que se reunieron en la mejor casa del lugar, para elegir las
autoridades del nuevo Cabildo.
Entendemos, que los cabildos durante ese
período, se erigían sólo en las poblaciones con cierta importancia, como ser
cabecera de una Provincia, como realmente lo era desde 1536.
Cuando leemos el Acta de erección, vemos el
notable número de vecinos que vivían allí, entendiendo, que vecinos eran por lo
general los que poseían bienes económicos importantes y no los blancos de
orilla. Muchos de ellos vivían allí con sus esposas, hijos, servidumbre y
esclavos.
La presencia de la Iglesia Parroquial,
también nos da a entender una vida religiosa organizada, devociones y gremios
reunidos en cofradías.
Debido a que a Montesinos le pareció
corto el número de habitantes, mandó a Padre Castro, para que reuniera a los
vecinos que tenían haciendas en los alrededores, a los que no querían vivir en
San Juan de Maracapana, a los nativos Waykeríes y Brasiles de los alrededores,
para que se residenciaran en la ciudad, que ya poseía autoridades reales, que
garantizaban la policía, la regular vida citadina.
Estas autoridades envían a uno de sus miembros
a la Corte, a don Diego Gonzalo Fernández de Serpa, para que hable directamente
con el Rey, y logre conseguir beneficios para la ciudad, lo cual logra, al
obtener el reconocimiento de la ciudad y
su importancia, para poder presidir una nacionalidad, porque el Rey cuenta con
la buena disposición de los funcionarios que ejercen sus labores en Nueva
Córdoba y la debida rectitud de los vecinos de la ciudad.
Serpa llega de vuelta a su ciudad, a
finales de 1569, acompañado con un buen grupo de colonos, militares y algunos
frailes observantes, que ha traído desde la Península Ibérica.
Se replantea la distribución de la
ciudad, construyéndose nuevas viviendas para los recién llegados, reparas las
edificaciones viejas, lo cual creó una nueva serie de necesidades y servicios,
que con los diversos oficios había que dar solución.
Luego se inician las uniones nupciales
entre los vecinos de preexistentes en la ciudad y los nuevos vecinos, lo que
luego se constituyó en la clase aristocrática.
Las nuevas necesidades que surgieron y
los peligros que enfrentaban al estar tan cerca de la costa y lo insalubre que
se había vuelto el lugar, se decidió trasladar la ciudad más al sur, donde era
más propicio, con buenas tierras para cultivar, suficiente agua, una explanada
propicia para construir viviendas más cómodas y sólidas.
La ciudad se distribuyó en cuadras
rectangulares en torno a una plaza de tipo mozárabe, teniendo como punto focal
central la nueva Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, construida en
el extremo oeste, sobre una pequeña elevación que dominaba el centro urbano.
La vida se hizo más sosegada y menos penosa,
más cómoda, que permitió que la ciudad se fuese desarrollando paulatinamente.
La organización de los vecinos en una
Cofradía de la Parroquial, hizo que ya en 1589, construyeran una Ermita, lo
cual requiere, de que la situación económica de los pobladores haya crecido
notablemente.
A finales del siglo, los dominicos, y
luego los franciscanos conventuales, fundaron sus casas religiosas, lo cual
implicaba, que los vecinos tenían que velar por su subsistencia, aparte del
compromiso más antiguo con la Parroquial. Los vecinos hicieron donaciones y
algunos aristócratas dejaron parte de su herencia, como auxilio de esas fundaciones,
especialmente aquellos que empezaron a pertenecer a sus cofradías.
Entre los vecinos es notable el número
de castellanos y andaluces, pero también los había catalanes, gallegos y vascos.
A partir del año 1600, se inició el
proceso de querer mejorarlo todo, la población trataba en lo máximo posible
comer, vestirse, vivir, como se hacía en la metrópolis.
La situación estratégica de la ciudad,
hizo que se iniciara la edificación de varias fortificaciones para su
resguardo, lo que implicó nuevos empleos y el surgimiento de nuevos espacios
urbanos, especialmente hacia el este, al Barrio Chiclana, ya que el
aristocrático Barrio de Santo Domingo, el núcleo más antiguo, se encontraba
algo oprimido entre la cinta muraria y el canal artificial llamado: la Madre
Vieja.
Habías tiendas de comercio, bodegas,
cuarteles y edificios públicos en torno de la Plaza Mayor, que también era del
Mercado.
En la segunda mitad del siglo, debido a
la creación de misiones religiosas en el territorio de la Capitanía General, y
la incapacidad de proveer de todo lo necesario para las iglesias, conventos y
viviendas de los nuevos pueblos, por lo costoso que era trasladarlos desde
Europa, surgieron en la ciudad talleres de carpintería, ebanistería, platería,
orfebrería, peletería, pintura, escultura, etc.
Esto fue elevando poco a poco el nivel
social de la ciudad, especialmente a los dueños de los negocios, que se fueron
enriqueciendo y creando una aristocracia mercantil.
Durante el siglo XVIII, la situación
cambió considerablemente, debido a la mejora de la situación económica, debido
al desarrollo de la producción agrícola de las Charas, como el añil, el
tabaco, el algodón, la cerámica, el
papelón y la peletería. Había abundancia de la pesca y la exportación de
pescado salado.
También la exportación de carne salada,
oro, sal y cacao. Lo que le dio notoriedad y fama a la ciudad, fue la
fabricación y exportación a las Antillas y Europa, de hermosos muebles
incrustados de nácar, pintados al óleo, dorados o plateados a hojilla, y también:
las pinturas, esculturas y grandes retablos.
Las viviendas se multiplicaron,
surgieron nuevas manzanas, se piensa en que los edificios públicos,
gubernamentales, religiosos o militares, deberían mejorarse según el nuevo
estatus de la ciudad, según lo que exigía el gusto academicista ilustrado.
Palacios nuevos y suntuosos para la
aristocracia que se va mudando desde el antiguo Barrio de Santo Domingo, hasta
el Barrio de Chiclana, especialmente en torno a las sedes de la Compañía de
Barcelona, Guipuzcoana o la de Filipinas, que tenían sus sedes en ese barrio.
Los más modestos constituyeron el Barrio
de San Francisco, y los nuevos edificios gubernamentales y religiosos se
levantarán en el nuevo Barrio de El Toporo, donde encontrarán nuevas viviendas
los aristócratas más antiguos de la ciudad.
Aunque fueron ignoradas por los planos
oficiales: las capillas y ermitas privadas de las cofradías o particulares, son
edificadas, restauradas o reconstruidas por toda la ciudad, especialmente en
los últimos años del siglo.
Las calles del centro, ostentan
numerosos edificios abalconados, otros de arquitectura más ilustrada, que
sirven de marco a las damas, que lucen sus galas a la usanza de la última moda
en Francia, vestidas de seda, pelucas empolvadas, afeites y miriñaques, que
deambulaban por la Plaza del Marcado, comprando vajillas de porcelana, joyas o
instrumentos musicales, donde los productos europeos eran muy comunes, de tal
manera que al final del siglo, Emparan trató de regular su comercio.
A los cumaneses siempre les ha gustado
comer quesos y embutidos, especialmente chorizos y morcillas con papelón comer
cazabe o arepa y huevos, de tal manera, que aún hoy, son parte de la dieta
diaria. Platos típicos de la mesa cumanesa eran: la olleta, especialmente de
gallo, el sancocho, el corbullón, el lomo de cochino horneado o adobo
manzanareño, y en navidad la ayaca. Era muy común acompañar las comidas con
horchata de coco o chocolate.
A
los nativos Waykeríes se les construyó un nuevo urbanismo, de los más modernos
del imperio: Altagracia, frente a la ciudad, realizado gracias a la unión entre
el Cacique de la comunidad, el Gobernador y el Vicario Superintendente.
En los dos pueblos de Waykeríes, se
criaban abundantemente las gallinas y pollos que se consumían en la ciudad,
pero los naturales no los comían.
Algo que es notable, debido a la
abundancia de testimonios en las Fuentes, es el arraigado conflicto entre el
clero diocesano y las autoridades españolas, ya que los sacerdotes cumaneses
expresaban su rebeldía o disconformidad ante las disposiciones de la autoridad
civil o militar.
Los religiosos, sin embargo, eran más
dóciles a las autoridades, aunque se notaba la rivalidad por evidencia en las
fiestas y solemnidades, entre las cofradías de los conventos y las de las
iglesias parroquiales.
Debido al flujo económico producido
especialmente por el comercio, y a la Real Aduana con su puerto en pleno
centro, en la Plaza del Mercado, el ambiente era bullicioso, especialmente
cuando llegaban nuevas mercaderías de México o Europa, o cuando
esporádicamente llegaban esclavos desde
las Antillas, para ser vendidos en la ciudad o a los compradores que llegaban
de la vecina Venezuela.
Lo cierto, es que los esclavos negros no
eran muchos en la ciudad, eran más abundantes los de otros orígenes.
La construcción del puente permitió que
la calle de la Marina se desarrollara y los más acaudalados construyeran sus
viviendas al lado de los más pobres. Poco a poco se fueron colocando negocios
en esa vía, como continuación de la
calle del Comercio, al otro lado del río, en el centro.
Algo notable en los cumaneses de ese
período, fue el gusto que tenían hacia la música y las obras operísticas. Era
interesante, el número de clavicordios que había en la ciudad.
El contrabando con las islas del Caribe,
siempre ha sido una constante en el ser del cumanés, aún en épocas recientes. A
Emparan, le correspondió restaurar toda la ciudad, especialmente después del
terremoto de 1797, que dejó verdaderamente traumatizada a la población de la
ciudad, a parte de los numerosos muertos.
En líneas generales, todas estas formas
del cumanés se continuaron hasta el inicio de la guerra independentista.
Durante el proceso bélico, la ciudad sufrió muchísimo, y con ella sus
habitantes.
Solo a mediados de 1814, fueron
asesinadas más de 3000 personas, a manos de las tropas de Boves.
Los hombres que partieron para unirse a
Bolívar en Venezuela, gran parte de ellos no regresaron por haber muerto y
muchos siguieron hacia el sur, conformaron otras familias y nunca regresaron a
Cumaná.
La ciudad para el año 1821, estaba
habitada por un gran número de mujeres, ancianos y niños, muchos de ellos
enfermos.
Muchas familias dejaron la ciudad cuando
fueron expulsadas las tropas españolas.
LA CIUDAD, LA
VIDA RELIGIOSA DE ANTAÑO EN CUMANÁ.
En los orígenes de la ciudad, debido a
sus fundamentos básicos, se desarrolló una vida religiosa muy ceñida a las
formas de la vida cristiana de estilo franciscano, con los matices que daba la
espiritualidad ultramontana de la observancia del norte francés.
Con la llegada de Giacomo di
Castiglione, es probable que la vida espiritual de la ciudad se habrá matizado
con la espiritualidad de los genoveses que habitaban allí, al igual que los
castellanos y andaluces, que en esos momentos se encontraban más influenciados
por la espiritualidad carmelitana, lo cual se expresa en el cambio de nombre de
la Parroquia, de San Francisco a Nuestra Señora del Carmen, que ha predominado
hasta la actualidad en la espiritualidad popular.
La vida religiosa se debió de
desarrollar dentro de los parámetros normales de la época, en los años
siguientes, ya que se conoce, que los vecinos y las autoridades se encargaron
de reparar la Iglesia Parroquial en 1548, por encontrarse su techo deteriorado,
eso da a entender también, que había alguna organización laical, como una
Cofradía o una hermandad.
A pesar de que no tenemos nombres,
gracias a las relaciones de visitas de los prelados, sabemos que la parroquia
era dirigida por párrocos pertenecientes a los franciscanos observantes, aunque
no hay noticias de algún convento en funciones.
Cuando en 1562, llega el Vicario General
de Puerto Rico, Fray Francisco de Montesinos, que era dominico, y organiza el
Cabildo, deja como nuevo párroco al Padre Álvaro de Castro, destituyendo al que
estaba, que no sabemos quién era.
Cuando Diego Fernández de Serpa llega a
la ciudad en 1569, trae a los franciscanos observantes, para que se encarguen
de la vida religiosa de la misma.
En 1572, tenemos la relación tradicional de los hechos
que hicieron que Santa Inés romana fuese nombrada Patrona de la ciudad, la cual
paulatinamente fue adquiriendo devoción por parte de los vecinos, de tal
manera, que al pasar el tiempo y adentrarse el siglo XVII, la ciudad dejó de
llamarse Nueva Córdoba, para llamarse Santa Inés de Cumaná.
Después del traslado de la ciudad,
sucedido antes de 1583, encontramos que
se encuentra en funciones la Iglesia Parroquial, construida sobre una pequeña
elevación llamada Monte Carmelo, y la calle principal está dedicada a la Virgen
María en esa advocación.
En esos años adquirió mayor importancia la
Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, de tal manera, que decidieron y
construyeron una Ermita en la parte más externa de la ciudad, y desde entonces
la Cofradía poseyó una gran Casa de la Hermandad, delante de la referida
Ermita, donde preparaban los actos de culto, hacían sus reuniones, guardaban
los implementos necesarios para las fiestas y procesiones.
Esa casa, a principios del siglo XX, albergó
a la Beata Candelaria de San José y sus hermanas carmelitas y allí murió. A
finales del siglo XVI, en la década de los noventa, los dominicos fundan un
convento dedicado a San Antonio de Padua, debido a que la eminencia situada al
frente de éste, ya se llamaba así, por influencia franciscana.
Al construir la Iglesia conventual
dedicada a Nuestra Señora del Santísimo Rosario, se convirtió en una devoción
muy importante en esa parte antigua de la ciudad, que pasará a llamarse Barrio
Santo Domingo, debido a la presencia de los frailes.
Este convento desde el principio gozó de
protección Real. La devoción a Santo Domingo de Guzmán se hizo importante en la
ciudad, haciéndose muy similar a la de San Francisco, de más antigua data.
Posteriormente los franciscanos conventuales fundan un convento en las afueran
de la ciudad, al sur “extra-muros”, debido a que sus fundaciones estaban
vetadas por Felipe II, si no se pasaban a la Observancia, promovida por el
monarca.
Como se dio en otros casos en el ámbito
de las colonias, funcionaba a sus propias expensas y gracias a las fundaciones
benéficas que creaban los vecinos para mantenerlo, ya que no podían pedir la
Limosna Real.
En 1595, debido al enfrentamiento con
los ingleses, San Juan Bautista fue nombrado Patrono de la ciudad. No podemos
olvidar, que las poblaciones durante el período indígena, poseían varios
patronos.
A principios del siglo XVII, tenemos dos Cofradías
pertenecientes al convento dominico: Nuestra Señora del Rosario y El Dulce
Nombre de Jesús, las cuales construyen sus ermitas y casas de hermandad. En el
segundo decenio, el convento de Nuestra Señora de las Aguas Santa es Monasterio
Observante, con una Cofradía de la Preciosa Sangre del Señor, con ermita y casa
de hermandad.
En esos días ya hay varios sacerdotes
cumaneses y atienden la Parroquial y varias capillas dependientes de la Iglesia
Parroquial, además, por sesión especial del monarca, la ciudad cuenta con dos
párrocos y cuatro tenientes de cura, aparte de que hay párrocos en los pueblos
de Waykeríes de Nuestra Señora del Socorro de los Cerritos, al este, y de
Nuestra Señora de Altagracia del Salado, al norte. Este es el período en que se
cimienta la devoción a las Misas de Aguinaldo, a pesar de que algunos prelados
no las veían con buenos ojos.
Debido al inicio de las misiones en
Cumaná, Nueva Cataluña y Nueva Cantabria, empezaron a formarse talleres de
artesanos, que después se unieron fraternidades o cofradías, lo cual hace
surgir nueva capillas en la ciudad, de uso privada de esas agrupaciones
laicales.
También se organiza la Tercera Orden
Dominica, con su capilla de San Antonio Abad y su Casa de Orden.
Los franciscanos también conforman la Tercera Orden de la
Observancia, y construyen su Capilla al lado de la Iglesia monacal.
Debido a la influencia canaria
predominante en la ciudad, a mediados del siglo, la devoción mariana
predominante, gracias a grandes fiestas y actos de culto, es el de la
Purificación de Nuestra Señora o Candelaria, de tal manera fue su intensidad,
que la Iglesia Parroquial se empezó a intitular de esa forma. Cuando se
construye el Castillo de Santa María de la Cabeza, su Capilla también será de
la Candelaria.
Con frecuencia, especialmente en Semana Santa, había
alguna fricción cuando salían las procesiones de las diversas Iglesias, que se
encontraban muy cercanas unas de otras.
En la Chara de Santa Catalina se construyó la
Ermita a la santa de Siena, y se hacían romerías.
Desde la ciudad, los franciscanos hacían peregrinaciones
al Santuario que tenían de las Aguas Santas en Araya, aunque la Capilla Real de
San Andrés, en la fortaleza, era atendida por los dominicos y la Iglesia
Parroquial de Nuestra Señora de la Soledad por los curas cumaneses.
Desde finales del siglo XVII y mediados del siglo XX,
Altagracia fue atendida exclusivamente por curas cumaneses. Éstos tenían
particular devoción a esta advocación de la Virgen María, de tal manera que,
buscaron embellecer sus iglesias, lograr privilegios y la protección Real.
Debido a que los padres capuchinos vendieron su convento de la Calle de San
Carlos, la Cofradía de Santa Inés compró su Capilla, para su sede.
En el siglo XVIII, con la monarquía
borbónica, llegan desde Italia a la ciudad, las devociones del Pesebre y los
Velorios de Cruz de Mayo.
Hacia 1730, se presenta la devoción a la
Divina Pastora de las Almas, cuyo centro espiritual será el Barrio de Chiclana,
donde luego se construirá una hermosa basílica.
Debido a que ya se encontraba conformado
el Barrio de San Francisco, se empezaron a ver ciertas expresiones de
competencia en los cultos y fiestas entre las cofradías de la Iglesia
Parroquial y las de los conventos. La construcción de la nueva Iglesia de
Altagracia, más cerca de la ciudad, renovó en los vecinos en esa devoción
mariana y en la de San Isidro. La Cofradía de Altagracia construyó su ermita en
la Calle La Marina.
En el Barrio de El Toporo, el foco
espiritual es la pequeña Capilla de Nuestra Señora de la Paz, casi en las
afueras de la ciudad. Cuando se inician las obras de la Iglesia Nueva, en la
Calle de Belén, como era habitual, se inició el culto en el sitio escogido,
mientras se realizaban las obras. Los catalanes residentes en la ciudad
trataron de promover la devoción a Nuestra Señora de las Mercedes, y apoyaron a
Fray Cristóbal de Quesada cuando fundó su convento en su casa.
A finales del siglo, la devoción a la
Divina Pastora era tan arraigada, que fue nombrada Patrona de la ciudad, con
grandes festejos y mucha alegría; en su Iglesia, fue el primer lugar donde se
comenzó la práctica de rezar el Santo Rosario, todos los días antes de Misa,
donde se desarrolló la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
A inicios del siglo XIX, es notable la
devoción y las romerías a la Capilla de San Antonio de Padua en el Cerro de San
Julián (La Línea), o a la Capilla de la Purísima Concepción de las Charas.
Con la construcción de la Iglesia de la
Santísima Trinidad, en la Calle La Marina, se promovió mucho la devoción a San
Emigdio, Patrono contra los terremotos, al cual se le hacían grandes fiestas y
rogativas.
Debido a la existencia del puente, se
inició la rivalidad entre las cofradías de la ciudad y las de Altagracia. El
pueblo del Socorro, por estar más distante, no sufrió con esas rivalidades,
aunque tenía Cofradías.
Durante la guerra independentista, la devoción
más arraigada, era la de la Divina Pastora, la cual se mantuvo aunque su
santuario fue demolido, las órdenes religiosas fueron expulsadas y las
cofradías se desmembraron.
Después de la guerra de independencia,
la vida religiosa estaba completamente mermada, muchos sacerdotes habían muerto
durante la guerra y las cofradías estaban desarticuladas y las iglesias estaban
en mal estado o destruidas, a duras penas se trataba de llevar la vida
religiosa.
Con la llegada de los italianos, se
repotenció la devoción a Santa Inés, a
la Virgen del Carmen, San Francisco y San Pedro, las devociones a la Divina
Pastora y a Santo Domingo, por ser de origen español, tendieron a desaparecer,
ante los nuevos vecinos.
Debido a la llegada de los franceses,
especialmente los corsos, se fue fortaleciendo la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús y a San José.
Los emigrantes que llegaron huyendo del
Imperio Otomano, no hacían públicas sus devociones y generalmente se fueron
adaptando a las devociones conservadas en torno a la Virgen de Altagracia.
A partir de 1830, se sucedieron largos
períodos de persecución religiosa, con la expulsión o encarcelamiento de
sacerdotes, la expropiación de los bienes eclesiásticos, la desconsagración o
destrucción de varias iglesias, capillas, oratorios y ermitas de la ciudad.
El Estado y sus funcionarios les dieron
un uso profano. Sólo se mantuvo en funciones
reales, las iglesias parroquiales, y de las religiosa, sólo la del
Rosario.
Con la llegada de los andaluces en la
segunda mitad del siglo XIX, se renovaron varias tradiciones antiguas, como las
misas de aguinaldos, los velorios de Cruz de Mayo, las funciones de Semana
Santa, los pesebres y las tradiciones navideñas, llenas de alegría.
En esa época se trata de recobrar muchas
tradiciones y devociones que se habían perdido. Debido a que las agrupaciones
religiosas del pasado habían desaparecido, todo se centra en las parroquias de
Santa Inés y Altagracia, esta última, teniendo como sede a la Iglesia de la
Santísima Trinidad que desde entonces se intitula Altagracia.
Las Fiestas de Nuestra Señora de
Altagracia, San Isidro, San Emigdio y San José se renovaron.
En Santa Inés las devociones se
centraban en Santa Inés, San Francisco, las advocaciones del Carmen, la
Inmaculada, las Mercedes y de la
Candelaria. En ambas parroquias adquieren mayor esplendidez, las
adoraciones con el Santísimo Sacramento, las fiestas patronales y las
procesiones de Semana Santa. Esta manera se continuó la vida religiosa durante
la primera mitad del siglo XX.
La vida religiosa de la ciudad se
fortaleció con la presencia en ella, del primer Obispo de Cumaná, el Siervo de
Dios Mons. Sixto Ramón Sosa Díaz, que promovió e hizo que la Virgen del Valle
fuese la Patrona de todo el Oriente, y de la Beata Candelaria de San José, que
aunque vivía en la ciudad, fundó
conventos, hospitales y colegios en toda Venezuela.
Mons. Sosa trajo a los Capuchinos
Valencianos que atendieron a Santa Inés durante varias décadas, a las Hermanas
Carmelitas y a las Hermanas de la Consolación. También empezaron a crearse
nuevas parroquias eclesiásticas en la ciudad.
Al iniciar la segunda década del siglo, hay un
auge impresionante de la devoción a la Virgen del Valle, gracias a la
publicidad y esfuerzos emprendidos por Mons. Crisanto Mata Cova, Obispo de
Cumaná.
Llegan a la ciudad los Paúles, Jesuitas
y las Hermanas del Santísimo Sacramento.
Desde finales de
la década del sesenta hasta mediados de los ochenta, las devociones y vida
religiosa decayeron muchísimo, las iglesias se asolaron, ya no había
expresiones religiosas populares públicas ni agrupaciones religiosas, tampoco
sacerdotes, llegan algunas congregaciones
femeninas.
A partir de 1986, las cosas comenzaron a
cambiar y a recobrarse parte de lo perdido.
LA CIUDAD, EL CUMANÉS
ACTUAL.
El cumanés actual es producto del
proceso histórico de la ciudad, especialmente del último siglo y medio.
Debemos tener en cuenta, que la
población original que se desarrolló durante los tres primeros siglos de
predominio hispánico, casi desapareció durante la guerra de Independencia, por
las diferentes guerras del período republicano, las múltiples enfermedades y
epidemias que se desarrollaron brutalmente en todo el territorio de Nueva
Andalucía gracias a la pobreza post-guerra, siendo o no reconocido por el
gobierno de Colombia y después de Venezuela, que la absorbe
indiscriminadamente.
En junio de 1811, el Gobierno de Cumaná,
decretó la admisión libre de los extranjeros en su territorio, que se empezaron
a mezclar con las familias cumanesas.
La Primera República invitó a todos los
extranjeros que quisieran participar de la guerra de Independencia de estas
colonias.
Con carta en español, francés e inglés,
del 16-08-1813, Mariño invitó a europeos y antillanos a instalarse en las
provincias que constituían la nacionalidad andaluza americana, con tal que
ayudaran en la lucha independentista anti francesa.
En 1817, se invitó de manera especial a
los ingleses, a luchar en contra de sus enemigos españoles y se les ofreció
posesiones y tierras en Cumaná.
En 1820, se abrieron todos los puertos,
entre ellos Cumaná, para la entrada libre de los extranjeros y no existía
ningún tipo de control.
En 1823 se aprobó la Ley de Inmigración
de Colombia, donde se expresaba que se denominaba extranjeros a los europeos y
a los norteamericanos, y en ese año, por primera vez se consideraba a los
españoles, como extranjeros, y con ello a muchas familias que estaban
residenciadas en la ciudad y que no estaban unidas afectivamente a la
república, pasaron a ser catalogadas de un día al otro, como extranjeros.
Entre 1823 y 1833, entraron muchos
extranjeros, especialmente norteamericanos, algunos se quedaron en la ciudad y
otros emigraron a otros lugares.
Cumaná, durante el predominio de la
República de Colombia, era un refugio predominante femenino.
No había hombres suficientes para poder
llevar las responsabilidades citadinas. Las damas esperaban que algún
extranjero se quedara en la ciudad y ayudase a componer las cosas.
Las mujeres tuvieron que llevar sobre
sus hombres la vida de la ciudad, lo cual todavía es evidente en nuestros
días.
En 1830, después de la separación de
Colombia, era sumamente evidente el despoblamiento en las provincias
orientales, Cumaná era la ciudad con mayor población.
Había muy pocos hombres, y la misma situación
de 1821: muchas mujeres, niños y ancianos, enfermos en su mayoría.
El Congreso de la República, veía y
expresaba con tristeza, que no había hombres en todo el país, para la
agricultura, para las obras públicas, ni
para el comercio o industria, no había artesanos, músicos y ni siquiera
existían maestros. Sólo en la ciudad de Cumaná, había una vida citadina más o
menos normal.
El Estado venezolano, decidió, el
13-06-1831, abrir los puertos y traer colonos canarios, los más idóneos por su
similitud con el venezolano republicano, por su cultura, religión y costumbres.
Llegaron por los puertos de la Guaira,
Puerto Cabello y Cumaná, entre 2.000 y 3.000 canarios. A partir de entonces
llegó una gran cantidad de extranjeros, especialmente italianos, corsos,
españoles, sirios, libaneses, alemanes, franceses, holandeses, ingleses,
croatas, colombianos, dominicanos, y portorriqueños, que fueron conformando la
población de la ciudad durante todo el siglo XIX, uniéndose a las familias
preexistentes.
Después de la cuarta mitad del siglo XX,
debido a las guerras y problemas de independencia en las Antillas
anglo-francófonas, empezaron a llegar a las costas de Cumaná, muchos
desplazados de Trinidad, Guadalupe, Dominica, Martinica, Santa Lucía y Granada,
que se ubicaron en los arrabales, y que se empezaron a integrar a la ciudad, mucho
tiempo después, entre 1950 y 1960.
Durante todo el siglo, siguieron
llegando inmigrantes, especialmente de Europa y Asia. A partir de 1974,
siguiendo líneas políticas gubernamentales, fueron trasladados hasta la ciudad,
grandes masas de personas de bajos recursos económicos, provenientes del centro
del país, para ubicarse en nuevos urbanismos.
Durante los años sucesivos, gran
cantidad de personas, que habían sufrido por desastres naturales en diversos
lugares del país, fueron reubicadas en Cumaná.
La emigración del campo a la ciudad, que
se dio a partir de 1959, también afectó a la ciudad. Muchas familias viejas o
tradicionales de la ciudad se trasladaron a otras ciudades, especialmente a
Caracas y Puerto Ordaz.
De tal manera, que el Centro Histórico se
repobló con un buen número de familias que no son originarias de él, como
podemos ver en la actualidad.
El cumanés actual, se encuentra en medio
de una ciudad con gravísimos problemas de toda índole y que sufre como producto
de una deficiente política urbana, que ha abusado de los espacios y hace pesada
la vida del ciudadano, al igual del deterioro y empobrecimiento que se nota en
toda la ciudad, que se ve notablemente abandonada de los diversos gobiernos
centrales, que no han sido capaces, ni siquiera, de comunicarla con el resto
del país, por medio de una autopista, tan añorada por todos.
Huerga,
Álvaro, La
Evangelización del Oriente de Venezuela, 23-24.
Archivo
General de Indias, Cedulario de Cubagua, Leg. I,
pág. XXII, № 62.
[8] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de
Cumaná, 115, Tomado de: De las Casas, Fray Bartolomé, Historia de las Indias, Tomo II,
Capítulo CLVIII.
[9] Gómez, José Mercedes, Historia de los Orígenes de
Cumaná, 128, Tomado de: De Herrera, Antonio, Historia General de los hechos de los Castellanos en las
Islas y Tierra Firme, BANH. Colección Historia
Colonial, Tomo II, N° 59, Década Tercera, Libro II, Capítulo V.
[24] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente
de Venezuela, Carta del obispo Manuel de Mercado al rey
Felipe II, San Juan, 14-8-1575, 69.
[25] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente
de Venezuela, Relación de Visita Pastoral del obispo
don Diego de Salamanca al rey Felipe II, San Juan, 1-1-1582, 78-80.
[26] Archivo General de Indias,
Real Audiencia
de Santo Domingo, Legajo 187, Ramo 1, Nº 1. (Cortesía
de Rommel Contreras)
Documento 130.
[35] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente
de Venezuela, carta
del gobernador Juan de Haro al rey, con fecha 10-10-1616, 111-112.
[39] Huerga, Álvaro, La Evangelización del Oriente
de Venezuela, Memorial del obispo don Damián López de
Haro al rey Felipe IV, 163-164.
[43] Archivo de Propaganda Fide, Carta de obediencia prestada
al Papa por cinco Caciques de la
Provincia de Cumaná, Venezuela.
Carrocera,
Fray Buenaventura de, Los Primeros Historiadores de
las Misiones Capuchinas en Venezuela, 110-112.
[58] Archivo de la Iglesia Santa Inés
de Cumaná, Constituciones
Pastorales del Obispo Francisco Antolino.
[70] De Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de
Cumaná y Nueva Andalucía, 24-25, 33, 55, 62, 76, 108,
110-126, 148-151, 236, 325, 339.
Archivo
General de Indias, Real Audiencia de Caracas, Legajos 12, 124,
210, 218, 231, 395, 946.
Huerga,
Álvaro, La
Evangelización del Oriente de Venezuela, 472.
Sanabria, Alberto, Cumaneses Ilustres, 27-31.
De Carrocera,
Fray Cayetano, Memorias para la Historia de
Cumaná y Nueva Andalucía, 380.
De
Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía, 102-103.
Peñalver Gómez, Manuel S, Datos para la Historia
de la Educación en el Oriente de Venezuela, 88.
[76] De Carrocera, Fray Cayetano, Memorias para la Historia de
Cumaná y Nueva Andalucía, 24-25, 33, 55, 62, 76, 108,
110-126, 148-151, 236, 325, 339.
ARCHIVO GENERAL
DE INDIAS, Real Audiencia de Caracas, Legajos 12, 124, 210, 218, 231, 395, 946.
Huerga,
Álvaro, La
Evangelización del Oriente de Venezuela, 472.
Sanabria, Alberto, Cumaneses Ilustres, 27-31.
[77] Peñalver Gómez, Manuel S, Datos para la Historia de la
Educación en el Oriente de Venezuela, 87-91.
[78] Archivo de la Arquidiócesis de
Ciudad Bolívar, Decreto de Desmembración de la Diócesis de Puerto Rico en las Indias
Occidentales; y de erección del nuevo Obispado de Guayana, Libro de Gobierno № 1.


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